Princeton, Nueva Jersey, EE.UU.
Una semana después.
Jeremiah Creek
—¡Ya, Jeremiah!
—¡No tienes paciencia! —Naia ríe quitándome la harina y me alejo de la cocina sintiendo la vergüenza calentar mis mejillas. —¿Ves lo que haces? Me haces pasar vergüenza.
Su carcajada me da tanta gracia que termino sonriendo por su escándalo.
Hemos venido directo a casa luego de otra victoria aterradora para mi equipo. Aterradora en lo positivo. Ganamos después de varios juegos perdidos y no quería estar en la celebración de ello en el estadio, por eso me escapé con Naia. Y bueno, no quiero responder a preguntas sobre mi estado sentimental en las entrevistas post-juego. De nuevo.
El tema del tipo de relación que tengo con Mcoy y Naia está tan mal interpretado —gracias a "mi" equipo de prensa— que hasta a Jackson le están preguntando cosas que no tienen nada que ver con él.
Por lo menos esta situación está siendo divertida para alguien.
Y mientras mi querida acompañante se encarga de las donas, viajo en mis pensamientos sin ticket de regreso hacia unos bonitos ojos que me tienen preocupado.
Pensar en Kenna ahora, me seca la sangre. La última vez que hablamos cara a cara no pude dormir toda la noche pensando en cómo se pudo haber sentido con nuestro intercambio de palabras. Aquellos ojos llorosos me han atormentado lo suficiente como para pedirle a Naia que me acompañe en mi soledad. Si llamo a Jackson, es probable que me lleve hasta ella y me haga rogarle que sienta lo mismo que yo.
Tal vez no debí preguntarle lo que sentía por mí, pero al mismo tiempo no me arrepiento.
Esa noche —la última vez que la vi— pensé que la iba a ver de nuevo en la fiesta, hasta que Jackson me llamó y me contó lo que había pasado. Al día siguiente cuando la contacté, le pregunté cómo estaba y su respuesta no fue la que yo esperaba, no dormí bien pensando en que tal vez me he hecho ilusiones con Mcoy.
¿Me ha demostrado que le gusto más allá de la atracción? ¿He sentido el ardor de un sentimiento duradero hacia mí?
Es lo que me atormenta, porque esos ojos marrones llenos de lágrimas que ella misma se resignaba a dejar caer esa noche no me demostraron nada más que dolor, dolor que yo mismo estoy confundiendo con un sentimiento cercano a lo que yo siento por ella.
Ahora, cuando me veo al espejo, solo observo al Jeremiah estúpido Creek, que ha tomado una decisión importante en su vida dejándose llevar por lo que él solito siente hacia una mujer que solo lo ayudó y se divirtió un rato.
Estoy desesperado. Muy desesperado.
Mi celular, que se encuentra encima de la mesita de café frente a mí, vibra anunciando una llamada que interrumpe todo pensamiento arrasador.
Se había tardado mucho.
No le respondo, solo me levanto y voy con Naia esperando que el timbre suene.
Naia Low es una mujer rubia, alta, de veinticinco años, modelo y empresaria con un gran corazón y una personalidad respetuosa que llama más la atención que su físico impresionante. Nos conocimos hace dos años gracias a mi manager, y desde entonces desarrollamos una cercanía respetuosa que se desestabilizó un poco cuando nos enteramos lo que querían hacer con nosotros.
Sus ojos verdes brillan cuando me ve y me baja un poco la tensión que sentía
—¿Morris? —muevo la cabeza y ella hace una mueca volviendo a ver el horno. —¿Cómo te sientes al saber que perdiste tu tiempo intentando escapar de él?
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Tercera Base. ©
RomansCuando el deseo es muy fuerte, renunciar a todo lo que te aleja de él es la primera opción. Sin embargo, para Kenna y Jeremiah es un poco distinto, ya que ambos primero les gustaría resolver todo lo que les impide disfrutar de ellos mismos. El cami...