—Sarah.
Sus ojos se abrieron con pesadez y se estiró antes de escuchar que la puerta se abría. La luz la encandiló y se cubrió con la sábana cuando un hombre vestido de blanco la visitó.
Era la primera vez que lo veía.
—Me dijeron que te portaste muy bien estos días, así que voy a darte una recompensa.
—¿Usted quién es?
—Me llamo Andreas, ¿te gustaría saber de qué se trata? Ven conmigo, estoy seguro que va a gustarte.
El tal Andreas, cuyo cabello canoso casi desaparecía de su cabeza, le dio un teléfono desechable y la animó a tomarlo. Sarah no entendió qué estaba pasando, pero lo siguió por un largo pasillo blanco, tan pulcro que era como caminar sobre un pasadizo incoloro. Lo único colorido era un logo plateado de un lobo aullando y una cadena de ADN. Parecía ser interminable, fue tan largo que quizá estuvieron alrededor de 10 minutos caminando en línea recta. El pasillo tenía pequeños conductos y cámaras de seguridad, alarmas anti incendios y no había ninguna ventana. Sarah se detuvo cuando encontró una clase de puerta que decía "SALIDA" con grandes letras rojas, pero no contaba con ninguna manija o cerradura. Debía ser una puerta que se abría de manera mecánica.
—¿Pasa algo, Sarah?
—Hum... estoy en mis días y tengo cólicos —mintió al ser descubierta—. Me duele mucho mi estómago y me detuve, perdón...
—¿Tomas algo para controlarlos?
—Normalmente mi hermano me compra unos supresores que me ayudan con eso...
—Tu hermano mayor te cuidaba mucho, ¿no es así? Esos supresores son muy caros —Andreas ni siquiera se dio cuenta de su angustia cuando pensó en Claude y en cómo volvió a sentirse una miserable malagradecida. Era una completa estúpida—. Veré si puedo conseguir algo que te ayude, estás pálida.
Su palidez era culpa de los cólicos, incluso tenía náuseas y sentía que esta vez se estaba desangrando. No era normal que su estómago le doliera así, tampoco que su flujo fuera demasiado abundante. Conocía su cuerpo, y esta vez algo andaba mal con él. Era como si tuviera una reacción más intensa a la menstruación.
—Señor... ¿podría tener...? —dejó la pregunta al aire cuando se sintió rara, no conocía bien la situación, ellos no la lastimaban, pero todo era un jodido misterio y le resultaba un poco difícil acostumbrarse a este secuestro. Por su mente pasaron mil y un torturas, desde las más horripilantes, hasta las más estúpidas. Esto no era tortura lo viera por donde lo viera, pero sí una clase de aislamiento acompañado de un ligero daño psicológico—. La señora que viene a darme la medicina, ¿podría venir antes hoy?
—Se lo diré.
—Muchas gracias.
Lo único que le permitían vestir era una blusa y un short tipo licra blancos. Nada más, ni siquiera le daban ropa interior. A estas alturas y se había acostumbrado a esa sensación, pero los primeros días era bastante incómodo. Quería intentar conseguir aunque fuera algo de ropa interior para estos días, así no se manchaba a cada rato.
Al final llegaron a un pequeño cuarto, a diferencia del diseño externo, estas paredes eran grises.
—No tenemos intención de lastimarte, Sarah —el viejo calvo se sentó en una silla y la miró serio, no parecía feliz o enojado, sólo tenía una expresión indiferente—. Y como te portas bien, no lloras o haces preguntas, llegamos a la conclusión de que deberíamos darte un premio por ello.
Iba a preguntar por qué le hacían esto, pero guardó silencio.
—Gracias... lo aprecio mucho —dijo en cambio, se sentía en una clase de juego con preguntas capciosas, podía preguntar cuál era su objetivo, por qué la tenían aquí o si podía irse, pero eso no era lo correcto. Tenía que seguir actuando, que agradecer por su gran gesto y cooperar el doble.
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CÓDIGO OMEGA
Manusia SerigalaA sus 25 años, Claude Venbee logró entrar al departamento de policía como un oficial de lo más normal, que la mayoría del día bebe café y come rosquillas con su compañero de patrulla. Pero todo cambia cuando le asignan patrullar la Zona A. Un lugar...