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El desprendimiento del alma es el último paso antes del reinicio. — Recuerdo lo que Daniel me dijo una vez — A mí, francamente, no me aterra la muerte, porque en ella tengo depositada la esperanza de que, después de ella, tendré una mejor vida que la tengo ahora.

—¿Entonces crees en el cielo, ese lugar de fantasía donde los espíritus se sientan en las nubes tocando arpas o flotando alrededor de un espacio nebuloso?

Él rodó los ojos al escuchar mi pregunta y se giró para verme. El cabello rubio lo cargaba desordenado, como siempre y los ojos azules le brillaron con diversión, aunque su tono voz se colocó completamente seria cuando dijo, reflejando todo lo contrario a lo que se veía en sus ojos:

—Prefiero pensar que después que morimos tenemos la posibilidad de seguir viviendo, renacer en otro cuerpo, dispuesto a seguir luchando que quedarnos en un bonito lugar por toda la eternidad.

—¿Entonces no quieres ir al cielo? — pregunté.

Él bufó.

—No quiero quedarme con esta vida, quiero experimentar otra. — contestó muy seguro: — No me gustaría vivir una eternidad recordando lo que tuve que vivir aquí, sería muy traumante para mí y una completa pesadilla.

—¿Deseas morir, entonces? — inquiero: — Para experimentar otra vida, no para ir al cielo.

Él suspiró.

—Es algo complejo, Plutón. — él soltó: — Pero la respuesta es sí, de todas formas no siento que sea algo extraordinario la vida que tengo aquí como para después andar extrañándola.

—A mí me da miedo morir y pensar en la incógnita que hay después de eso, porque no importa lo que se diga, no dejan de ser teorías conspirativas que no te garantizan nada seguro y no te preparan en lo absoluto — confesé: — Aunque eso no me cohíbe de desearla y pensar en ella, muchas veces, en realidad.

—Teniendo miedo de la muerte, entregamos la libertad de la vida — dice — Todos los demás hombres creen que la muerte es uno de los mayores males, pero yo no, pues, quién sabe, puede que la vida sea la muerte, y la muerte, la vida.

Rodé los ojos, y lo golpeé en el hombro.

—Ya dejemos de hablar de eso. — musité, sintiendo que los vellos del cuerpo se me erizaban: — Me dio miedo y estoy seguro que aún nos queda mucho por vivir para estar pensando en eso, aunque a veces queremos darnos por vencidos.

Él se carcajeó, meneando la cabeza.

—Aún nos queda mucho por vivir, — repitió y se levantó del césped tomando el balón entre sus manos y comenzando a correr hacia la cancha: — ¡El que llegue de último paga los helados!

—¡Si eres tramposo! — me quejé, levantándome y tratando de perseguirlo y llegar antes que él a la cancha, porque no quería pagar ningunos helados, pero, por supuesto que al final terminaría haciéndolo porque no era flash y él ya me llevaba muchísima ventaja.



Morir.

Muchas veces pensé en la muerte, pero nunca lo deseé tanto como ahora.

El dolor produce entumecimiento en todo mi cuerpo. El mundo me da vueltas y siendo que todo fue un borrón, porque el mundo pasa con tanta rapidez que es difícil captar para mi lo que está pasando.

En un momento siento que me estoy ahogando, en el otro que estoy asfixiándome y luego no siento nada. Realmente no siento nada y después el dolor se adueña de mi cuerpo otra vez. Es una especie de bucle y termino por quedarme estático hasta que todo el curso de mi vida se reanuda con rapidez.

Lo que nunca quise escribir ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora