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—Es muy temprano...

Leila se queja por quinta vez en diez minutos y yo trato de no reírme al imaginármela como el niño de la película Up.

—Camina, Russell.

—Yo quiero dormir...

—Dormiste más de cinco horas, no te quejes.

Ella se detiene y se quita los lentes de sol, viéndome entre impresionada y dolida.

—¡¿Y eso te parece saludable?!

—Tú de saludable tienes la sangre nada más. —Escucho una voz profunda a mi espalda y evito voltearme. Tengo que prepararme visualmente para aguantar el shock de que aun esté con nosotras aquí me paralice la mente. —Y creo que ni eso.

—¿Quieres que te denuncie por difamación?

Anoche la cena fue tranquila. El restaurante estaba cerrado, por lo que tuvimos que comer afuera, estresados al principio por el montón de personas que reconocieron a Creek y se tomaron fotos con él estando nosotras presente. Creo que me afectó más a mí por obvias razones, porque Leila estaba disfrutando de la atención.

Ya cuando regresamos al hotel, la madrugada se me hizo más pesada que de costumbre. Lo poco que dormí trajo consigo el paquete de lujo que consiste en dos horas de sueño y una pesadilla. No pagué por ello, pero al parecer me gané la lotería sin haber comprado el boleto.

No recuerdo las imágenes, pero de seguro no fueron nada bonitas. Lo puedo sentir. Sigo con la angustia.

Me concentro en el único momento que existe viendo como Jeremiah ríe con confianza a lo que mi amiga le susurra con una mueca de molestia plasmada en su cara. Me incomoda tener que aceptar que se ve demasiado guapo para lo que yo considero atractivo. Es como si explotara las ideas que tenía sobre él en mi mente y en su lugar pusiera algo que no sabía que me gustaba en un hombre.

Le doy una repasada rápida a su vestimenta y no hay nada de innovador en ella. Solo camisa, gorra, pantalón y zapatos deportivos. Todos de un solo color: Azul pálido.

—¿Qué hacen aquí? —Dejo de mirar sus zapatos cuando hace la pregunta.

No lo voy a mirar a los ojos. No puedo seguir poniendo a mis emociones en alerta.

—Estábamos buscando un lugar donde sentarnos y poder desayunar —responde Leila sin más.

Si no encontramos dicho lugar en unos dos minutos, me voy a derretir. El sol de Río está insoportable, pero al parecer no pensé en eso cuando estaba eligiendo la ropa que me iba a poner. Ando como si fuera invierno.

—Voy a cambiarme, denme un momento.

—Estás sudando como pollo en brasa, Kennita. —Le saco el dedo mientras ella ríe y subo al ascensor pensando en qué ponerme.

Primera opción: un vestido corto blanco con sandalias de tacón del mismo color.

Segunda opción: vestido largo y suelto con las mismas sandalias.

Tercera y última opción: parte superior de un traje de baño, pantalón y zapatos...

Un momento.

¿Por qué estoy pensando tanto en eso?

La respuesta me llega al mismo tiempo en que pregunto y prefiero no seguir pensando más. Cuando llego a la habitación, me quito la ropa, me coloco el vestido largo, me cambio las botas por unas sandalias altas y acomodo mis lentes oscuros sobre mi cabello.

Al llegar al lobby, lo primero que mis ojos captan es la mirada cómplice de Leila sobre Jeremiah a la vez que conversan con una mujer más mayor que ellos dos juntos. Intento ocultar lo primero que se me viene a la cabeza viendo hacia el mar que brilla desde la altura de la azotea.

Tercera Base. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora