Capítulo 12

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Los rayos del sol trataban de colarse a través de las gruesas cortinas que decoraban con un toque de misterio esa alcoba. Sin lograr siquiera afectar el sueño de ese pequeño omega, quien yacía envuelto en una manta de lana con un aroma ajeno al suyo.

El calor que su cuerpo producía era lo que lo estaba atormentado. Sentía su cuerpo entumecido, sus labios hinchados y picazón en sus partes. Aún dormitando buscaba ese aroma casi inexistente que poseía esa suave manta. Al no sentirlo tan fuerte como al principio soltaba quejidos de descontento.

Su aroma cubría cada esquina de la habitación despertándolo molesto. Él no disfrutaba de su propio olor, por lo que deseaba poder sentir ese suave olor a rosas y fresas que poseía ese alfa. Su garganta estaba seca tal desierto y cada rose con el colchón provocaba espasmos en su cuerpo.

Había entrado en su ciclo de calor, después de unos largos cuatro años fue capaz de sentir la fiereza del deseo lascivo arropando su cuerpo. Sus manos eran tan torpes, no podía complacer esas partes que ardían por caricias obscenas, necesitaba de él.

Majestad.
—El secretario Yang se detuvo enfrente de la enorme cama que poseía esa pequeña persona. Él sabía bien lo que estaba ocurriendo, aún con la sorpresa del repentino celo acudió a él con medicinas en sus manos.

Hace cuatro años cuando el omega fue incapaz de tener esos ciclos de calor, los médicos del imperio visitaron uno a uno la alcoba de su majestad, sin embargo ninguno de ellos pudo encontrar la cura, hasta que una hechicera ajena a la situación dijo: "No podrá hacerlo, él no es su alfa. Su omega se a negado"
Después de aquellas palabras jamás se supo de ella, repentinamente, desapareció.

—Enviaré a algunas criadas en busca de su majestad, así él podrá cuidarlo en su celo.
—Seo Changbin, fue aquel con quien intercambié anillos, a quien mostré frente a miles de personas como mi alfa. Sin embargo, no quiero que esté conmigo en este momento.

—No. No lo molestes, debe estar ocupado en el oeste.
—Mintió. Felix sabe que lo más probable es que esté con ese omega, que ahora está en cinta.
Es sólo un ciclo de calor, puedo manejarlo con la medicina.

-

Aunque esa manta ya no poseyera ese aroma que tanto buscaba aún la tenía en sus manos. Observaba esos documentos desde la mesa en la esquina de su alcoba, la cual parecía abandonada. Llevaba esa manta a su nariz inconsciente, mientras leía cada una de esas hojas en sus manos.

El sonido de la puerta lo alertó e inmediatamente escondió la manta en su ropero. Tomó postura firme, entonces cedió el paso a su pieza.
Adelante.

—Mis respetos a la luz del imperio.
—Era de esperarse, Hwang Hyunjin.

Sintió esa picazón, otra vez. Las mismas ganas de abrazarle y ensimismarse con su aroma. Aunque respiraba con regularidad no podía ocultar lo que ya parecía ser, excitación. Nunca antes se había sentido tan promiscuo como en este momento.

—Majestad, traje los resultados de la investigación. Quería que fuera el primero en revisarlo, por eso me tomé el atrevimiento de venir hasta aquí.
—Pensó que había incomodado al menor por la forma tan extraña en que este lo observaba, es como si lo odiara hasta por existir.
—Luce muy bien hoy.

Felix, arqueando una de sus cejas, le miró. En su rostro se formulaba esa pregunta, que no había necesidad de cuestionar: "¿Qué dijiste?"
Se había equivocado, tantas veces lo mismo, pero es que no podía controlarse si lucía de esa manera.

¿Era siquiera real? ¿Cómo es que puede lucir tan perfecto en tanta sencillez? No había joyas, diamantes, nada de eso. Pero él brillaba, incluso más que todo aquello que tanto le gusta llevar. Amaba verle de esa forma, es como si fuese capaz de ver a ese Felix del cual se enamoró.

Se arrodilló ante esa figura que tanto enaltecía, sin decir una palabra, esperando ser castigado por su descuido. Pero este tipo de castigo no le molestan, no si ha hecho algo que lo hace feliz.

—Si te ordeno que me beses, ¿Lo harías?
—Se colocó en frente de esa figura que estaba de rodillas ante él. Notó su cuerpo tensarse al escuchar esa pregunta, no levantó su rostro, simplemente escuchó un murmullo que no fue capaz de descifrar.
—Está bien si no quieres responder.

—Dije que no tiene porque ordenarlo, sólo hágalo.
—Esta vez alzó su voz para que sus palabras llegaran a sus oídos. No negaría que estaba sorprendido por tan repentina pregunta, pero sea cierto o no, su respuesta sería la misma.

A pesar de que se trataba de él no esperaba esa respuesta. Tampoco la felicidad de su omega al escuchar decir aquellas palabras permisivas a su deseo. Tomó su mentón, sus manos sudorosas por los nervios, pues ni con su esposo era tan descarado como con este general. Cuando sus ojos se encontraron sintió tanta calidez que fue inevitable sentir un nudo en la garganta, fue entonces cuando decidió besar esos labios carmesíes que tanto llamaban a su atención.

Tan pequeño que era ese toque, pero tan grandes las emociones que arrastraba. Felix sintió todo tipo de seres en su interior, eso no podía ser mariposas. Era el celo que lo estaba azotando con todo lo que tenía comprimido. Acunó el rostro del general en sus pequeñas manos e hizo que este le mirara a los ojos.
Estoy en celo, ayúdame.

Obviamente recibiría una respuesta negativa. Hyunjin sabía que el Felix libre de celo jamás lo miraría de otra forma.

—Majestad, llamaré a Seo Changbin...

No era lo que quería. Lo quería a él, no se iba a detener a pensar porqué quería a alguien más que no sea su esposo, en estos momentos sólo quería que ese rubio de ojos oscuros tocara su cuerpo sin limitaciones.

—Para de hablar, si quisiera que estuviera conmigo no estuviera pidiéndotelo a ti. Ayúdame.
—Suplicó con una voz suave ocultando los jadeos que pedían salir de sus belfos.

Esos ojos color miel le miraban lastimeros, no quería negarse, aunque lo correcto sería hacerlo. Respiró ese aroma que tanto le gustaba, para entonces corresponder a Felix.

—Le ayudaré a liberarse, majestad.

Este le respondió con una hermosa sonrisa. Esa que tanto le gustaba. El pequeño lo arrastró hacia la cama, acto seguido se acomodó sobre esta. Hyunjin sólo le dedicaba una mirada que transmitía miles de palabras que Felix jamás descifraría.

—Desvísteme, pero antes esparce un poco de tus feromonas. —Ordenó.

Hyunjin sólo sonrió, él sabía que no podía hacerlo. En cambio, se retiró su chaqueta para dársela a él. Felix la recibió como si fuese la prenda más valiosa que sus manos pudiesen sostener.

—No puedo esparcir feromonas, espero que con esto le sea suficiente.

—Deja de ser tan respetuoso, simplemente, haz lo que quieras.

Entelequia-HyunlixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora