Prólogo

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En un enorme palacio, donde los sirvientes se podían contar con los dedos de una mano se encontraba el emperador de Lee.

Solo, como de costumbre. Sin ciclos de calor, sin el cariño de su esposo, solo él y esas frías paredes rodeándolo.

Sumergiendo su tristeza en joyas, mirándose al espejo con tantos accesorios se sentía privilegiado por todo el diamante que poseía, justo como un lindo muñeco de cristal.
Lee Felix sólo quería ser un buen emperador para su gente y un esposo para su alfa, pero todo se había arruinado.

Ahora sin esperanzas de ser amado por alguien, sin ganas de una compañía, sin querer a alguien más a su lado, sus pálidos pétalos fueron teñidos por el hermoso carmesí de sus labios.

Entelequia-HyunlixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora