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Se siente extraño ir con mis amigos en el auto de Alexander, también se siente extraño que me sienta tan ligero después de besar a Valentina que curiosamente está a mi lado (creo que los muchachos lo hicieron a propósito) y me causa cierta tranquilidad que nuestros dedos se rocen mientras ambos miramos al frente. También se siente extraño que no vayamos tan apretados porque falta alguien y a ese alguien vamos a visitarlo en el cementerio.

Qué cambios da la vida.

Creo que mi valentía con respecto a enfrentar el hecho de que Daniel está bajo varios metros debajo de la tierra va disminuyendo mientras nos vamos acercando más. Al principio, todos hablábamos, pero ahora estamos callados, tal vez cada uno asimilando lo que estamos a punto de hacer.

Visitar a Daniel en el cementerio, incluso hasta pensarlo se siente irreal y se me eriza la piel de solo pensar que ya han pasado dos meses desde que se fue. Desde que partió de este mundo y quién sabe qué estará haciendo justo ahora.

Me quedo callado, sumido en mis pensamientos, hasta que el letrero de «Cementerio metropolitano» aparece en el campo de nuestra visión. Alexander disminuye la velocidad al punto en que casi el auto no se mueve y cuando nos estacionamos finalmente, ninguno se mueve.

Creo que es difícil hacer lo que estamos a punto de hacer. Mis ojos escuecen un poco, pero controlo las lágrimas y entrelazo mi mano a la de Valentina, asintiendo cuando ella me ve y es la primera en abrir la puerta y salir.

Me bajo del auto detrás de ella y después todos hacen lo mismo. Hacía falta tomar el primer movimiento para que todos nosotros lo hiciéramos también. Admiro la fortaleza de Valentina y no me percato en ocultar el hecho de que tenemos nuestras manos entrelazadas a mis amigos.

Siento que incluso las chaquetas no hacen nada por el frío que hay en el exterior. Alexander es quien le da los datos de Daniel al chico que nos indica cuánto debemos caminar para llegar a la tumba de Daniel y camino a paso lento junto a Valentina, teniendo retroceder todo mi progreso cuando experimente el dolor de ver el nombre de mi mejor amigo en una lápida.

Después de varios días, comencé a agradecer el hecho de que no tuve que verlo dentro de la urna, sin vida, porque sé que eso sí sería muy difícil de superar. El viento frío choca contra mi rostro y...

Es difícil. Cada paso que doy es difícil, cada pensamiento que me abarca sobre su muerte es difícil, el hecho de que vamos a visitarlo a un cementerio es difícil y cuando veo los rostros de mis amigos, veo cuán difícil es para ellos también.

Uno de los pasos más complicados en un proceso de duelo, es aceptar que quien ha fallecido ya no estará con nosotros. Creo que no hay una manera de afrontar el dolor, que no hay unos lineamientos que debemos seguir para superar el dolor. El chico señala la lápida con flores amarillas y un poco de césped. Nos miramos entre todos y...

«Joder, ¿por qué esto debe ser tan fuerte?».

—Al menos tiene la lápida más bonita del lugar, sé que él estaría feliz, por eso — dice Julieth cuando nos vamos acercando y es más visible en la lápida.

—Las flores combinarían con su pelo — musita Miriam entre sollozos y Marco la acerca a su pecho cuando ella rompe en llanto.

Dejo de tocar a Valentina, que también está llorando, al igual que Alexander, al igual que Marco e incluso Miriam que menea la cabeza diciendo «—No es justo, no es justo que te hayas ido». Camino hasta arrodillarme sobre la lápida y cierro los ojos cuando coloco la mano sobre la escritura con letras doradas con su nombre y su fecha de nacimiento.

—Hola amigo. — digo, con nudo en mi garganta — Aquí estamos todos reunidos por ti, estamos visitándose, aunque eso sea muy difícil para todos nosotros. Creo que cada uno de nosotros vive el dolor de tu perdida a su manera, pero hablaré por mi justo ahora, aunque siento que las palabras me queman la garganta: No puedo parar de pensar en ti; me atormento cada noche pensando en cómo te sentiste para terminar así. Me pregunto por qué no quisiste luchar más, por qué te diste por vencido, por qué no me buscaste y luego veo todos los mensajes y llamadas que me mandaste esa noche. — aprieto la tierra y la nieve contra mi palma: — Me llamaste doscientas veces, Daniel. Me enviaste cien mensajes y ninguno respondí. Yo fui quien te abandoné, pero tú también lo hiciste. Quiero decirte que nos rompiste a todos, no te importó el desastre que ibas a dejar. Solo nos rompiste, sin advertencias, sin cariño, te fuiste dejándonos así, deshechos. Partidos en cientos de pedacitos que quizás no logremos juntar nunca. ¿Sabías el desastre que ibas a causar? Claro que lo sabías.

»Espero, al menos, que hayas logrado la calma que siempre quisiste, sé que ahora yo la busco sin éxito, pero deseo que sepas que te perdonamos y que vamos a vivir por ti. Yo voy a vivir por ti.

Sollozo y levanto la mirada para ver a mis amigos y aunque todo se siente como la mierda, agradezco tenerlos en este momento. Agradezco que podamos compartir el dolor, que tenga a personas que me apoyan y me levanto, sacudiéndome las rodillas y abrazo a Valentina sin dejar de llorar porque me duele que mi mejor amigo ya no esté, pero sé que voy a superarlo.

—Vamos a superarlo. — les digo mientras acaricio la espalda de Valentina— Vamos a superarlo todos juntos.

Lo que nunca quise escribir ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora