CAPÍTULO 33

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Rhett


Con solo la luz de la luna la miro dormir envuelta en mis sábanas y tengo la sensación de que algo malo se avecina. No voy a permitir que me la arrebaten, no ahora que estamos tan cerca de... la plenitud. Nunca creí encontrar a alguien como ella y aquí está ahora, en mi casa, mi cama y en mi corazón. Tomo lo último del whisky en mi vaso, me levanto del sillón cuidando de no hacer ruido y salgo de nuestra habitación. No puedo vivir en un mundo sin ella y así deba arder todo Chicago para impedirlo, lo haré. Marco el número de Carlo, mi capitán y espero.

—Reúne a todos, los quiero ver en una hora en los muelles.

—¿Puedo preguntar, jefe?

—Vamos a ir de cacería.

—En una hora nos vemos entonces, señor.

Cuelgo y mi mirada es atraída hasta la habitación de Dante. Las luces coladas desde su puerta cerrada me llaman la atención, por lo que camino hasta allí. Intento abrir, pero nada. Luego escucho un grito, un grito que hace que reaccione arremetiendo la puerta con una patada, esta se abre de par en par y lo veo tapándose la boca y llorando.

—Hey... —digo y este sale de la cama corriendo a resguardarse detrás de la silla a un lado de su ventana—. Dante, tranquilo, soy yo.

Este me mira aterrado, extiendo mi mano, la toma dudando en un principio, pero luego se abraza a mi cintura y empieza a llorar.

—¿Qué sucede, Dante? Puedes contarme lo que sea, ¿de acuerdo?

—Lo siento —dice limpiando sus mejillas y escondiendo su rostro.

—Está bien llorar algunas veces. —Me siento al borde de su cama—. Ven aquí y dime qué sucede.

—No es nada, solo una pesadilla.

—No me gusta que me mientan.

Sus ojos desorbitados miran sus pies y sé que tiene una batalla interna por confiar en mi o no.

—Me da miedo la oscuridad... —Traga en seco y sé que esto es imposible para él.

—Gracias por confiar en mí, no hace falta que continúes, lo sé todo, después de todo soy el jefe, ¿recuerdas?

Frotando sus manos asiente, parece que volverá a llorar, pero no lo hace, en su lugar me mira.

—Un día matarás a todos ellos, esa es la única razón por la que siguen con vida ahora. No podía quitarte tu derecho a la venganza.

—¿Co-cómo? —balbucea sorprendido.

—Empezarás a entrenar conmigo, te enseñaré todo lo que sé y te prometo que dejarás la puerta abierta y la luz apagada, no hoy, no mañana, pero lo harás y ya no tendrás miedo nunca más.

—¿Mi mamá lo sabe? —dice refiriéndose a Dalia, nunca antes lo había escuchado llamarla así.

—La tuve que detener para que no descuartizara ella misma a esos cabrones.

—A veces sueño con ellos.

—Será difícil, niño, todos tenemos demonios por dentro, está en nosotros decidir si dejar que nos destruyan o hacer de ellos nuestros aliados.

—¿Cómo lo sabe?

—Porque yo también tengo los míos, ahora son mis amigos, hubo un tiempo en el que también me despertaba aterrado por las noches, no pasé por lo mismo que tú tuviste que pasar, lo mío fue diferente, yo vi morir a mi abuelo, y poco después mi madre corrió con la misma suerte, son cosas que uno nunca olvida.

—¿Qué hizo con los que le hicieron daño?

—Los maté uno por uno, algunos mientras dormían, a otros con mis propias manos. No te digo que está bien, pero ahora formas parte de este mundo y debes aprender que eres el cazador o la presa, y en nuestra familia somos cazadores, Dante, recuérdalo siempre.

—Sí.

—Ahora vuelve a dormir, debo ir a atender unos asuntos.

—Disculpe... ¿Es fácil?

—¿El qué?

—Disparar.

—Yo nací con un arma bajo mi almohada, era mi segundo juguete, a partir de mañana también será el tuyo —menciono removiendo sus cabellos—. Es muy fácil, ya lo verás, lo difícil al principio es entender que con un arma tienes el poder de decidir sobre la vida de los demás.

—Habla como si fuera mi padre. —Se calla asustado de lo que acaba de decir en voz alta.

—¿Y quién dijo que no lo soy? —Sus ojos reflejan devoción—. Ahora duerme, que mañana es día de clases.

Dante me abraza una vez más y trepa por su cama para meterse entre las sábanas. Mientras se pone cómodo, salgo de la habitación cerrando la puerta detrás de mí. Él también es mi familia ahora, mi hijo, y también debe ser protegido.

Cuando llego a los muelles me complace ver a todos mis capitanes y soldados reunidos. Creyeron que podían meterse con nosotros, es hora de recordarle a la gente quién manda aquí. 

RULETA RUSADonde viven las historias. Descúbrelo ahora