«Algo ha cambiado»
Eso es lo primero que pasa por mi cabeza cuando abro los ojos con una sonrisa en mis labios. No es que todos mis problemas se hayan solucionado, que mágicamente me sienta bien, que todo el dolor y el sufrimiento hayan desaparecido, es solo que... está bien tener un poco de calma en medio de la tormenta. Un poco de felicidad en medio de toda la tristeza.
Ya quiero dejar de sobre pensar las cosas, quiero dejar de llorar, de sentirme con este vacío y soledad a diario y más que nada, quiero dejar de sentir dolor. Quiero que el sufrimiento se acabe, quiero probar algo que jamás he probado: la felicidad.
Quiero ser feliz, genuinamente feliz y ahora me siento feliz porque no sé qué es lo que tengo con Hürren, ni siquiera sé si realmente me gusta o si siento más de lo que creo por ella, pero no quiero arruinar la pequeña pizca de felicidad que siento gracias a la persona más inesperada del planeta, así que elimino todos mis pensamientos y me levanto de la cama con una sonrisa.
Sí, estoy sonriendo en días y mentiría de forma bochornosa si no admito que soñé con el beso de Hürren. Con los besos de Hürren, porque nos hemos dado varios, aunque no hablamos sobre qué significan esos besos. Ignoro el miedo que eso me da y prefiero pensar que me he sentido como si fuera un niño conociendo a su superhéroe favorito: feliz y frenético. Muy frenético y hormonal.
Sí, pero no creo que un niño se pondría hormonal por su superhéroe favorito, así que descarto la comparación y me concentro en caminar hacia el baño para cepillar mis dientes y lavarme la cara.
Mientras lo hago, me pregunto si cuando ve a Hürren y estemos solos, puedo acercarme y besarla o debo preguntarle antes.
«¿Puedo abrazarla? ¿Me acerco y la abrazo escondiendo mi rostro en su cuello cuando la salude enfrente de su padre?».
No. Definitivamente, no haré eso y me veo en el espejo. Me siento ridículo, pero ridículamente feliz y creo que eso es un avance. Siento que nada podría acabar con mi buen estado anímico y me visto con la ropa que el padre de Hürren me ha prestado.
«Otra muda de ropa más», anoto mentalmente y camino hacia la puerta, la abro y un olor a pollo frito inunda mis fosas nasales.
Camino por el pasillo escuchando una canción de Avicii y cuando llego a la sala, me consigo la mesa con cuatro asientos arreglados.
Arrugo las cejas, porque solamente somos cuatro y de pronto la idea de que el profesor de francés venga hoy, no me aterra como debería. Escucho voces en la cocina y camino hasta ella, encontrándome solamente con el padre de Hürren que estaba mandando un audio de WhatsApp, antes de que pueda hablar, él se hacía hacia mí como si sintiera mi presencia y sonreía.
«Creo que no soy el único feliz hoy», pienso y él se acerca a mí.
—Espero hayas descansado. — dice — Hoy tenemos una visita.
—Vi el plato adicional en la mesa. — le digo y él palmea mi hombro.
—Compramos pollo, ¿te gusta el pollo?
—Sí. — le digo y él asiente.
—¡Qué bueno, porque vamos a comer muchísimo pollo frito!
Me río al ver su entusiasmo y ambos caminamos hasta el comedor, veo a Hürren llegando del pasillo y mis ojos se concentran en ella, no la persona que está detrás de ella.
Le sonrío a media y ella se sonroja. El padre de Hürren se me atraviesa, evitando que siga mirando a su hija como un idiota y...
—Permíteme presentarte a mi hermano, Plutón. — dice — Casi no me visita, pero yo sé que me quiere.
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Lo que nunca quise escribir ✔️
Ficção AdolescenteSoy Plutón Shevchuk y esto es lo que nunca quise escribir.