CAPÍTULO 29

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Dalia


La cacería que Rhett empezó con todos los que nos traicionaron era adrenalina pura, íbamos por ahí dejando cadáveres a nuestro paso, descabellado y siniestro para algunos, pero para nosotros era nuestra vida, lo que somos y siempre seremos. Hace tiempo que personas como nosotros hicimos un pacto con la muerte, en el que le enviaríamos una cuota generosa, a cambio ella prometía llevarnos rápido y sin dolor cuando sea nuestro debido tiempo.

Ver morir a cada maldito que se atrevió a ir en contra de mi rey ha sido mi nuevo pasatiempo favorito. Rhett tenía una manera muy indulgente de matarlos, si así lo querían llamar algunos, dándoles la oportunidad de vivir o morir, claro, que en su juego nadie nunca sobrevivía, pero de eso ellos no eran conscientes. 

*****

Tres hombres golpeados, amordazados y amarrados a sus sillas serán hoy condenados. Tres hombres que no solo ayudaron a encontrarnos, sino que también nos dispararon, grave error.

—¿Están listos, muchachos? —pregunta Rhett poniendo la pistola justo en medio de la mesa.

Los ojos de los tres revolotean y se llenan de esperanza, puedo predecir que en sus mentes se deben estar formando mil planes de cómo hacerse del arma, asesinarnos y escapar. Lo que ellos no saben es que por mucho que lo intenten, no saldrán con vida de aquí. No sin que yo los mate primero, o Rhett, o alguno de nuestros hombres detrás de la puerta.

—Les haré unas sencillas preguntas de las cuales dependerán sus vidas. El arma que ven en la mesa tiene tres balas —eso es falso obviamente—, por cada verdad que me digan saltaré su turno de dispararles y veremos quién queda de pie al final. Les diría que tienen elección, pero la verdad es que malditamente no la tienen. —Me mira sonriendo, sus ojos expresan más que solo sed de sangre, hay pasión, lujuria y deseo, sí, somos retorcidos—. Comencemos. ¿Hay alguien más involucrado en el ataque que sufrimos?

Los tres se miran y uno de ellos afirma con la cabeza deprisa. Rhett toma el arma y dispara al hombre al costado del que habló, la bala entra y sale de su cráneo haciendo un gran estruendo, sus sesos esparcidos en la pared indican claramente a los otros dos restantes que es hora de rezar, uno de ellos se orina en sus pantalones y el que habló solo cierra sus ojos, tal vez encomendándose a su creador, quién sabe.

—Tendremos que mandar a pintar todo de nuevo cuando terminemos —comenta con esa voz tan sensual que tiene, me remuevo apoyada en la puerta, deseando que esto acabe pronto para poder saltar a sus brazos—. Bien, ahora continuemos. ¿Recibieron dinero por mi cabeza? —El que se orinó niega y Rhett quita la mordaza de su boca—. Habla.

—No, señor. —Tira del gatillo y una vez más tenemos otra mancha de sesos, piel y sangre en la pared y, no hablemos del suelo. Está claro que estos pobres animales no sabían nada. Otra mujer en mi lugar ya estaría vomitando yo en cambio estoy mojada de solo pensar en lo que haremos cuando se termine el interrogatorio/ejecución.

—Buen muchacho.

—Gracias, señor. Prometo nunca más fallarle. Mi vida es de usted.

—Ese es el problema con ustedes, creen que sus vidas les pertenecen. Dalia... —me llama entregándome el arma en mis manos—. ¿Jugamos?

—Siempre.

—Apunta y dispara, nena. ¡Hazlo! —anima mientras guía mi mano hasta la sien del hombre, este grita y suplica piedad, pero aquí con nosotros nunca la tendrán.

Jalo del gatillo no una, sino dos veces mirando fijamente a Rhett, retándolo a que tome lo que es suyo. Él hace lo de siempre y con un solo movimiento me tiene contra la pared, reclamando mi cuerpo con sus manos, besando mi cuello mientras se deshace de mi ropa, aprieta mi cuello tan fuerte que la respiración se me vuelve dificultosa, pero no al grado de ser peligroso o, tal vez sí lo es, pero a mí me gusta. Muerde mis labios y cuando ve una gota de sangre salir de ellos por fin me deja y vuelca su atención a mis senos.

RULETA RUSADonde viven las historias. Descúbrelo ahora