"Me sentí en una soledad tan horrorosa que consideré el suicidio. Lo que me detuvo hacerlo fue la idea de que absolutamente nadie se lamentaría con mi muerte, y que al final de cuentas, estaría aún más solo en la muerte que en la vida misma"
Jean-Paul Sartre
Siempre que voy a darme una ducha debo pensar.
Muchas cosas.
Como por ejemplo, tendré que pasar frente a un espejo.
Desde que papá se marchó, Slo y yo hemos cubierto todos los objetos que pueden mostrar mi reflejo.
Odio verme.
Mi existencia es un recuerdo constante de que lo perdí todo.
Saberlo es algo, pero ver todos los días el vacío en mis ojos supera cualquier signo de aceptación o afrontamiento que pueda mostrar mientras hago lo máximo posible por simular estar viva.
Cuando retiro toda mi ropa decido que es momento.
Me encuentro desnuda, literal y figurativamente.
Necesito ver lo que queda de mí.
La chica en el espejo, que es un reflejo de su papá, llora.
Llora porque sus padres se fueron y ella aún sigue en este mundo.
Llora porque la vida es injusta y le arrebató a quienes amaba.
Llora porque está cansada de luchar contra lo inevitable.
Llora porque ya se rindió.
Es en días como el de hoy que me pregunto si ya nos convertimos en desconocidas.
La chica que habita en mi piel y yo.
La rota y dañada, la que se encuentra sola y la artista que deseaba comerse el mundo.
¿Dónde quedaron esos sueños?
Se fueron, como ellos.
Justo ahora me siento más perdida que nunca.
Y sufro. Y duele. Y cansa.
Porque, sé, en lo más profundo de mi ser que nadie me encontrará.
Tal vez solo necesito permitir que alguien me vea. O ir a por esas píldoras que dan felicidad. O hacerle compañía a mamá y papá.
Me dirijo al botiquín de primeros auxilios y tomo la medicina que Sloan me ha obligado a tomar para dormir.
La chica en el espejo sabe que esta no es la opción correcta.
Los ojos tan parecidos a los de su padre le suplican que no lo haga.
Los labios de su madre susurran que se detenga.
Pero no soy ella.
Y estoy cansada de luchar.
Contra el tiempo. Contra el destino. Contra la vida.
Tomo varias de ellas. Diez, tal vez cientos porque mi garganta sufre mientras las obligo a pasar a través de ella.
Arcada. Arcada. Arcada.
No.
Necesito este momento de paz.
De no sentir nada.
Sostengo el picaporte de la puerta, como una manera de sentirme atada al mundo.
Una inmensa ola atraviesa mi pecho y aturde mis sentidos.
Entonces lo noto, estoy cerca del final.
Siento el sudor corriendo por mi espalda y un fuerte mareo nubla mi corriente de pensamiento.
En un momento de claridad me pregunto qué dirían mis padres si les preguntara que hacer cuando estas por rendirte, ¿Qué responderían a eso?
Ella diría: —La vida nunca nos pone una prueba que no podamos superar Vi, lucha y llegado el momento veras porque rendirse no forma parte de los planes.
Cuánta razón madre, tu hija es una cobarde.
Él diría: —Dulce ángel, incluso cuando rendirse parezca la única opción debemos pensar en los que nos espera ahí fuera, el mundo está lleno de personas que se rindieron. ¿Quieres ser de quienes se arrepiente toda su vida o de las que sabe que a pesar de que perdió quedo con la experiencia que esa batalla ofreció?
Dejando de lado las preguntas, desearía poder realizar una última súplica.
A la oscuridad.
Le pediría que me consumiera.
Tal vez llamaría a Cohen y le pediría perdón una vez más por romper su corazón o a Lissa para decirle que sus pasteles de chocolate saben pésimo, quizás hablaría a Florence y le diría de una vez por todas que la vainilla es el mejor sabor que existe.
Y haría todo ello, pero las píldoras de la felicidad solo entristecen más mi alma, mis padres no pueden responder mis preguntas porque están muertos, la oscuridad jamás respondería mis llamados, Cohen nunca me perdonará, destruiría las ilusiones de Lissa y Florence nunca entendería la belleza de las cosas que menos especiales parecen ser.
Entonces hago lo que mejor se hacer.
Lo que he hecho durante años.
Huir, esconderme, correr.
Sin embargo algo no me lo permite.
El entumecimiento de mis extremidades, el palpitante dolor en mis sienes y la fuerte presión en mi pecho.
Entonces lo sé, moriré sola, tal y como siempre imaginé.
—Perdón mamá y papá. Pronto estaremos juntos —susurro con las fuerzas que me quedan.
Luego todo es oscuridad.
Un sueño profundo que nunca acaba.
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Beloved Thorns Of Paris (#PGP2023)
FantasyHabía una vez... una princesa rota. Y un príncipe cuyo corazón había sido robado. Un puñado de quizás. Noches eternas y marcas en la luna que ni siquiera el universo ha podido borrar. Magia invisible hilando corazones y arte entretejiendo personas...