CAPÍTULO 30

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Rhett


—¿Cómo es posible que trajeras un souvenir vivo de tu misión?

—Señor, lo siento. No sé cómo explicarle. La situación allá se puso tensa, usted desapareció y se decía que murió, luego, que su reina había caído. Entonces ella me ayudó, me salvó y me dio a su padre en bandeja de oro. No podía dejarla atrás.

—Te enamoraste. ¿De eso se trata todo esto?

—Pensé que usted me entendería.

—¿Qué te hace pensar eso?

—Usted... bueno usted y la señora...

—No te atrevas a compararte con nosotros.

Dalia se ríe del comentario y niega con su cabeza.

—Lo siento, señor.

—¿Trajiste a la morena contigo? —pregunta ella con una enorme sonrisa, algo trama, lo sé. La conozco.

—Sí, mi señora.

—Tráela ante nosotros. —El tuerto hace de inmediato lo que se le ordena dejándonos a solas—. Matar a un traidor sin ninguna ayuda, más a alguien como Deon, debe ser recompensado, mi rey. —Miro a Dalia sin entender lo que trama—. Deja que se quede con ella y hagamos de esa unión una alianza para la paz entre el Bronx y Chicago. Además, por lo que sé, ella puede traernos mucho dinero.

—Buenas tardes. —Nos saluda desde la puerta con un movimiento de cabeza.

Ambos se acercan a nosotros tomados de la mano. La morena sí que es hermosa, ahora entiendo porque tiene tan cautivado a mi hombre.

—¿Cómo te llamas? —pregunta Dalia saludándola de mano.

—Anika, señora.

—Bien, Anika, dime qué sabes del negocio oculto de tu padre —dice Dalia sorprendiéndonos a todos.

—Mi hermano es boxeador y yo trabajé en el gimnasio de Deon desde mis quince años.

—Entonces sabes mucho de las peleas. —Miro asombrado a mi ángel de la muerte. Me encanta cuando toma el control, sin duda es una líder innata. La morena asienta con la cabeza y Dalia vuelca su atención a mí—. Quiero eso para la famiglia. Claro que quiero algo de elite. No peleas callejeras. Quiero el nivel de Trenton Materazzi...

—Puedo traer a mi hermano aquí, él conoce boxeadores y entrenadores —Rápidamente la morena se calla al darse cuenta que ha interrumpido a Dalia—. Disculpe...

—Tranquila. Por ahora puedes irte —ordeno, la pareja se mira y Vincenzo la alienta a salir de la habitación.

—Yo también me voy. Vincenzo, no elegiste mal —se despide con una sonrisa y un gran negocio por delante.

Nunca se me ocurrió algo así, pero Dalia siempre está un paso adelante.

—No estuvo bien que la trajeras contigo, pero podemos sacar ventaja de ello.

—Se hará como usted diga, Don. Ella es una joven buena y yo un soldado leal, nunca me atrevería a decepcionarlo de nuevo. Además, ella me ayudó a descubrir quién era la mujer misteriosa que los alentó a venir a nuestro territorio.

—Eso lo sé. Ahora lárgate de mi vista.

—Gracias, señor.

Se marcha y yo me acerco a la ventana. Sonrío mientras los veo jugar, perdí a mi familia hace tantos años que ya olvidé lo que es tener una, puedo verme reflejado en Dante, corriendo por el jardín detrás de su pelota de fútbol, como también puedo ver a mi madre en Dalia. Ellos son nuevos para mí, lo que tengo con ellos es irreal en todos los aspectos, pero son míos y así quiero que se queden. La guerra en mi mundo es algo inevitable, o matas o mueres, pues mataré a cada idiota que se atreva a siquiera intentar quitarme lo que tengo.

RULETA RUSADonde viven las historias. Descúbrelo ahora