Derrotado.
Así es como me siento. Eso es lo que siento, lo que invade cara partícula de mi cuerpo, pensé que estaba mejorando, pensé que podía tener una vida normal, pero he sido tan estúpido, tan idiota que me duele darme cuenta de que tal vez nunca podré ser el mismo desde el abuso que sufrí.
Creí que ya no me afectaría, que ya no dolería. Pero sí duele, sí es un gran suplicio, sí es una horrenda tortura que parece que no va a dejarme nunca y me hace tener un duro momento conmigo mismo lleno de preguntas que me torturan la mente:
¿Siempre va a doler así? ¿Nunca seré capaz de recordar esas cosas que pasaron sin que me afecten? Creí que ya no iba a afectarme porque lo había superado.
Entonces, una vocecita dentro de mí dice: «hacer como si nada hubiera pasado no te ayuda a sanar, porque nunca te enfrentarás realmente al problema, solo amortiguas el dolor, mintiéndote a ti mismo, Plutón».
Pero, francamente, prefiero mentirme a mi mismo que luchar contra lo que me pasa porque no sé cómo lidiar con ello. Entonces, justo ahí, me doy cuenta de que todo este tiempo estuve mintiéndome a mi mismo, porque no he progresado nada, porque no he sanado, no he encontrado la manera de lidiar con el asco y la impotencia que me da el simple hecho de que me hayan lastimado de esa manera, de que hayan abusado de mí. Pienso en mis miedos, con respecto a ellos, siguen ahí palpitando como un volcán esperando tener una erupción.
Entonces, me paso las manos por la cara, antes de acostarme, envolverme en las sabanas y tratar de dormir, pero cada vez que cierro los ojos, me encuentro con el rostro de Leo y su sonrisa gingival y ojos vacíos:
—¿Por qué te haces el digno, Plutón? Si sé que quieres esto tanto como yo.
***
Lo que más odio después de que las emociones me consumen y que la muralla que puse para soportar el dolor se derrumbe dentro de mí, es que debo me quedo en una especie de limbo. De que el dolor comienza a tornarse insoportable, de que los pensamientos negativos superan los positivos. De que parezco un robot porque si me permito reconocer mi tormento y sufrimiento, no podría soportarlo luego, así que no vivo, no pienso, no hablo, solo existo.
Me doy un baño porque me siento sucio y lloro debajo de la regadera mientras refriego mi piel con fuerza, luego intento encontrar la fuerza de salir de la habitación, pero no la consigo y vuelvo a acostarme durante no sé cuántas horas, hasta que vuelvo a despertar y me quedo en posición fetal, siendo consumido por mis pensamientos otra vez en una especie de bucle que se repite una y otra vez.
Me siento como los primeros días después que me di cuenta de todo lo que estaba pasando, pero ahora también se ha juntado el dolor que había estado ignorando, el dolor provocado con lo que me hizo papá, con lo que seguramente él le hará a mamá para desquitarse y...
Algo debajo de la puerta me hace fruncir el ceño, pestañeo porque pienso que es objeto de mi imaginación, pero no lo es.
Eso me hace levantarme de la cama y camino hacia la puerta. Son solo unos pasos y cuando llego, me agacho al ver una serie de papales doblados debajo de la puerta y tomo el puñado de ellos, con ambas manos, mientras camino hacia la cama y sobre ella, los tiro todos.
Agarro, el primero que llama mi atención, el más grande y abro mis ojos cuando leo:
No sé muy bien qué me hizo escribir esto, pero te quiero enviar 50 frases para que te sientas mejor, porque te odio y toda la cosa, pero no puedo dormir en paz si sé que estás sufriendo bajo mi mismo techo a unos pasos de mí.
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Lo que nunca quise escribir ✔️
Novela JuvenilSoy Plutón Shevchuk y esto es lo que nunca quise escribir.