60. EN OTRO MUNDO...

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Todo ocurrió un día gris, las aves hacía poco que habían emigrado buscando tierras más cálidas, el clima otoñal de la montaña era muy frío, en seguida los campos, los tejados y las montañas quedaron cubiertos de nieve.

A Ella no le molestaba aquel solitario y silencioso paisaje, más bien le parecía hermoso a su manera, al fin y al cabo  era el pueblo que la había visto crecer desde pequeña ¿Cómo le podría parecer aburrido o insípido?

: Abuela- dijo la chica desde la entrada- Saldré a pasear por el bosque, volveré pronto.

: Está bien-contestó la anciana- pero asegúrate de estar en casa a la hora de la cena.

No era extraño que Ella saliese a caminar por los alrededores, solía hacerlo cuando quería estar a solas y dedicarse un momento a sí misma.

Cuando la joven vio el lago helado sintió nacer en su interior un fuerte deseo de tocarlo, ni siquiera ella misma supo muy bien porqué, quizá era esa capa de hielo fina y trasparente que lo hacía parecer tan limpio, lo bonitas que quedaban las montañas nevadas retratadas en sus aguas claras o igual fue el propio hielo el que la llamo entre susurros.

Ella siguió caminando hacía el centro hasta que escucho unos fuertes crujidos que provenían de debajo de sus pies, cuando se quiso dar cuenta ya era muy tarde, la sólida capa se agrieto y al instante se partió.

Lo primero que sintió fue un frío paralizador que se agarraba con fuerza a su piel, después vino la desesperación por mantenerse a flote y lograr volver a subir a la superficie, cuando esto fue en vano llegó el agotamiento.

La chica gritó, pidió ayuda a los humanos, a  las montañas, al viento e incluso a las aves que ya habían emigrado, pero nadie pudo escucharla.

Después de permanecer un tiempo luchando contra el clima gélido y su propio cansancio Ella desistió y se hundió en el lago helado.

Sus recueros se disolvían en el olvido y la sensación de perderse era asfixiante.

Poco después su abuela la encontró,  era demasiado tarde, su cuerpo ya no tenía alma, estaba vacío, frío e inerte.

La noticia afligió a  los habitantes del pueblo, era un sitio pequeño y todos habían visto crecer a Ella.

Nunca tuvo una presencia notoria, era más bien discreta y callada pero a su misma vez decidida, no solía ser muy expresiva pero su sencillez llegaba al corazón de sus allegados.

El pueblo se vistió de luto, una vida joven se había perdido aquel día gris.

No había sido un día raro, la mañana había concurrido con normalidad entonces ¿Porqué? ¿Por qué no vio el peligro? ¿Porqué quiso caminar por el lago helado? Se preguntaba la joven mientras su ser, su espíritu y su todo se dispersaba, dejándola vacía más allá de lo explicable y lo físico.

No quería perder todo lo que le había costado tanto tiempo reunir, sus montes, el invierno, la primavera, las hojas caídas, las flores, su abuela, sus amigos, el perro de la vecina, su cabaña de madera, la nieve, la belleza del mundo...

No quería desaparecer o convertirse en cenizas, así fue como Ella vivió.


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