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«Aprendí a estar bien estando mal».

Levanto la mirada del celular luego de publicar el tweet. Mamá me observa y se lleva una cucharada de sopa a la boca.

Mi plato está intacto. Papá se acaba de ir y con él, los gritos y los llantos que siempre se ocasionan con su presencia.

Él es el vivido recuerdo que tengo de lo mal que la pasamos mi mamá y él con su presencia en nuestras vidas. Y él también es el culpable de todos mis traumas y problemas.

—¿No vas a comer? — ella pregunta y meneo la cabeza.

—No tengo hambre.

Ella asiente mientras se lleva otra cucharada a la boca. Tiene el pómulo hinchado y el labio roto. Su piel se ve seca y aunque es joven, se ve como si tuviera casi cincuenta.

—No te he visto probar un bocado de comida este fin de semana. — ella señala.

Me llevo el vaso de agua a los labios.

Cada vez que miro la comida me da asco.

—Sí he comido. — me defiendo, muy rápido porque noto que no me cree.

—Pues, yo siempre estoy aquí y no lo he visto. — dice, con tanta tranquilidad que me desespera.

—Pedí una pizza. — le miento.

—¿Con qué dinero si tu padre te canceló la tarjeta?

Me siento acorralado y me levanto de la mesa cuando el timbre suena.

Mamá me mira llena de confusión y yo le doy una sonrisa de boca cerrada.

—Es Valentina. — le digo y mamá asiente.

Abre la boca y rápidamente me apresuro a decir: — Tranquila, ella no te verá.

—No pude ocultar bien los golpes, Plutón. — dice mirándome a los ojos y yo rechazo el contacto visual: — Lo siento mucho.

—Nunca lo haces, mamá. — le digo, levantándome de la mesa y apretando mis puños cuando siento el ligero mareo que se apodera de mi cuerpo por la falta de alimento en mi sistema, pero aun así, forzó una sonrisa y camino hacia la puerta, pero en lugar de encontrarme a Valentina me encuentro a...

—Hürren. — digo con los labios apretados y ella pestañea repetidas veces dando un paso hacia atrás.

Entorna los ojos, arruga la cara y menea la cabeza.

—No debí venir. — dice, apretando los puños y dándose la vuelta con rapidez.

Me quedo estático sin saber qué hacer y recuerdo los últimos tweets que ella publicó y que me aparecieron en el inicio, porque aunque no la sigo, siempre me aparecen como si el algoritmo me odiara.

«Me siento culpable, aunque me repita a mi misma que no es mi culpa»

«Mentalmente, este año está siendo durísimo»

«POR QUÉ TENGO QUE SENTIR TANTO????????, me quiero arrancar los sentimientos»

«¿Pensará en mí?»

No le respondí a ninguno, pero sí los leí y aunque no quería, los analicé. Me di cuenta de que tal vez se encontraba tan mal como yo y que después de todo no era tan molesta como creía.

Había faltado a clases después de la bofetada. No la había visto y no había salido de casa, si no contamos las veces que Valentina y Daniel me obligaron a salir al parque a charlar un rato porque no era bueno encerrarme y sufrir en silencio.

Lo peor de todo era que yo lo sabía, pero no quería... no quería hacerlo.

¿Era egoísta porque quería dejar de lado a mis amigos solo para encerrarme en mi dolor? Me sentía casi como el tweet que escribió Hürren y por el que comenzó nuestra pelea.

La diferencia era, que por más que deseaba alejarme de todos, no lo hacía porque era consciente de que mis amigos no debían pagar por los platos rotos de otros. Por más que estaba jodido, intentaba darles lo mejor de mí.

Podía estar muriéndome por dentro, pero le daría un consejo a Miriam por su difícil y complicada situación amorosa, hablaría con Marco y Alexander de deportes, insultaría a las personas con Julieth solo porque se burlaron de su orientación sexual, la cual no entendía mucho, pero sabía que era pansexual, me reiría con Valentina e iría al boliche con Daniel.

Siempre los intentaría hacer felices, darles mi mejor cara y mi mejor consejo. No importa si estoy peor que ellos, siempre intentaré salvarlos, aunque eso me hunda aún más.

Y... «Al carajo». Dejo la puerta abierta y salgo corriendo detrás de la rubia que ya debe haber llevado más de una cuadra.

Siento que el pecho me vibra mientras corro y cuando veo su cabello rubio moviéndose de un lado a otro, grito: —¡Hürren!

Ella voltea el rostro y me ve. Su cara se transforma en un poema y en lugar de detenerse, corre con más fuerza.

—¡Maldita loca! — le grito, apresurando el paso y ella me saca el dedo medio sin dejar de correr.

—¡Deja de perseguirme!

—¡Tú fuiste la que apareciste en la puerta de mi casa!

—¡Porque iba a disculparme, pero ya no quiero así que detente y deja de seguirme!

Meneo la cabeza aceptando que está completamente loca y ella corre más fuerza, cruzando hacia el parque cuando se da cuenta de que no voy a detenerme.

Tampoco entiendo por qué la persigo. Es como si mis pies tuvieran vida propia y lo único que sé es que cruzo al igual que ella y que estoy determinado a no dejarla ir, no sé por qué razón.

Siento que la estoy alcanzado, tal vez la jale del cabello o algo parecido, ya que ella no parece querer detenerse. Las personas que están en el parque se nos quedan viendo y los saludos con una sonrisa de boca cerrada antes de volver a concentrar los ojos en la rubia que está casi a mi alcance y...

—¡Maldita seas, Hürren! — grito, dándome por vencido y brinco.

Brinco y solo sé que escucho un grito que sale de ella cuando la hago caer con mi peso. Rodamos sobre el pasto y lo único que hago es cerrar los ojos cuando mi cabeza procesa lo que acabo de hacer: «me lancé encima de ella».

Definitivamente, estoy más loco de lo que pensaba.

Abro los ojos y me encuentro con los suyos tan cerca. La boca se me seca y ella me mira a los ojos. Noto las pecas en su nariz, que está respirando con rapidez y que sus pestañas son impresionantes, al igual que el color disparejo de sus ojos.

Y luego mis ojos bajan sin control hacia sus labios y en mi cabeza aparece esa gran interrogación de que si son tan suaves y húmedos cómo se ven o no.

Lo que nunca quise escribir ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora