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«Estar solo no tiene nada que ver con cuantas personas hay alrededor».

Le doy publicar al tweet que se me acaba de ocurrir y me levanto de la cama, pasándome las manos por el rostro, viendo la hilera de vasos con agua que he acumulado en la mesita de noche los últimos dos días.

Hemos tenido un fin de semana largo por un día feriado en Ucrania que tocó después del domingo. No he salido de mi habitación y he visto dos series de veinte capítulos.

Tengo ojeras y el horario de sueño alterado. Me rasco la nuca, bostezando porque estoy cansado, aunque técnicamente no he hecho nada productivo (si no contamos que me sé la comedia romántica de Hulú de Catalina la Grande, "The Great" y The Sandman, el ser cósmico que controla los sueños, es capturado y mantenido prisionero durante más de un siglo, debe viajar a través de diferentes mundos y líneas de tiempo para arreglar el caos que ha causado su ausencia de Netflix).

Salgo de mis pensamientos y veo que el celular me vibra con una llamada de Daniel entrante.

La acepto y lo coloco en altavoz.

—¿Qué quieres? — es lo primero que digo.

No lo sé. — responde mi amigo con voz afligida.

Me siento otra vez en la cama.

—Ok, eso acaba de preocuparme. — confieso, mirando el techo y las estrellas y cohetes brillantes, que se ven aún más cuando se apaga la luz.

A mí también me preocupa. — él dice y noto sus sollozos.

—Creo que sería muy tonto preguntarte si estás bien, tomando en cuenta...—

Él se ríe o al menos parece intentarlo.

¿Quieres que responda con sinceridad o le diga las mismas mentiras que les he dicho a todos? — me interrumpe.

—Te agradecería la sinceridad. — confieso.

Entonces, ¿puedo confesar que mi vida se está yendo al carajo?

—Sí. — me cuesta responder, pero lo hago.

Es un poco difícil para mí darme cuenta de que aunque me repita que las cosas estarán bien, no lo están y quizás nunca lo estarán.

—También lo es para mí ver a uno de mis amigos más alegres así, de este modo: tan triste y roto que me hace replantear si en verdad alguien es totalmente feliz.

—No sé si en verdad fui alguna vez la persona que aparentaba ser.

Arrugo mis cejas.

—¿A qué te refieres?

Que he tenido que estar así de mal para darme cuenta de que tal vez nunca estaba bien. — parece que respira con fuerza:— Jamás he estado bien.

—Daniel...— susurro.

—Te quiero Plutón, creo que nunca te lo he dicho. — él me interrumpe.

Me incorporo sobre la cama.

—¿Por qué me suena a despedida?

Porque tal vez lo es.

—Daniel, no. — siseo sintiendo los ojos cristalizados.

Quiero que sepas que no es tu culpa. — él solloza: — Y no tiene que ver con Miriam, quizás eso fue la gota que derramó el vaso y...—

—Tienes todo lo que cualquier persona querría. — le recuerdo: — No importa lo mal que te sientas, yo estoy aquí para ti.

Tengo todo, pero no lo que necesito.

—¿Y qué es lo que necesitas?

Paz. — él responde: — Quiero paz y quiero sentirme bien conmigo mismo, Plutón, quiero dejar de sufrir.

Respiro hondo y me muerdo el labio inferior. Ni siquiera me esfuerzo en contener las lágrimas ni los sollozos.

—Estamos tan jóvenes...— digo, como en un lamento, porque en verdad no sé qué decirle.

—Y tan jodidos. — él es quien responde por mí.

Miro el techo sin poder entender las emociones que me hacen doler el pecho y...

—Sé lo que se siente querer morir porque es algo que deseo casi todo el tiempo. — digo, con la voz entrecortada y solo se escucha su respiración pesada a través del auricular: — Sé lo que duele sonreír para que el resto crea que estás bien. Sé, más que nadie, el precio que muchas veces debemos pagar por los demás. Sé lo que es hacerse daño por fuera para intentar matar lo que sientes por dentro.

»Sé lo que es estar marchitándose poco a poco. Lo primero que haces es sentir una pesadez en tu cuerpo, cansancio, luego no quieres hacer nada, ni comer, ni levantarte de la cama. Comienzas a ver todo gris y eres incapaz de encontrarle el lado bueno a las cosas. Te sientes hundido, ahogado y derrotado. Lo único que piensas es en la manera de acabar con el dolor y en el fondo sabes cuál es la única forma de hacerlo porque duele, sonreír e incluso vivir. — tomo una bocana de aire mientras cierro los ojos: — Lo peor es cuando no eres capaz de pedir ayuda.

»Una vez está en tu cabeza la idea de que nadie entenderá lo que sientes y por qué lo sientes, es difícil hacerte cambiar de opinión y después, te conviertes en alguien que adora fantasear sobre su propia extinción y que finge algo que no es.

—¿Qué tan mal hay que estar para darse cuenta de que estás mal? — pregunta él, casi de inmediato, y me relamo los labios que me tiemblan por los sollozos.

—Debes estar a punto de explotar. — confieso — Tal vez es tu subconsciente intentando salvarte la vida.

—A veces en lo único que pienso.

Siento que los vellos del cuerpo se me erizan.

—¿En morir?

En suicidarme.

—Una vez leí que lo peligroso es tener un pensamiento suicida y no hablarlo. — le digo sintiéndome como un doble moral: — Y que quienes los tienen, deben entender que ese sufrimiento es temporal, que hay una salida.

—A veces no tienes fuerzas para buscar la salida.

—Pero debes intentarlo, Daniel, debes hacerlo porque tienes una vida brillante por delante. — le digo sintiendo el caos dentro de mí cuando solamente imagino el pequeño escenario de que él lo hiciera y cómo me afectaría: — Sé que es la misma mierda que dicen todos: "eres joven, te queda mucho por vivir", pero luego de un tiempo entiendes que es cierto y que no todo en la vida es gris.

Él se queda callado y yo también. Miro el techo, a la vez que las mismas palabras que dije se repiten en mi cabeza y no puedo creer que soy capaz de decir cosas como esas y sentirme... tan mal.

— Gracias por... ayudarme, Plutón. — él habla luego de un tiempo: — No sé qué estuviera pasándome justo ahora si no te hubiera llamado.

—Gracias por llamarme. — le digo, forzando una sonrisa. — Siempre que necesites estaré aquí, aunque esté mucho más confundido y derrotado que tú, en ocasiones. Tienes a alguien aquí que puede escucharte siempre.

Igual, tú cuentas conmigo Plutón — dice y se escucha más calmado — ¿Quieres ir al boliche?

Me relamo los labios y me limpió lágrimas antes de decir:

—¿Por qué mejor no vamos a la cancha y jugamos un poco? La verdad es que extraño el balón.

—Acepto la invitación. — dice Daniel con la voz afligida — Llego en diez minutos.

Lo que nunca quise escribir ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora