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Battery place, Nueva York. EE.UU.

Cafetería Pick a Bagel.

El ambiente sigue frio, los árboles florecen, y el halo blanco perdura en los edificios de Nueva York como la simulación de un alma saliendo de un cuerpo tibio en pleno anochecer. Las calles están húmedas y las luces dentro de los locales permanecen tenues, orquestando un baile entre el cambio de temporada.

No sé si son cosas mías, pero veo todo diferente. Más triste, sin sentido, vacío.

Una gota gorda de lluvia logra caer justo en la piel que mi suéter deja descubierta y me reprimo mentalmente por no traer bufanda. Sabía que la necesitaba, pero me convencí de lo contrario al notar que la dirección que Creek me había mandado no estaba muy lejos del departamento.

Entro al local bajando la cabeza por culpa de las miradas de algunas personas y avanzo despacio en busca del beisbolista.

El olor a café, pan y dulce llena mis pulmones. Todas las mesas están llenas, incluyendo las de afuera y no me extraña, huele demasiado bien.

Trago grueso cuando me veo en la obligación de pedir para no salir de aquí con las manos vacías. Me acerco a las vitrinas en busca de algo que me calme el corazón, sintiendo las miradas de las personas en mi espalda. Cuando llega mi momento de pedir y el encargado que me atiende se ocupa de ordenar lo que solicité, paso la mirada una vez más por todo el local y todo el estrés que estaba a punto de explotarme en el cuello desaparece al ver a Jeremiah saliendo del baño, buscando algo.

Bueno, algo no. A mí.

En el momento en que se da cuenta de mi presencia, la sonrisa que quería surgir de sus labios se ve detenida por él mismo al darse cuenta de que hay personas que nos ven y hablan sobre nosotros sin ningún tipo de decencia. Yergo la espalda cuando pasa detrás de mi dejando el olor de su perfume sobre mi ropa, moviendo los dedos sobre la pantalla de su celular simulando que no significo nada para él. Por el reflejo de las vitrinas, noto como sale de establecimiento y camina calle abajo, pasando por las ventanas que tengo a mi lado.

—Aquí tiene... —El empleado me tiende la bolsa con lo que pedí y yo le sonrío, distraída. —Son...

Saco el celular al momento en el que suena notificando un mensaje que no dudo en leer al instante callando las voces a mi alrededor.

Numero desconocido:

Espera cinco minutos y te subes al auto. Voy a estar adentro.

Yo:

¿Quién es?

Numero desconocido:

¿Cómo que quien es? ¿No te di mi número?

No voy a responder. No tengo la seguridad de quien es y con el terror cibernético que hay hoy en día uno nunca sabe.

Con la atención en otro lado, le doy un billete de alto valor al amable joven que me atendió, diciéndole que se puede quedar con el cambio, y apenas me muevo fuera de la fila, me llega otro mensaje:

Numero desconocido:

Creek.

Yo:

Mentira.

Llamada entrante: Número desconocido.

No le voy a contestar.

—¿Se puede quitar? Está estorbando.

Alzo una ceja antes de ver a la persona que me empieza a hablar en un tono muy prepotente.

Tercera Base. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora