4.EL LAGO HELADO

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Los siguientes días pasaron lentos y monótonos como los dedos de un viejo pianista por su instrumento. Ella se dedicó a hacer de la cabaña su hogar , consiguió comida sin problemas, cazando peces en el riachuelo y comiendo frutos que ya había visto antes.

" incluso aquí hay moras" pensó la joven.

Las noches eran cálidas gracias al fuego  que mantenía su llama encendida y las tardes se basaban en investigar el entorno. Incluso se aventuró a ir más allá del riachuelo pero esto no la llevó a ningún lado.

La chica disfrutaba de la naturaleza y lo que esta le ofrecía , pero aún así se sentía vacía, desde su llegada no había mediado palabra con nadie, no le importaba estar sola pero sentirse sola era distinto.

Se encontraba en una primavera brillante pero parecía un otoño. Por mucho que se esforzaba en hacer de aquella cabaña su casa era como si cada vez se perdiera más. 

De vez en cuando Ella sentía un profundo dolor en el pecho y se derrumbaba, en su mente se repetía " estoy aquí" " no me he ido a ningún lado" para tranquilizarse pero su alma no tenía consuelo. Había sido olvidada así como Ella había olvidado sus propias raíces y solo podía marchitarse. 

Cuando esto ocurría podía entrever algún recuerdo de su misterioso pasado, nieve, una gran montaña, perros tirando de trineos, su abuela con esa expresión de sabiduría tan característica suya , a sí misma sonriendo y con sus amigos , una sensación de frío intenso  y un hermoso lago.

Aunque no los sintiera como suyos era un avance acercarse a sus recuerdos, no tenían matices, eran pequeñas escenas rodadas como una película.

" ¿ sería feliz? " se preguntó con cierta nostalgia.

Ella tampoco era el tipo de persona conformada que no actúa, decidió que no podía continuar así , necesitaba respuestas que la guiasen a su hogar, su verdadero hogar.

Recogió los objetos más importantes, cerillas, agua, algo de alimento.. y marchó hacía su peor pesadilla. Podría acabar en las fauces de alguno de los seres o algo peor pero no tenía otra opción y por mucha valentía que tuviese nada curaba la enfermedad del miedo que se extendía por cada pensamiento de la chica.

Mientras recorría el camino dejó sutiles marcas que solo Ella podía ver por si acaso debía volver de nuevo a la cabaña.


Se fijó en las plantas que nacían entre el bosque, algunas daban frutos extraños que aunque parecían apetitosos nunca se atrevió a probar, algunos troncos de árboles tenían setas de distintos tipos encima, las flores brillaban con intensos colores sin tener miedo de mostrarse al mundo y los pájaros tocaban pequeñas tonadas.

Una vez frente a la entrada del reino, la chica entró , sin cubrirse ni esconderse, tal y como era dejó verse. Los seres la miraban escandalizados, por su parte la chica no les devolvió la mirada pues tenía miedo de apartar la vista del frente  encontrarse con una bestia y no poder seguir su camino.

Así fue como llegó al Reino del Sol.


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