Epílogo (parte uno)

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Bueno... ¿cómo empezar esto?

A estas alturas se supone que debería poder escribir un epílogo sin muchas dificultades. El hecho de que sea tan difícil quizá no me ponga en muy buena posición como escritora, ¿no?

Bueno, te voy a poner en situación.

Hoy hace exactamente cinco años que abrí mi tienda de ropa, y me ha ido muuuy bien. Y también publiqué mi libro Todo tiene su tiempo y... bueno, la editorial ha insistido en que le añada un epílogo.

Si te soy sincera, preciado lector o lectora, una parte de mí siempre creyó que cuando escribiera este epílogo sería pudiendo decirte cómo terminó mi historia con mi querida Mar-Mar, pero... supongo que las cosas no salen siempre como queremos. La vida nunca es tan fácil.

Y te estarás preguntando qué ha pasado en estos cinco años.

No te preocupes, toma asiento porque voy a ponerte al día.

Empecemos por mi pareja favorita, mis queridos Sasha y Owen. Creo que, a estas alturas, puedo llamarlos perfectamente los dos mayores apoyos de mi vida.

Ambos terminaron sus respectivas carreras, aunque solo Sasha ejerce de lo que estudió y trabaja como veterinaria. Por suerte para ella, encontró trabajo muy rápido en una veterinaria no muy lejos de la casa en la que vive ahora —desde hace cuatro años— con Owen. Él, por su parte, dejó atrás esos días de correr por el parque y vivir en una ruidosa residencia para dedicarse más a fondo al deporte. Sasha y yo no lo teníamos muy claro cuando nos lo contó, pero ahora trabaja como entrenador personal y, honestamente, se le ve mejor que cuando estaba en la universidad, así que me alegro por él.

Lo mejor de eso último es que trabaja con algunas famosillas y Sasha y yo podemos sonsacarle toooodos los chismes que queremos de ellas.

A Maddie, Yunan, y Olivia, por cierto, las vi hace unos pocos meses. Hacía tanto que no nos veíamos que casi no nos reconocimos, pero mi pelo es difícil de ignorar, así que terminaron acercándose a mí. Resulta que ahora ya no trabajan en la editorial. Ahora dan clases particulares de literatura, me alegro por ellas. Se les ve felices. Y me invitaron a un refresco, así que yo también me vi feliz. Todo perfecto.

También empecé a salir mucho con Abigail, mi compañera de instituto. De hecho, acepté su petición de ir al centro de estética donde trabajaba y empezamos a hablar, y hablar, y hablar... y de repente me di cuenta de lo mucho que la había echado de menos. Así que nuestra relación fue recuperándose poco a poco, semana a semana, hasta que, un año más tarde, Sasha, ella y yo nos volvimos inseparables.

En cuanto a Javier, mi exnovio, trabajaba en el gimnasio al que iba a hacer ejercicio de vez en cuando. Al principio, los dos nos ignoramos bastante el uno al otro. Sospechaba que era para no poner las cosas incómodas. Se suponía que ya no había rencores, pero era raro tenerlo tan cerca después de haberlo tenido tan lejos durante tanto tiempo. Y más ahora que él estaba avergonzado por haber sido un idiota conmigo sin verdaderas razones.

Fue él quien se acercó un día y me recomendó unos cuantos ejercicios para mi tipo de cuerpo. Unas semanas más tarde, me recomendó un ejercicio distinto. Unos meses más tarde, ya se quedaba conmigo en una de las máquinas y hablábamos con bastante naturalidad, como viejos amigos.

No fue hasta dos años más tarde que se atrevió a pedirme una cita.

No te voy a engañar, me sentí como si estuviera traicionando a cierta persona, pero... habían pasado dos años, quería ponerme a prueba, me sentía un poco sola... y, honestamente, me hacía ilusión. Además, después de todo ese tiempo yendo con él al gimnasio, después de hablar casi cada día por meses y meses, había vuelto a ver al Javier que había conocido en mi adolescencia, el dulce y bueno. Con el que había experimentado mi primer beso... y mi primera vez. Y no pude decirle que no.

Todo tiene su tiempo  -MarcAnne-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora