9 ↺ Come una fresa

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—Ya pasaron dos semanas desde el secuestro de Sarah.

Claude asintió ante las palabras de Mael y después se dejó revisar por él, por alguna maldita razón el Alfa había adoptado una costumbre extraña y era la de revisar si algo andaba mal. ¡Y no sólo Mael! Caín también participaba y era tan incómodo que el Alfa no se molestara y lo dejara hacer lo que quisiera y... ¿desde cuándo él dependía de un Alfa y se indignaba porque no lo defendía del lobo dorado que todas las mañanas lo abrazaba y besaba sus labios?

Estuvo tan concentrado en su indignación que Caín aprovechó para hacer lo suyo frente a Mael. Claude se enojó y lo apartó, pero estos cachorros no conocían el espacio personal y les urgía ir al psicólogo porque su dependencia era demasiada.

Prácticamente se dormían y levantaban a la misma hora, comían lo mismo, cagaban y meaban juntos. Compartían mimos con él como si los dos fueran sus parejas y luego estaban esas tardes donde Claude observaba que los dos Alfas hablaban y compartían un entendimiento tácito y fraternal. Donde Mael sonreía mientras Caín decía algo y luego el lobo dorado se carcajeaba ante lo que sea que el lobo gris oscuro dijera.

Y así eran sus días dentro del Clan.

Hasta ahora no había noticias de Sarah, pero Freud ya había llamado dos veces diciendo que había perdido su rastro. Al parecer sabían que el Clan Eckzahn y El Rastreador estaban detrás de ellos –junto a toda la demás panda de idiotas que querían conseguir lo mismo que todos– así que mantenían a Sarah en constante movimiento.

Un domingo por la noche, Claude se giró para encontrarse a Mael recargado en la puerta cruzado de brazos. Odiaba admitirlo, pero era tremendamente apuesto.

—¿Vas a perdonarme?

—¿Quieres pedirle a Nero que venga?

—¿Para qué lo quieres?

—Dile que prepare su famoso plato de manitas de humano en vinagre. Si te lo comes y después pruebas el menudo, hummm... quizá te perdone un poco.

—¿Estás loco?

—¿Esa pregunta iba para ti?

El Alfa lanzó un gruñido y de un portazo se fue. Y así llegó el turno de Caín.

—Me imaginaba una clase de mafia súper aterradora sin sentimientos que iban a hacerme lo impensable. No un par de lobitos que vienen todas las noches a pedir perdón.

Caín meneó la cabeza, quizá diciendo "Sí y no, pero a lo mejor y sí". Algo que Claude no se molestó en entender.

—¿No te bastó con Nero? Puedo pedirle a Mili que te enseñe a rogar y gritar como cerdo.

—¿Tu hermana?

—Que no te engañe esa carita de niña tierna, es el diablo en persona.

—Sarah es así —Claude se encogió de hombros—. Caprichosa.

—Pues Mili no se queda atrás, una vez hizo un berrinche porque perdió uno de sus látigos favoritos.

—Mejor no te cuento la vez en la que Sarah lloró porque se le rompió un libro.

Se rieron por la plática que surgió de pronto y Claude se acercó a Caín.

—¿Qué relación tienes con Mael? Los dos se miran muy cercanos.

—Mael es hijo del antiguo alfa, yo soy hijo de su hermana, nacimos casi al mismo tiempo y nos criamos juntos. Tenemos un Pacto.

—¿Qué es eso?

CÓDIGO OMEGADonde viven las historias. Descúbrelo ahora