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Guiza, Egipto.

Kenna Mcoy

Nos bajamos del auto y lo primero que hago es caminar con rapidez como si me estuvieran esperando en recepción y llegara una hora tarde.

Yo solo pido paciencia. Paciencia infinita para tolerar a Jackson y Leila juntos. Han sido la dupla más bipolar que he podido conocer en todo lo que llevo de vida y eso me amarga por completo. Ahora vamos a sumarle el calor que me cose por dentro y por fuera como si fuera un pollo en braza.

El calor y la amargura son mejores amigos en mi cabeza.

Siento un brazo pasar por mis hombros y me da vergüenza admitir que solo con esa acción —que se ve despreocupada—, el estrés del viaje disminuye a pasos agigantados cuando mi nariz da violetamente con un perfume cítrico y amaderado que reconozco de sobra.

Jeremiah no me ve mientras conversa con Jackson. Y yo, lejos de saber de qué hablan, intento buscar a mi amiga sin tener éxito en el intento.

—¿Dónde está Leila?

—Se quedo hablando con el señor que trae nuestras maletas —responde el moreno, distraído por la conversación que mantiene con Creek.

Me alejo de ellos y voy hacia Lion cuando la ubico.

—¿Y los camellos? —El señor le responde en su idioma, que, cabe destacar, mi amiga no entiende ni en lo más mínimo. —No sé lo que acabas de decir, pero respetuosamente estoy interesada en una joroba y no es la del camello.

Sigo su mirada y cierro los ojos de golpe, dándole la espalda al señor al ver el punto llamativo.

Un intimo gran punto llamativo.

—Leila... —Le doy una sonrisa de disculpa al señor al voltearme y este ni me presta atención por estar viendo a mi acompañante con cara de excitación.

No me quiero ni imaginar que es lo que está pensando.

—Es como ignorar los pechos de una mujer que posee dos sandias ahí, cerca de la cara...—susurra.

—Leila, ya. Compórtate.

—Yo no tengo mamá para que me estés mandando, Kennita. —Pongo los ojos en blanco cuando se aleja de mí, molesta.

Últimamente su humor a estado como las estadísticas del dinero a nivel mundial; Arriba y abajo, arriba y abajo. No va hacia los lados porque si lo hace puede explotar.

El lobby tiene un aspecto fresco, terroso y elegante. El color de las paredes no va más allá del marrón, los distintos muebles y decoraciones se centran en los tonos suaves como el rosado, blanco y azul, excepto de los mosaicos rojos que se extienden por la tela de las alfombras que decoran el centro de la sala de espera.

En mi opinión interna, hay un poco de descuido en la decoración. Es como si hubiesen puesto todo lo bonito que encontraron en un mercado y aun así lo hicieron funcionar a juego. Si lo detallo, me incomoda cada vez más.

Al momento en que llegamos a la persona que atiende la recepción, damos nuestra información y resolvemos algunos detalles por culpa de la mala organización de la aplicación. Luego de varios segundos, nos dan una sola llave. Frunzo el ceño y miro a Jeremiah que luce igual de confundido que yo.

—¿Quién organizó esto? —Jackson alza la mano detrás de Creek como un niño en la escuela pidiendo permiso para hablar. —¿Por qué tú y no Jer?

—Oh, Jer... —Edwinson comienza a reírse de mí y yo trato de no seguirle la gracia. Tiene una risa muy escandalosa y grave, igual que su voz de locutor, que hace que el pecho me vibre. —Hey, antes de que se pongan a discutir, yo le rogué a él que me dejara planear esto. Algo me comentó de que querías que la vida te sorprendiera y me parece que la misma te ha regalado este momento.

Tercera Base. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora