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Después de que el llanto cesará y que Mauro volviera a respirar de manera tranquila y serena.
Monzón se encontraba con Matías sentando en el comedor, con una taza de leche tibia servida delante de él.
La cual no le parecía tan apetitosa cómo quisiera.
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— Entonces... ¿Vamos a ser padres? — Matías habla después de un tiempo en silencio.
— Eso creo. — Mauro responde con una mueca. Jugando un poco con la taza, vacilando un par de veces con que tomaba la leche y que no lo hacía.
— Vaya... que linda noticia. — Matías expresó su felicidad. Pero Mauro no sentía su misma emoción, porque tenía más dudas que respuestas en la cabeza.
— ¿Cómo me vas a decir eso? ¿Acaso no sentís curiosidad por saber cómo se dió todo esto? ¿Cuando se supone que no puedo tener hijos? — Monzón replicó algo exasperado, golpeando sin querer la mesa por la ansiedad que estaba acumulando dentro de él.
— Eu, tranquilo. — el mayor pidió, mientras se acercaba al otro. — Que tiene que haber una respuesta para todas tus dudas. — afirma, pero Mauro solo murmura en voz baja. Mientras bebía por fin la leche, casi toda de un solo sorbo. — Te va a doler el estómago. — señala.
— No me importa. — Mauro responde tosco, sintiendo un fuerte retortijón a los pocos minutos. Retorcijón que lo pone bastante incómodo. — Mierda. — habla, para pararse rápidamente y salir corriendo hacia el baño.
Siendo seguido muy de cerca por Matias, quien ve a su novio ponerse de rodillas en el suelo y levantar la tapa del inodoro. Para empezar a vomitar la leche que se había tomado, y todo lo que había cenado de paso.
— Ya, bebé, todo estará bien. — Spallatti dijo suave. Acariciando la espalda del otro, que sigue devolviendo todo lo que había en su estómago.
— No lo creo. — Mauro se quejó en medio de una arcada, llorando al no saber que le estaba pasando.
Aún con el miedo acosando su cabeza, pero al menos tenía a Matías cerca para consolar a su corazón y todos los malestares que no lo estaban dejando en paz.
