Capítulo 18

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Felix se encontraba sentado en una de las sillas de esa mesa abandonada en compañía del general Hwang. Ahora se le era un poco más complicado estar con él a solas sin sonrojarse, puesto que se le era incapaz no pensar en lo sucedido entre ambos. Además de no querer pensar en esa estupidez de que estaba predestinado a alguien más cuando se sentía tan bien con él.

Necesitaré tu ayuda.
—Sabía lo que se aproximaba, pero antes quería hablarlo con él. Lo que menos quería es que las personas a su alrededor terminaran lastimadas por su culpa. Felix tenía la firma de cada traidor en sus manos, tal vez esto le sumaba puntos... negativos.

—Puede contar conmigo.
—Aún sin conocer el plan, estaba dispuesto. Lo que sea que Felix hiciese él estaría ahí apoyándole. Sólo que esta vez estaba un poco sorprendido porque de la nada fue citado en privado.

—Habrá un enfrentamiento con los del reino vecino. Pero no quiero que preparemos tropas, tampoco quiero que lleves a tu gente. Sólo necesito la presencia de los generales allí.
—Aunque fuera difícil de aceptar, ese omega tenía todo bajo control. No necesitaba un ejército para terminar con lo aún no había empezado. Porque en este caso, hace uso de su intelecto.

—Majestad, ¿Está pensando ir al frente?
—Preguntó preocupado. Era lo que más temía. No quería que su hermosa persona tomara ese riesgo. No es que no lo crea capaz, es sólo que esa fuerza para ellos era desconocida, tampoco tenían claro su verdadero objetivo, así que sólo pensarlo le ponía los nervios de punta.

—No te preocupes por mí, sólo haz lo que te pido.
—Felix era consciente de que tanto duques como marqueses estaban presionándolo, también sabe que el principal en esto es el duque Seo. Quién tal vez convenció a su hijo para que este se casara con el omega.

—¿Qué hago? No puedo evitar estar preocupado.
—Sus ojos se llenaron de lágrimas que amenazaban con salir. Confiaba en él, en sus capacidades, pero la idea de que algo salga mal y este termine en mal estado le estaba carcomiendo.

Felix sintió ese nudo en su garganta al ver ese hermoso rostro con lágrimas humedeciéndolo, no lo pensó y simplemente lo abrazó con fuerza. Esa escena que quizás en el pasado le parecería ridícula de ver la estaba viviendo, no lo disfrutaba. Prefería escuchar un estúpido comentario de su parte que verlo preocupado por su bienestar.

Sostener ese cuerpo en sus brazos le molestaba. Sentía tanta fragilidad, como si pudiera desvanecerse en cualquier momento. No era lo mismo, no cuando las costumbres que adquirió con su esposo eran tan distintas. Changbin jamás se mostró vulnerable ante su presencia, quizás para no parecerle deplorable, pero un gesto de vulnerabilidad es algo que ese omega apreciaría. Pues tiene la oportunidad de por fin cuidar de alguien, de sentirse útil. A pesar de que se a autocriticado bastante por ello. Está en su naturaleza.

—Hwang, ¿Alguna vez hiciste una promesa?
—Este asintió oculto en su cuello, mientras disfrutaba del cálido abrazo y ese delicioso aroma que tanto le gustaba.
—Entonces sabes que no puedes romperla. He hecho una promesa que debo cumplir. Ayúdame.

-

Hace exactamente dos años Jisung fue secuestrado por primera vez. Recuerda que hizo todo lo posible para capturar a los secuestradores, pero estos desaparecieron como espuma. Le prometió que haría lo que estuviese a su alcance para librarlo de ese peligro. Trabajó durante tres pesados años intentando obtener pistas, ahora que lo ha conseguido no daría marcha atrás.

El enfrentamiento fue antes de lo esperado, varias bombas explotaron destruyendo todo a su paso. Sabía que no estaban solos, habían personas que juraron lealtad pero que a la primera oportunidad lo traicionarían. Los guardias encargados de la seguridad fronteriza se vieron gravemente heridos, algunos de ellos fallecidos. Todo había empezado, Hwang no lo pensó e inmediatamente tomó las riendas de su caballo negro hacia ese lugar.

Se dirigió a ese lugar envuelto en un delicioso aroma a cerezas. Para llamar la atención de su objetivo.

Al llegar allí, oculto entre las ramas de los árboles observó la situación. Justo como se lo había pedido al general Hwang, sólo estaban ellos enfrentándose a cientos de caballeros enemigos. Nunca había pisado un territorio tan peligroso como ese, todos tenían razón. Las voces, las feromonas, sus fuerzas. Estaba emocionado.

Tomó su arco y una sola flecha. Esta fue directamente al comandante de ese ejército dando en la parte izquierda de su hombro provocando su caída del caballo. Ahora todos se encontraban desorientados, ¿De donde había venido esa flecha?

El secretario Yang se acercó a ellos con lo que parecía ser el sello real, iban a firmar ese contrato, no querían que más personas resultaran lastimadas. Pero eso solo sucedería en la presencia de la excelencia.

Hwang estaba ansioso, tanto que no podía concentrarse. Él sabía que Felix asistiría minutos más tarde, pero el tiempo pasaba y él no aparecía. Estaban un poco cansados, a pesar de que son unos pilares, también eran seres humanos que tenían límites como cualquier otro.

Entonces dos personas aparecieron detrás de ellos. Parecían ser Felix y Jisung sólo que por las capas que cubrían su rostro no podían tenerlo del todo claro.

—¡Han Jisung! ¡He venido por ti!
—Ahí estaba él, aquel caballero que un día les brindó ayuda, ahora iba a cobrarles el favor. Tal vez su obsesión por el pequeño iba más allá de los límites.

Los caballeros seguían emergiendo, rodeándolos a todos sin dejar escapatorias. Ahí es cuando ustedes se preguntarían ¿Qué va a pasar?

—¿Qué es todo esto Felix? Pensé que saldríamos a un viaje a conocer el reino como solíamos hacer. ¿Por qué nos encontramos en un campo de batalla?
—Su vocecita se escuchó como si estuviese llorando, estaba asustado. Temía por lo que esas personas harían con ellos.

Antes de que el secretario se alejara lo suficiente fue tomado como rehén, ahora se verían obligados a entregarles a Jisung. Entonces Felix entendió qué tal vez no era buena idea actuar precipitadamente, confío demasiado en su propio juicio perjudicando a quienes quería por un sueño egoísta. Trató de cumplir una promesa que Jisung quizás había olvidado, arrastrándolo al peligro mismo.

Este no necesitó que lo pidiera, sabía que ese hombre lo pediría a cambio, así que caminó en silencio hasta él. Sintió como era arrastrado hacia un barco que desconocía, a un lugar ajeno al suyo escuchando las voces de quienes tanto quería luchar para recuperarlo.

-

—Jisung, mi amor, ya estamos a salvo.
—Comentó aquel alfa con cierta locura en sus palabras. Retiró aquella capa de un tirón llevándose una enorme sorpresa.
—No eres mi Jisung.

—Así es, soy el diablo.

Entelequia-HyunlixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora