Capítulo 3

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"Comenzar a amar a alguien es como crear una gran empresa. Tienes que tener energía, generosidad y ceguera. Incluso puede haber un momento al comienzo en el que tienes que saltar a través de un abismo y si lo piensas demasiado, no lo haces"

Jean-Paul Sartre

Cuando se habla del amor existen cientos de leyendas que validan su eternidad.

Yo creía en todas ellas, aun sin conocerlas.

Pensé que éramos invencibles.

Por lo que siempre supe algo, yo era de Cohen y él era mío.

Nos conocimos cuando apenas podíamos hablar.

Pero todo comenzó cuando crecimos.

Cohen era el hermano de mi mejor amiga, y yo la chica que soñaba con él y lo observaba a través del espejo retrovisor de su auto.

Me gustaba su rostro, había algo etéreo en él.

También amaba su mirada, hermosos ojos azules, tan claros que parecía podías ver a través de ellos.

Cuando cumplí mis dieciocho años él me propuso ser su novia.

Durante el tiempo que estuvimos juntos fui la chica más feliz que alguna vez haya existido.

Le ofrecí todas mis primeras veces.

O al, menos, eso fue lo que creí.

Nuestro amor parecía eterno.

Hasta que la catástrofe llegó.

No la vi venir, sin embargo, estaba allí, en cada beso que le negaba, en cada noche que pasaba fuera de casa o en esos días donde apenas podía sostenerle la mirada.

Lo supe, realmente lo supe.

Algo había cambiado, tal vez mi forma de verlo o quizás nunca lo vi realmente.

Así que cuando decidí marcharme, sin decir adiós, él no hizo nada para evitarlo.

Después de ese día todo fue dolor y mi corazón comenzó a romperse por segundos.

Un trozo.

Y otro.

Y cientos a la vez.

Perderlo fue como perder también una parte de mí.

Puedo decir que luché contra el hecho de que nada volvería a ser como antes.

Porque estúpidamente creí que podía cambiar el pasado y hacer que desapareciera el segundo intacto en que todo se desmoronó.

En el que arrasé con todo.

Pero aún así lo intenté.

Volvía siempre a ese momento, cuando caminaba hacia la puerta sin llevar mi mirada al chico que acababa de destruir, sin mirarlo a él.

Así que siempre daba varios pasos hacia atrás, a cuando éramos solo nosotros y nuestras promesas, los besos al atardecer, las noches de pasión y las canciones de los noventas.

Solo planeaba sumergirme en los recuerdos, pero me ahogaba cada vez.

Así que dos pasos no bastaron, realmente, nunca lo hicieron.

Por lo que tomé otra decisión, una que tendría el poder de cambiarlo todo.

Esa vez la barrera que nos separaría sería mucho mayor.

Estuvo mal.

Huir de él.

No enfrentarlo.

Elegir el camino fácil.

No soy esa clase de chica.

La que rompe corazones o destruye sueños.

Soy una persona capaz de declarar una guerra por la paz de quienes ama.

Pero resulta que realmente nunca lo amé.

Lo quise, sí, pero no de la manera correcta.

No como alguien de la talla de Cohen Halle se merecía.

A veces, el amor es como estar frente a un precipicio, sabes que la caída puede ser mortal, pero no temes ya que la persona por la que tomas esa decisión vale el riesgo, vale la pena, vale la vida.

Y realmente nunca salté.

Todo el tiempo estuve admirando las vistas en busca de un motivo que me llevara a tomar la decisión de cerrar los ojos y dejarme caer.

Ahí entendí que todo estaba mal.

Cuando buscas motivos para amar alguien, entonces no deberías estar con esa persona.

El amor no es una elección.

Es algo que simplemente sucede.

Pero cuando lo sientes como una obligación o una necesidad entonces deja de ser algo hermoso, mágico e increíble.

No hay belleza en forzar las cosas.

No te puedes obligar a amar a alguien.

Éramos felices, sí, pero no quiero ser solo feliz.

No quiero ser de las personas que se conforman y años después se arrepiente al punto de odiar su propia vida.

Las cosas no sucedieron como debían, pero me llevaron justo al punto donde quería estar.

Uno donde esperaría la llegada de algo que convirtiera mi cuerpo en lava ardiente y que deshiciera las cadenas de mi corazón.

Por eso, semanas después de haberme alejado, volví a él.

Le expliqué mis motivos, le pedí perdón y le dije que merecía una mujer capaz de entregarle un amor como el que lleva dentro.

No estaba preparada en ese entonces y tampoco lo estoy ahora, para amar, quiero decir.

Hay muchas heridas que sanar, muchos pensamientos que eliminar y años de culpa y autodestrucción que superar.

Solo la luna sabe cuántas noches pedí por su perdón y porque encontrase a una chica con el alma tan única como su sonrisa.


Por eso sigo pensando que en esta, nuestra historia, soy la villana.

Cohen es el príncipe que cabalga en un hermoso corcel y yo la bruja que le lanza un potente y destructor hechizo.

Esta es la historia de cómo una chica con un corazón de artista le rompió el corazón al chico que se robó el color del océano para portarlo en sus ojos.

Pero también trata de segundas oportunidades.

Acerca de enfrentarnos a nuestro destino.

Pero, sobre todo, de entender que, en ocasiones, la mejor opción no siempre es la correcta.

Beloved Thorns Of Paris (#PGP2023)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora