CAPÍTULO 5

1.2K 93 36
                                    

Rhett

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Rhett


Matar, pensar en ella, volver a matar, volver a recordarla otra vez, reunión con el alcalde, sumergirme en el coño de cualquier puta a mi disposición, en eso se resumen mis últimos diez días y por fin tendré noticias suyas. De algo debía servir el roce de la bala que recibí cuando acorralamos al último lacayo de Deon en mi ciudad.

—¿Cómo está ella? —pregunto tratando de restar importancia a mis propias palabras.

—Ayer le di de alta, señor Johnson.

—¡¿Qué?! ¿Quién te dio el permiso para que hicieras algo así? Te dije específicamente que quería saber todo sobre su progreso. —Lo tomo por el cuello y agarro mi arma de la mesa para ponérsela directamente en sus bolas—. ¿Cómo es posible que le hubieras dado el alta y yo no lo supiera antes? ¿Quieres morir?, ¿es eso?

Intenta formular palabras entendibles.

Patético. No hay mejor palabra para describir al doctorcito de pacotilla.

Este empieza a excusarse de inmediato.

—No, señor. Perdóneme, pero no podía ponerme en contacto directo con usted y la señorita estaba inquieta, solo trataba de tranquilizarla.

Mierda. El hombre tiene razón. Malditamente el tema del cartel caído me tiene ocupado, y por diez jodidos días he tenido que hacer recuento de los daños que esto causó en mi organización. Negros intentando tomar el control de mis territorios, la Triada y pandillas de quinta no me lo pusieron fácil tampoco. Simplemente debí encargarme de todo yo mismo y lo odié.

«Ella estaba en mi casa, en mi cama, yo lejos y alguien debe pagar por ello».

Lo que menos esperaba hoy era una noticia como esta. Pensé que tendría más tiempo... ¡Mierda!

—Salga de mi vista de inmediato o le juro que pondré una bala en su cabeza.

El doctorcito sale despavorido dando traspiés. Necesito hacer algo, pero urgente, ella no puede irse.

«Maldita mujer que se metió en mi cabeza».

Hago sonar mis nudillos y luego le doy un golpe a la mesa. La frustración que siento me sobrepasa.

«Ella no pertenece a mi mundo. Ella ya ha sufrido demasiado, pero malditamente la quiero conmigo a como dé lugar, y haré lo que sea para conseguir que se quede».

Me repetí por meses que debía alejarla de mí y cuando por fin lo hice, llegó a mi casa y de la peor manera. La cuidé, estuve con ella y la deseé con cada segundo que pasaba. Una cosa estaba clara, Dalia no era de este mundo, su belleza me tenía descolocado, su cuerpo, ¡oh Dios!, su maldito cuerpo perfecto hacía que la quisiera tener a mi lado, pero ahora se irá. No. No puede irse. Curada o no, se quedará conmigo. Es mía.

Agarro mi celular de la mesa y le marco al único que puede darme alguna luz.

—Killiam, te necesito aquí.

De inmediato abren la puerta y veo a mi tatuado amigo enfundado en su chaqueta de cuero preferida.

—¿Qué sucede? —pregunta mientras se sienta en el sofá frente a mí.

—Se irá —confieso, este me mira intrigado y después de unos segundos capta por fin lo que le acabo de decir y a qué me refiero exactamente o, en este caso, a quién.

—Eso no lo sabes con certeza.

—El inepto doctor que contrataste le dio el alta, ya no tiene motivos para quedarse.

—¿Has hablado con ella?

Destapo la botella de whisky y empiezo a servir el líquido en dos vasos.

—Claro que no, con todo este descontrol solo me fui para no exponerla, ella necesitaba sanar.

—Y por lo que dices ya está completamente curada, creo que es hora de que vuelvas. —Le entrego un vaso a mi amigo y este mira el líquido para luego beber todo su contenido de un solo trago—. El asunto Dalia es más importante de lo que creía.

—¡Que me corten la cabeza! Esa mujer tiene algo, hay algo ahí que quiero descifrar, necesito hacerlo.

—¿O solo quieres llevarla a tu cama?

—Ha dormido en mi cama, en la casa que fue de mi madre, un lugar sagrado para mí. Eso debería decirte que no es solo el deseo de follarla. No sé qué me pasa, ni qué estoy haciendo. Me estoy volviendo demente.

—Bueno, querido Don, entonces debes volver y resolver todo este asunto, porque con la cabeza fuera de los negocios eres un peligro para todos. Tú decides si la quieres contigo o no, pero asegúrate de que no estorbe o de que sea beneficiosa para nosotros.

—Ella no es una princesa de la mafia, no sabe nada de nuestro mundo, podría asustarse e irse.

—Tu abuelo solía decir que la mejor manera de amarrar a alguien es darle todo el poder que quiere, así nunca se irá porque podría perderlo todo. —En efecto, ese era mi abuelo hablando, pero ¿darle poder? ¿Yo podría ser capaz de tal cosa?—. También recuerda que necesitamos a alguien que se encargue de los eventos, fiestas, reuniones de alto perfil y, básicamente, una contadora que tenga cerebro y que no solo quiera robarnos. Alguien que maneje tus libros. Que esté en contacto con todos y con todo.

—No, eso no.

—Ella es perfecta, tiene títulos que lo prueban —me recuerda mirando la caja fuerte donde tengo el expediente que exigí después de que llegó a vivir a la casa de al lado—. Además del hecho de que no tiene antecedentes y que está tan fuera de la famiglia que la hacen perfecta para el puesto. Nadie la conoce, es un rostro nuevo y bonito que puede servir de mucho.

¿Realmente podría darle las armas para destruirme?

—Lo haré.

—Lo sé, Rhett. Tu chofer te espera afuera y ya envié tus cosas a casa.

Tanto me conoce mi amigo que me tiene todo listo para volver a ella. Abrocho el botón de mi saco y salgo del lugar.

Hace meses, cuando solo iba a la antigua morada de mi madre, lo hacía para escapar, pensar, era mi refugio personal, hasta que llegó ella y me vi dejando mi mansión por una pequeña casa con jardín, únicamente para verla. Estoy jodido. Esta mujer será mi perdición.

RULETA RUSADonde viven las historias. Descúbrelo ahora