epílogo (parte final)

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**Narra Marcy**

Con los codos apoyados en las rodillas, todavía sentado en el borde de la fría acera, mis ojos no se despegaban del final de la calle.

En algún momento un taxi giraría por ese camino y dentro estaría ella, ¿verdad?

Pero llevaba aquí sentada lo que parecía una eternidad, mirand
o la carretera, y no aparecía nadie. Ni un coche, ni nadie andando, ni... ni nada. Intentaba mantener la esperanza, pero una parte de mí ya era consciente de que no iba a volver.

—Señorita Wu...

Levanté la mirada hacia el portero de mi edificio, que había estado ofreciéndome una chaqueta y un café durante casi todo el rato. Parecía algo preocupado.

—¿Sí? —pregunté, seguro de que no querría saber lo que tenía que decirme.

—¿Está segura de que no quiere esperar dentro? Está empezando a hacer algo de frío.

—No, gracias. —Sacudí la cabeza—. Estoy bien. Solo... esperaré un poco más.

Miré al frente cuando me dejó solo de nuevo. La caravana estaba aparcada al otro lado de la calle. Había comprado comida, sábanas e incluso me había pasado dos horas eligiendo decoración, cosa que detestaba profundamente, solo porque sabía que era lo que ella siempre había insinuado que faltaba en mi piso. Lo había comprado para que Anne se sintiera bien, a gusto, en casa, pero...

Pero... no iba a volver, ¿verdad?

Agaché un poco la cabeza al darme cuenta. Fue casi como una patada en el estómago, una verdad escupida a la cara. No iba a volver. Anne no quería irse conmigo. Tenía su vida aquí, tenía sus ilusiones y sus metas. Y yo no formaba parte de ninguna de ellas.

Respiré hondo y levanté la cabeza. No sé por qué me costó tanto entenderlo. En el fondo, ella misma me lo había dicho. No estaba preparada para una relación. No podía forzarla a irse conmigo. No podía obligarla a hacer algo que no quisiera hacer. Me puse de pie lentamente, preguntándome si yo estaba preparado para estar con ella. Quizá, en el fondo, tampoco.

El portero no dijo nada cuando me vio subiendo las escaleras hasta mi piso. Ya estaba prácticamente vacía, solo quedaban los pocos muebles de los que quería deshacerme. Recorrí mi alrededor con la mirada. Había pasado un tiempo en esa casa, pero no había llegado a encariñarme de ella. De alguna forma, abandonarla hacía que me sintiera bien. Que me sintiera viva.

Saqué el móvil de bolsillo por algún motivo que ni yo mismo entendí. Creo que una parte de mí esperaba ver un mensaje o una llamada, pero la otra tenía claro que no la habría. Por eso no me sorprendí en absoluto cuando vi que los únicos mensajes que tenía eran de mi hermana o mis padres. E incluso alguno de Olivia, a quien se le había pasado un poco el rencor de haberlos dejado tirados y me deseaba suerte en mi nueva aventura indisciplinada.

Anne no me había dicho nada, claro.

Un músculo se tensó en mi mandíbula cuando dejé el móvil lentamente sobre la encimera. No sé cuánto tiempo pasé así, pero de pronto alguien se había acercado a mí.

—Señorita Wu —me sonrió el portero con educación—, he pensado que, quizá, si tiene prisa por irse... podría dejarme el recado a mí y le avisaría en caso de que la chica que siempre viene a verlo pase por aquí y...

—No hace falta.

No quería estar pendiente todo el día de si ella había pasado o no. No quería pasarme la vida pensando en si se habría acercado a despedirse o no. No quería torturarme a mí misma de esa forma.

Todo tiene su tiempo  -MarcAnne-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora