Una frase tan corta y aparentemente sencilla, pero con un significado hermoso. La cual toma bastante fuerza, cuando esa molesta tormenta que nos había estado jodiendo de más, se va de nuestras vidas.
Dejando que disfrutemos de los hermosos rayos que el sol nos da.
Y Mauro estaba disfrutando de esos suaves rayos de sol.
De esos dos hermosos rayos que alegraban sus días, y que lo hacían reforzar la teoría de que el amor a primera vista si existía.
Porque se había enamorado profundamente de Matias, cuando lo vio rapear por primera vez en una plaza.
Y se había enamorado más cuando empezaron a conocerse, hasta formar una bella y sana relación.
La cual los hizo procrear a un par de hermosas nenas, de las cuales se había enamorado a primera vista. Pero por cuestiones que iban más allá de él, se había distanciado de sus bebés y de su novio.
No pudiendo relacionarse con ninguno de ellos, a pesar de su deseo de estar cerca de ellos. Aunque ahora, había dejado toda esa circunstancia atrás.
Así que podía disfrutar al máximo de sus bebés y tratar de seguir con la vida que había dejado en pausa por el nacimiento de sus bebés.
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— Mau, ¿Estás listo para salir? — Matías pregunta, entrando a la habitación, mientras que sus nenas estaban en la sala con su suegra y su madre.
— Si, solo quiero extraerme un poco más de leche. — Monzón responde, pero Spallatti niega lo que había dicho.
— Amor, hoy en la mañana te sacaste leche. Y tenemos un congelador exclusivo, para conservar toda la leche que ya te sacaste antes. — le dice.
Pero Mauro lo ve con una mueca en su rostro, sosteniendo firmemente el extractor de leche entre sus manos.
— Es que... Me siento extraño al dejar a las niñas solas. — Mauro contesta, alejando el extractor de sus pechos, solo porque Matias se lo había pedido.
