Capítulo 10

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Felix se dirigió al puerto, mientras que el secretario Yang regresó a la mansión Jun. El omega tenía en mente detener el cargamento del barco, pues el cargamento era sólo una cortina para esconder las verdaderas intenciones del marqués.

Cuando por fin pudo bajar de ese carruaje tan incomodo, notó que no era el único allí, el almirante Christopher Bang también se encontraba en ese lugar.
Este al notar la distinguida presencia se inclinó de inmediato, poco tiempo después lo puso al tanto de la situación.

Los barcos del marqués estaban siendo infiltrados en las embarcaciones del almirante, quien se encarga de trasladar las armas a los ejércitos del imperio. Estos utilizaban dicha ruta, e incluso el distinguido logo de dicha tripulación.
¿Cómo pudieron infiltrarse en una ruta como esa?
Fácil, con la ayuda de los caballeros de la frontera.

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Marqués...
—Trataba de despegar esos labios húmedos de su cuello, el cual ese alfa lamía y besaba sin cesar. Wooyoung estaba asqueado, al punto de golpearlo y salir de ese lugar, pero ese hombre sostenía sus brazos con fuerza marcándolos por la presión que ejercía.

—¿Debería marcarte justo ahora?
—Su cuerpo se tensó al sentir todas esas feromonas, estaba tan asustado por lo que ese alfa podía llegar hacerle. Hasta que una agradable figura los interrumpió.

—Señor, nos informaron a través de la línea que el almirante Christopher Bang se encuentra en el puerto.
—La mirada de ese caballero estaba posada en Wooyoung. No era el primero que veía en esa situación, pero sí deseaba que fuera el último.

El alfa se levantó de golpe provocando que ese omega cayera al suelo, no le importó en lo absoluto el estado del pequeño, incluso magulló sus dedos cuando se acercó a aquel caballero por más información. Él omega gemía del dolor al ver sus deditos sangrar.

—¡Ese maldito siempre está arruinado mis planes! Prepara un carruaje. —Ordenó.
—Jung Wooyoung, más te vale permanecer en este lugar si no quieres que pisotee todo tu cuerpo.

Entonces, no fue un accidente. Ese maldito alfa lo había hecho a propósito, el omega trató de calmar la ira que sentía, después de todo, debía permanecer ridículamente sumiso ante su señor.

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La situación en el puerto estaba siendo controlada por aquel almirante. Este revisó cada esquina de los barcos del marqués rescatando a todas las omegas y betas que se encontraban en el interior.

Felix quería ayudar, pero Bang se opuso. Buscó unas carpas y montaron una pequeña campaña para su majestad. Jamás permitiría que haga ese tipo de cosas, no en su presencia. El emperador no tenía opción, Bang estaba más familiarizado con los barcos, él sabría que hacer.

—Almirante Bang, escuche. —Rogó.
—Estas personas decidieron ser transportadas a otro territorio, es cierto, no es legal pero...

—Exacto. No es legal secuestrar personas, amordazarlas y encerrarlas en el barco mientras son sometidas por las feromonas de un alfa.
—Estaba molesto, demasiado. Pero controló su ira, pues tenía a su majestad a sólo unos metros, jamás lo incomodaría con sus feromonas.

Christopher suele encargarse del control de los navíos, también de la situación portuaria, lo que jamás le pasó por la mente es que quienes estaban a cargo antes de su llegada hacían ese tipo de hazañas, utilizando la ruta real para el tráfico de personas. Sin prestar atención a los 56 caballeros que estaban involucrados en el contrabando fronterizo.
Esto es un desastre. Suspiró cansado.

El sol se estaba escondiendo en el horizonte, mientras el cielo se teñía de un hermoso color carmesí. Felix tenía sus pies entumecidos por todo el tiempo que había permanecido en esa silla. Monitoreaba la situación desde su lugar, también conversaba con Christopher su próxima decisión, sin embargo esto no le era suficiente.

Estaba cansado, un bostezo se escapó de sus labios los cuales cubrió de inmediato. Iba a estirarse, pero un suave aroma familiar tensó su cuerpo. El general Hwang Hyunjin había hecho su entrada en un enorme y lujoso carruaje con el logo de la familia "Hwang" tras él diez carruajes le acompañaban.

Ni él había llegado a un lugar tan heroicamente. Este bajó de aquel enorme carruaje vistiendo un hermoso uniforme blanco con delgadas cadenas de plata, con un grillete en su mano izquierda y un recogido en su cabello. Fue sorprendente, pues nunca antes había visto esa espada en su costado, aquella poseía el mismo color del cielo.

El aroma dominante se hizo notar de inmediato, que Felix fuera capaz de sentirlo sólo significaba una cosa, él no se había percatado de su presencia. En el tiempo que han pasado juntos, que en realidad no es mucho, ha notado que ese general no desprende feromonas al estar con él, así que esta vez fue sacudido por completo.

Los caballeros se postraron ante él, lo habían hecho antes, ante su majestad. Pero con Hwang era diferente, sentían esa necesidad de hacerlo, ese temor corriendo por sus venas, no podían evitar sentirse sometidos ante tal absoluta persona.

"Juro ante usted majestad, luz de todo el imperio Lee, cumplir con cada uno de los requisitos para ser reconocido como caballero real y servir al imperio, de no ser así, moriré". —Repitió cada palabra escrita en aquel papel dorado que sostenía. Aquel era un diálogo familiar, pero en la boca de ese hombre fue una sentencia.
—Me pregunto cuántos de ustedes morirán en el día de hoy.

Esos ojos oscuros se posaron en los cuerpos de cada uno de esos caballeros arrepentidos. Sus cuerpos se estremecían al sentir dicha mirada sobre ellos, y a pesar de que gruñían por lo bajo no podían hacer nada ante tal autoridad.

—Christopher, ¿Qué harás con esta ruta?

El general Hwang había recibido un informe sobre la situación de parte del almirante, por lo que conocía bastante bien lo que acontecía en el puerto Jun.

—Cerraré la ruta temporalmente, no sabemos qué tan podrido está este lugar. En cuanto al contrabando fronterizo, el general Lee se hará cargo.

La conversación de aquellos alfas fue interrumpida por los quejidos de aquellos caballeros. No podían soportar la presión que Hwang ejercía sobre sus lobos provocando que algunas gotas de sangre se escurrieran de sus narices. Antes de que el alfa pudiera quejarse de los débiles que eran escucho una voz demandante que lo hizo saltar del susto.

—General Hwang, no sea tan cruel.
—Demandó aquel omega. La verdad es que él tampoco lo soportaba, era extraño, pues ningún alfa había sido capaz de someter a su omega.
El general inmediatamente se acercó hacia la figura que descansaba bajo la carpa y se arrodilló ante ella.

Que irónico, un alfa que hizo arrodillar a 60 caballeros imperiales sin siquiera mover un dedo se arrodilló ante un omega que jugaba con su arete.
No se trata de que ese omega sea el emperador, se trata del orgullo de un alfa, que obviamente Hwang desconocía al estar frente a ese omega de cabellos morados.

—Majestad. Merezco un castigo, no fui capaz de notar su presencia y saludarle apropiadamente, puede usted tomar mi espada y...

—Siempre exagerando, Hwang. No te condenaré por ser tan despistado.
—Río burlándose de ese alfa que aún permanecía de rodillas, con un semblante nervioso, sin mencionar que su aroma había desaparecido.

Entelequia-HyunlixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora