CAPÍTULO 1

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For Pau Catellan

Dalia


Llevo seis malditos meses en los que he vivido en la casa de al lado del hombre más peligroso de la ciudad y del país. Camino por mi habitación en la planta alta de mi vivienda. Dándole la cuarta calada a mi cigarrillo, no puedo dormir, el sonido incesante de la fiesta de mi vecino me tiene con insomnio, doy un hondo respiro y exhalo una vez más, veo el reflejo de mi cuerpo en el espejo a oscuras, solo la luna me ilumina, si no termina pronto la dichosa fiesta me veré en la obligación de ir hasta su puerta y exigirle que baje el puto volumen. Algunos dirían que hacer eso es suicidio premeditado, pero a diferencia de muchos, yo no le temo, sé exactamente quién es, lo que hace y de lo que es capaz.

«Dalia, no te metas en problemas, aléjate de ese hombre».

Puedo escuchar a mi vecina la señora Tabiti, una anciana muy simpática que me visitó la misma noche en la que me mudé junto a su tradicional lemon pie. Ella me advirtió quién era nuestro famoso vecino.

—Es dueño de todo lo inmundo de la ciudad. Todos le temen y si algunos seguimos viviendo en esta misma calle es porque no nos considera un peligro, nos mantenemos lejos de él y a nuestros chicos lejos de su porquería, así todos vivimos en relativa paz.

Desde entonces me pregunto por qué eligió esta casa para vivir, no es una gran mansión con altos muros, si no supiera de quién se trata, fácilmente lo confundiría entre las personas como un empresario común y corriente. Claro, si obvias sus tatuajes, el arma en su cintura y los hombres que lo custodian.

Un ruido sobre la música me sobresalta, es una puerta siendo azotada, me asomo a la ventana y veo salir a mi vecino con una escultural mujer, ambos ríen mientras él le pide silencio, le dice algo al oído y ella ríe coquetamente.

Miro sus hermosos rasgos iluminados con la luz de la luna, ese tono bronceado en su piel y su figura atlética que destella MÍRENME, AQUÍ ESTOY. Instintivamente, como en muchas ocasiones, toco mi cuerpo, deseando que sea él, observo cómo ella clava sus uñas en su espalda y este le da una tremenda cachetada a la mujer con la que se besaba hace solo unos segundos, la toma por la cintura y la obliga a darse la vuelta, muerde su hombro izquierdo y esta responde con un sonoro gemido. Mi mano toca mi hombro mientras cierro los ojos, imaginando que soy yo aquella mujer, que su palma juega con mi centro por encima del encaje de mi braga, toma mi seno y lo aprieta fuerte, susurra mi nombre en mi oído y mi cuerpo responde a ello, me sostengo en la ventana, meto un dedo en mi interior, siento su respiración en mi cuello, un dedo ya no es suficiente y sumo otro más. Dudo que mis dedos hagan honor a su miembro siendo metido una y otra vez, robándome el sentido y haciéndome gritar de placer, tal y como lo hace la mujer que está con él ahora mismo. Frustrada de esconderme detrás de la ventana, me quito mi albornoz y mi braga.

Abro la ventana de par en par y mi vecino se siente observado por lo que busca incesantemente esos ojos curiosos, «aquí estoy, mi hombre peligroso». Digo deseando que Rhett Johnson me vea por fin, que vea lo mucho que me atrae y me excita, que vea cómo me masturbo pensando en él. Enciendo la lámpara que está a mi costado y cuando lo hago enciendo otro cigarrillo, le doy una calada, dos, tres y en medio de todo ahí está observándome. Deja a la mujer que se estaba cogiendo y me mira a través de la ventana, desnuda y sedienta con un cigarrillo en mis dedos delgados y el humo a mi alrededor, su mirada escudriña cada centímetro de mí, le sonrío descaradamente, mostrándole una media sonrisa con el corazón agitado y mi centro chorreando, victoriosa cierro mi cortina y me meto a la cama satisfecha con lo que acabo de hacer o con lo que acabo de iniciar, mejor dicho.

RULETA RUSADonde viven las historias. Descúbrelo ahora