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Jeremiah Creek

O este mundo deportivo no es para mi o solo me estoy enfocando en lo malo.

Morris me hace creer que son las dos cosas al mismo tiempo.

Si no fuera por su estúpida amenaza de que tengo que casarme con alguien si no quiero que mi carrera se vea en decline total por su culpa, no estuviera aquí en este condominio en busca de la única persona que creía que me podía ayudar.

Mi ilusión anoche era divertirme, como nunca lo hago, y olvidarme de los problemas de los demás solo para enfocarme en los míos y en cómo resolverlos. Mi manager era —o es— uno de esos problemas. Él deseaba con fuerzas que sus situaciones complejas fueran mías y lo ha logrado.

En mi desespero, he querido contactarme con las personas que elegí para depositar mi confianza, sin embargo, en esta vida es un sálvese quien pueda. Si no tengo algo mejor para ofrecer a sus intereses, me pierdo en un limbo de animales salvajes que esperan a que me dé la vuelta para atacar.

Desde muy pequeño aprendí a ser privado con mis cosas y saber utilizar la atención de las personas a mi conveniencia. Mi actitud da mucho que pensar y por esa misma razón las redes sociales siempre tienen algo que decir al respecto, inventándome una vida que hasta a mí me daría miedo experimentar. Los artistas, deportistas y demás personas en el medio que quieren pertenecer a una sociedad —que podrá no faltarle el dinero, pero si cosas más importantes— tienen que caminar de la mano con la confianza y eso es muy difícil cuando uno se tiene que exponer a desbalances de ilusiones erróneas que tienen los demás.

Construir la seguridad en esta área tan arriesgada de mi vida no fue muy fácil —y sigue sin serlo— porque todo el mundo tiene algo que decir de todo el mundo, y de quien más hablaron fue de un hombre que era tan bueno en su trabajo como un ser humano respirando. Cesar Morris. A quien hoy le huyo por no haber confiado en mí mismo desde un principio.

No puedo decir que todo es su culpa cuando yo elegí estar con él y darle acceso a casi todo teniendo en cuenta sus situaciones mentales complejas.

Suspiro profundamente viendo el amanecer por los grandes ventanales, que, en mi opinión, tienen mejor vista que los del departamento de Naia. Desde aquí puedo ver Nueva York y Nueva Jersey al mismo tiempo.

Como se nota que su familia solo quieren lo mejor para su hija.

La tensión que intento ignorar se queda por completo en mi cuerpo y sé lo que tengo que hacer para que se vaya, pero ahora no es el momento. Me siento muy incómodo aquí y no sé si es por la presencia de Mcoy o por la situación.

Me imaginé otra solución.

—¿Quieres té? Para que te relajes un poco...

—Si no es mucha molestia, si...

¿Qué estará pensando de mí?

Esto no se siente bien, pero tampoco se siente mal. Se supone que elegí bien al formar mi equipo de personas de confianza, pero al momento en que más los necesito, ninguno puede. Ahora estoy replanteándome todo en el departamento de una mujer, que a pesar de que siempre la vea en las noticias y redes sociales junto a sus padres, no conozco de nada.

La mirada de rendición que me dio en el lobby aún se sigue reproduciendo en mis pensamientos.

—Aquí tienes.

La miro fijamente cuando deja la taza humeante y caliente en mis manos. Y aunque pensé que me iba a sonreír, su vista se mantiene fija en el panorama externo que luce frio y solo a pesar de que el sol esté a punto de salir.

Tercera Base. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora