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*¿Spoiler o TW? Escena fuerte madre e hija*


Kenna Mcoy

Empiezo a jugar con el brazalete lleno de mariposas de Leila mientras lo veo sin parpadear, perdida en las visualizaciones de muchos escenarios que quiero que sucedan, pero al mismo tiempo me dan miedo que se cumplan.

Esto es estúpido y sin sentido. ¿Por qué le tuve que decir que me cerraba a otras alternativas en Egipto? Si, quiero enfocarme en Leila y darle la calidad de vida que su madrina no fue capaz de darle, sin embargo, ahora veo muy extremista mi decisión. No tengo por qué renunciar a algo que me gusta.

No quiero renunciar a él.

La forma en la que se comportó en el estacionamiento antes de irse me tiene preocupada a pesar de que me haya dicho que llegó bien a su casa cuando lo llamé. Solo eso, nada más.

No debí evitar su pregunta, no debí pensarlo tanto... La respuesta está clara, no sé porqué no se lo dejé saber y ya.

O tal vez sí sé, pero de tan solo pensarlo me da mucha rabia. Siento que internamente le estoy dando mucha importancia a lo que están pensando mis padres sobre mi relación con Jeremiah. Aunque me lo nieguen, yo sé que piensan que él y yo no solo somos amigos, y me lo han dejado saber presentándome a Jonas Fredickson.

Con un "hola" y un "chao", ha sido suficiente para mí, sin embargo, noté que para él no fue así.

Desconozco que le habrán prometido Emett y Lorelay, y espero que hayan entendido mi mensaje de que no estoy en busca de compromisos armados por ellos.

—A veces me duele.

—¿El qué? —Volteo hacia ella y hace una mueca, pasándose la mano por todo el abdomen.

—Ahora que lo acepto en voz alta, muchas cosas, pero me refería a mi vientre. A veces me duele mucho.

Me acomodo en el sofá cubriéndola mejor a ella. Me alejo y tomo una almohada para ponerla en mi regazo al arreglarme mejor para poder hablar con más facilidad.

—¿Por qué tomaste esa decisión? —le pregunto con el tono de voz más recatado que pude conseguir entre tantas emociones encontradas.

Ella suspira de forma entrecortada y a mí se me cierra la garganta.

—¿A alguien le va a importar si no estoy?

—A mí, Leila.

Gracias al reflejo de la luz de los edificios que nos ofrecen las ventanas de su departamento a oscuras, puedo ver la lágrima bandolera que baja con lentitud por su mejilla y cae sobre el brazalete que estaba acariciando hace unos segundos.

—¿De verdad? Y no lo pregunto porque me interese, es más sarcasmo que otra cosa. —Ríe sin gracia y vuelve a recostarse de mí, esta vez con su cabeza en mis piernas sobre el cojín. —Tú tienes tus situaciones que resolver, tienes esperanzas, muchas. Ya yo no existo para mi madrina, parece que tiene a alguien encargado para enviarme dinero cada quincena. Solo me alcanza para el alquiler, la comida y... otras cosas.

—Me dijiste que lo habías dejado...

—Que sepa disimular los efectos no significa que lo haya dejado. Lo intenté, pero no pude.

Pongo a trabajar mi memoria, tratando de recordar alguna palabra o acción que haya puesto en evidencia la vieja adicción de mi amiga y no encuentro nada, solo las botellas enteras en la nevera que siguen ahí.

—Leila...

—¿Sabes cuál es mi último deseo? —la miro fijamente cuando sus ojos conectan con los míos. —Que vivas, Marie.

Tercera Base. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora