Las hormonas durante el embarazo consiguieron que Mauro pasará por muchos cambios.
Cambios que en su momento lo desesperan demasiado, pero creía que al nacer sus bebés, ya no tendría que lidiar con más cambios hormonales.
Pero no.
El nacimiento de sus gemelas, solo hizo que aparecieran otro tipo de cambios, que parecían ser mucho más pesados que los anteriores por los que tuvo que pasar. Y teniendo en cuenta su depresión postparto, sus hormonas solo lo volvían una persona incontrolable.
Llegando al punto de rechazar todos los cuidados y tratos especiales que Spallatti tenía con él. Para después de un rato, llorar por lo mal que lo había tratado.
Rogándole de una forma bastante desesperada que lo perdonara, y que así no dejará de amarlo o que no lo abandonara. Y que no se llevará a las niñas, con quiénes seguía teniendo un pésimo vínculo.
Sin embargo, intentaba poner de su parte para que eso cambiará. Pero con las hormonas existían días en los que estaba molesto con todo el mundo.
Otros en los que quería estar solo y llorar por la mínima cosa que lo hiciera sentir bien o mal.
Y también había días "normales", dónde no había llanto o enojo. Aunque sí una enorme indiferencia por Spallatti, quien intentaba ser cariñoso en todo momento.
Para que Monzón se sintiera querido y apreciado. Aunque aquel no sintiera nada por él, "perdiendo" por unos instantes toda la atracción que le tenía.
Rechazando de esa manera, los besos y abrazos que le daba cuando más parecía necesitarlos.
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— Amor, ¿Seguro que no quieres ir con nosotros? — Spallatti le pregunta a Monzón, desde el marco de la puerta.
Pareciendo que él iba a salir a algún lado por la manera que estaba vestido, mientras que Mauro seguía en pijama, recostado en la cama y dándole la espalda.
— Ya te dije que no me digas así. — Monzón se queja, no respondiendo a la pregunta que le hizo el otro.
— Perdón... ¿Entonces no quieres ir a la plaza con nosotros? — Spallatti vuelve a preguntar, evitando decirle amor al ojiverde.
