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Siento los latidos de mi corazón desbocados, escupo la sangre que siento en la boca y no me paso las manos por el rostro porque me duele. Me paso las manos por el cabello y me jalo los mechones, abrazándome a mi mismo por el frío que siento y cayendo en cuenta de lo que he hecho.

Hui de casa.

Hui de mi padre.

Hui de lo que pasa.

Sé que es temporal y también sé lo que tendré que afrontar a partir de ahora. Miro mi celular y me abrazo a mi mismo, estoy detrás de una casa, titiritando del frío, lo suficientemente lejos para que no me encuentre mi padre si es que decide buscarme.

No quiero meter en problemas a mis amigos, así que ellos no son una opción. Sea el degenerado que sea mi progenitor, sigue siendo el jefe de policía y aunque no soy menor de edad, sé que los adultos que me reciban en este estado y en sus casas, podrían meterme en problemas.

Y es ahí, cuando me doy cuenta de que estoy completamente jodido.

Tal vez no voy a morir por los golpes de mi padre, pero sí por frío y tal vez por deshidratación y hambre.

Siento que llorar no me ayuda en nada, pero tontamente es lo que puedo hacer. Hui sin dinero, sin una tarjeta (tampoco es que tengo una) y el celular está que se descarga.

«Genial» Maldito internamente y entro a Twitter.

Creo que puedo hacer eso antes de morir, sí. Colocar algo que haga que el resto del mundo me recuerde e imagino que debe ser memorable.

Sí, tiene que serlo.

No voy a morirme y que lo último que haya escrito en Twitter sea una respuesta a Hürren porque...

«Húrren» el nombre me da vueltas en la cabeza y tal vez estoy atolondrado por los golpes, pero entro a su perfil. Justo ahora me da ganas de preguntarle cómo se siente por su abuelo y si tal vez las bromas que le he hecho o las cosas que me he dicho, la han lastimado.

Probablemente, me disculparía con ella y le pediría perdón por todo lo malo, porque lamentablemente es eso lo que ella provoca en mí.

«Qué extraño», admito dentro de mí y entro a la bandeja de mensajes privados.

Hola Hürren, te odio, pero no te odio como crees. Responde este mensaje, si quieres, da igual, estoy a punto de morir.

Le doy clic en enviar y muy tarde me doy cuenta de que soy un exagerado de mierda.

Su respuesta aparece.

¿Por qué dices que vas a morir?

Tecleo la mía.

Porque es la única dirección en la que va mi vida, además estoy herido y llevando frío.

¿En dónde estás?

Ni siquiera yo lo sé.

Aparece un número telefónico y ella escribe debajo de ese mensaje:

Es mi número de contacto. No me hagas arrepentirme y mándame tu dirección real.

La agrego y hago lo que me dice. Cada vez veo más borroso y ella manda signos de interrogación.

¿Qué haces tan lejos de casa, Plutón?

Ella pregunta en el mensaje. Le respondo rápidamente:

Hui.

Ella envía un emoji de una cara pensativa y luego escribe "Voy hacia allá".

No sé qué tan real sea eso. Solamente sé que cierro los ojos, me acuesto sobre una banca y tiemblo del frío que me llega a los huesos.

De pronto, las luces del auto que acaba de estacionarse frente a mí, me encandilan y me levanto de la banca, temblando. El corazón me late con fuerza cuando creo saber de quién se trata y es justo ahí cuando me doy cuenta realmente de a quién le pedí ayuda con todo lo que está pasando.

—Plutón. — dice ella, apareciendo en medio de la luz que proyectan los faros de su auto, abrazándose a sí misma al pijama de princesas de Disney que tiene puesto.

Se acerca lentamente, abriendo sus ojos al ver mi estado y...

—Por favor, no seamos enemigos justos ahora — le digo sintiendo un nudo en la garganta: — Estoy solo, metido en problemas y no sé qué hacer conmigo mismo.

Lo que nunca quise escribir ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora