CAPÍTULO 18

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Dalia

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Dalia


—Mi rey... despierta... —susurro a sus oídos y este intenta abrir los ojos sin éxito.

—Dalia... —Jenny toca la puerta a medio abrir.

Extrañada la miro, porque nunca antes me había tuteado.

—¿Qué sucede?

—Debes escapar —me advierte temblando de miedo.

Me levanto de la cama y camino hasta ella, tomo su mano tratando de calmarla, pero puedo ver que su miedo crece más con cada bocanada de aire que toma.

—Dime... ¿Qué es lo que pasa exactamente?

—Ella es mala. No tendrá piedad de ti.

—¿De quién hablas? ¿A qué le tienes miedo?

—Yo le estoy agradecida al señor Johnson, desde que llegué a su casa no ha hecho más que protegerme —exclama y mi curiosidad aumenta.

—Jenny...

—Me matarás y está bien, voy a aceptar mi destino.

—Debes explicarme las cosas porque estás hablando incoherencias.

—Soy yo... Dalia —confiesa y se arrodilla a mis pies, en medio de lágrimas aun tomando mi mano—. Yo los traicioné.

«No. Esto debe ser una broma».

La suelto de golpe y ella termina de caer al suelo llorando. Camino por la habitación una y otra vez. Nada tiene sentido ya. Confié en Jenny ciegamente, bajé mi guardia a su lado y es quien nos traicionara.

—¡¿Desde cuándo?! —le grito con todas mis fuerzas y se encoge de miedo.

—Ya no hay tiempo. Mátame, pero por favor salva a mi hijo. Rojas lo tiene. Yo no tenía opciones. Debes escapar con el jefe.

Contemplo el rostro de Rhett, por mucho que trato de encontrarle sentido a las palabras de quien hasta ahora creía que era mi amiga, no puedo hacerlo. En mi cabeza hay miles de posibilidades, pero tengo que escuchar la verdad de su boca. No creo que ella sea una traidora, me niego a hacerlo.

—Por favor, deben irse ya —suplica.

Tomo mi FN 509 con silenciador de debajo de la almohada de Rhett y le apunto en la cabeza.

—Dime la verdad.

—Renata y yo somos hermanas... o bueno, medias hermanas. Mi madre un día simplemente amaneció muerta, yo no entendía nada y nos fuimos con mi abuela lejos de casa, pero ella enfermó y antes de morir me confesó la verdad de quién era mi padre. Dalia, entiéndeme, ella iba a matar a mi hijo si no venía a espiar al jefe. Nunca pude hacer lo que me pedía porque el señor era bueno conmigo.

RULETA RUSADonde viven las historias. Descúbrelo ahora