CAPÍTULO 20

808 53 5
                                    

Jenny

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Jenny


Mis manos temblorosas tocan el arma de mi amiga y aunque no dudo cuál será mi destino, tengo que apelar al lado humano que sé que ella posee y rogar por su protección para mi hijo, yo ya no importo.

Mi hijo. Esas dos palabras a veces suenan tan extrañas en mi boca, que parece lejano el día que lo sostuve en mis brazos. Su cumpleaños número ocho será pronto y solo quiero irme sabiendo que estará bien. Dios es mi testigo de que quise salvarlo, pero no pude traicionar a las únicas personas que me han tratado como a un humano en estos años. Cuando mi abuela murió quise encontrar a mi familia, pero nunca me imaginé que lo que encontraría sería un infierno a manos de mi propia hermana. Fui violada desde los doce años en reiteradas oportunidades por órdenes de ella, después mi hijo nació y cuando tuve la fuerza suficiente para intentar escapar ya era demasiado tarde.

«—Voy a ser fuerte por ti. —Beso la frente ensangrentada de mi bebé recién nacido.

Sus manitas son tan chiquiticas y sus ojitos tiernos pueden despejar el cielo más oscuro. Se remueve en mis brazos dando pequeños bostezos.

«Eres fuerte pequeño, tan fuerte como yo quiero ser».

—Ya nació tu bastardo —dice, y el miedo me invade.

Sostengo con fuerza a mi bebé en mis brazos y mi pecho agitado le dice que le temo.

—Hermana...

—Te he dicho hasta el cansancio que yo no soy tu hermana. ¡Eres una simple bastarda! Nunca debiste venir a buscar lo que es mío.

—Yo solo quería una familia —respondo entre lágrimas.

—¡Pudiste ir a otra parte a buscarla, no aquí!

—Él no sabe que yo existo. —Apelo a la ignorancia de mi progenitor con respecto a mi existencia.

Ella sabe que es verdad porque nunca fue capaz de decirle que yo estaba en la finca esperándolo. No entiendo por qué me odia tanto, por qué me ocultó y por qué... hizo lo que hizo conmigo.

—Y nunca lo sabrá, por lo que a él respecta tú no existes y eso nunca cambiará, al menos si quieres a tu hijo respirando.

—Déjame ir y no volveré jamás, lo juro —imploro entre lágrimas.

—Claro que te irás de aquí, pero antes debes hacer algo por mí».

Y cumplió con su palabra. Tres días después me encontraba en uno de los camiones de mi padre con solo un objetivo en mente; recuperar a mi hijo con vida.

La puerta se abre de golpe y escucho a mi amiga y a mi jefe, al hombre que he visto matar tantas veces como follar. Pongo el arma en mi cabeza con toda la intención de no darle opciones a quien yo considero la única amistad que he tenido en mi vida.

Una lágrima recorre mi mejilla cuando ambos me ven sin dar crédito a mis acciones. Dalia suelta al jefe, este le atrapa la mano y la jala hacia él, se lo agradezco con una sonrisa.

—No... Jenny. —Miro a Dalia y parece desesperada cuando habla. Lucha contra el jefe para que la suelte, pero su agarre es más fuerte.

—Sé que lo que hice no tiene cabida en su mundo, pero quiero pedir una vez más su protección para el ser más importante en mi vida; mi hijo.

—¡No! —grita mi amiga cuando ve mis intenciones.

—Debo hacerlo —aseguro, temblando por el miedo que siento.

—Te perdono —intercede Dalia agitada—, ambos te perdonamos.

—Gracias, pero si lo hacen, yo los condenaré a ustedes.

—No tomaré tu vida —habla el jefe sin mirarme.

—Esta es mi elección, a cambio les entrego a mi muchacho —declaro titubeando.

«Papá llegará a casa mañana de su viaje de negocios, mi hermana es buena conmigo, me ha dicho que es mejor que le demos la sorpresa de que estoy aquí y de quién soy, confío en ella. Siempre he querido una hermana. Es tan bonita.

Lo único que no me gusta es su novio que parece un matón, pero lo ama y no estoy segura de que él sienta lo mismo por ella. Lo he visto esta tarde salir del cuarto de lavado junto a la chica que hace la limpieza, él no me vio, por suerte».

—Renata no es quien mueve los hilos. En la cama de mi habitación les dejé dos cartas, una es para ti, amiga, donde te explico todo —confieso mirándolos a los ojos—. La otra carta es para mi hijo. Por favor encuéntrenlo y vénguense por mí.

—Lo haremos juntos... nos vengaremos de ella —promete el jefe.

Cierro mis ojos y pienso en mi pequeño. Puedo sentir sus manitas apretando la mía, su cara risueña y el viento removiendo nuestros cabellos.

—Sabes quién soy. ¿Por qué me pides que me haga cargo de tu hijo? —pregunta Dalia tratando de controlar sus lágrimas.

—He visto lo que eres capaz de hacer y sé que no te detendrás nunca con él. —Camino hasta ella y le entrego el papel con el número que poseo de la familia que tiene a mi hijo.

—Estoy en deuda contigo, gracias —dice el jefe sonando controlado y tranquilo.

Sonrío una última vez y me encomiendo con mi virgen morenita. La vida nunca fue buena conmigo.

«—¡Suéltame por favor! No le diré nada a mi hermana —le suplico mientras arremete nuevamente en mi interior.

Mi llanto no parece afectarlo y mis súplicas son solo palabras vacías para él.

—Tú querías esto, perra, te pavoneabas con tus diminutas faldas, ¿y esperabas que no deseara cogerte?

—No... yo...

El sonido de un arma disparándose me sorprende y en medio de la oscuridad puedo ver a mi hermana de pie.

—Renata, amor, suelta eso por el amor de Dios —dice el chico saliendo de mí.

—Juraste que me amabas.

—Ella me provocó, yo te amo a ti, pero soy hombre —se excusa, yo solo puedo llorar al escuchar tan vil mentira.

—Hermana... —Logro balbucear y cuando posa su mirada en mí, veo a una completa extraña.

—No me vuelvas a decir hermana nunca en tu patética vida, ¡bastarda! —dice y luego apunta el arma a la entrepierna de Carlos, su novio, y aprieta el gatillo.

Carlos cae al suelo entre gritos y una nueva detonación se escucha y esta vez la bala da en su ojo matándolo de inmediato.

—¡¿Ves lo que me has orillado a hacer?! —grita mientras me sostiene del pelo con fuerza —. Vas a pagar por esto».

«Era una niña inocente y fui condenada a vivir un infierno».

Pero ya nada importa porque, hijo, cuando llegue el momento, ambos nos encontraremos y podremos tener el abrazo que nunca nos dimos en vida. Mi cuerpo recibe la detonación y poco a poco todo queda en frialdad y oscuridad.

RULETA RUSADonde viven las historias. Descúbrelo ahora