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Al día siguiente...

Kenna Mcoy

—¿Quieren salir? ¿O prefieren quedarse viendo como la brisa mueve las palmeras?

La voz de Jeremiah hace eco en la esquina del balcón y volteo hacia él cuando aparece tras las cortinas blancas con una sonrisa en sus labios.

—Yo si necesito salir.

Me levanto de la silla y Leila, que está junto a mí, me ve como si me hubiese tatuado su cara en el cuello. Mueve la cabeza con lentitud hacia el beisbolista y él pone una mueca que me hace reír.

—¿Amenazaste a mi amiga, Creek?

—Yo no hice nada. —Cuando ella se levanta, Jeremiah alza la cabeza con prepotencia y la ve de arriba hacia abajo, serio.

—Kenna nunca sale cuando tiene la menstruación. Mucho menos los primeros tres días.

—Tal vez solo quiere caminar un poco y ya. Tampoco es que vamos a pasar todo el día haciendo deporte.

—Le hiciste algo.

—Anda a dormir, Leila. —Pone los ojos en blanco y arruga la cara como si le tuviera asco a mi amiga. Eso me da más gracia y por eso rio abiertamente.

Al entrar en mi habitación para ponerme algo más decente al público que me está observando, aprovecho el tiempo que tengo a solas para pensar en lo que sucedió anoche.

Lo primero que tengo que sobresaltar de todo lo que sucedió fue la manera en la que Jeremiah me agarro y comenzamos a caminar para conversar por más tiempo. Nunca en mi vida me había sentido tan tensa como en ese momento, sentía que había muchas personas viéndonos, diciendo cosas que no son ciertas, tomando fotos y señalándonos como si estuviéramos haciendo algo malo. A Jeremiah eso no le importó. Y creo que no se dio cuenta de lo mismo que yo. Él simplemente estaba relajado, disfrutando de nuestra conversación.

Ahora me arrepiento, porque quise atesorar más esa oportunidad de estar a "solas" con él, pero, al contrario, solo estuve pensando en el "qué dirán". Estúpido pensamiento que sabia —y sé— que no me iba —y va— a llevar a ningún lugar más bonito del que ahora fluye.

Estúpido, estúpido, estúpido.

No puedo seguir permitiendo esto. Me alejé de las redes sociales precisamente por este tipo de sensaciones. Sé que no puedo controlar a personas que no conozco y su manera de pensar, pero si puedo controlar las mías. Por ahora con toda esta situación de Jeremiah, haga lo que haga, estaré vinculada a él por un tiempo. Haga lo que haga, los comentarios van a estar. No puedo evitarlos.

Tengo que disfrutar, priorizar mi armonía y mi paz.

Y ahora, cambiando de tema... Distintas conversaciones fueron apreciadas anoche, como por ejemplo el tema de mi abuela, mis padres, el por qué me alejé de esa vida que ellos disponen, cosas que nos gustan, otras que nos disgustan, etc. Si me gustó hablarlos, sin embargo, lo que más me hubiese gustado disfrutar era su compañía.

Cuando llegamos, sin querer, en mi cabeza, extendí el recuerdo de lo que sucedió en la tarde. Me sentí —o me siento— culpable porque Jeremiah está pagando absolutamente todo lo que tiene que ver conmigo y yo no le estoy dando nada a cambio. Mis padres no han querido contactarme desde el mensaje y la verdad es que prefiero que por los momentos sea así.

Y, además, veo la situación con un poco de gracia por culpa de Leila que está como una gallina cuidando a sus pollitos conmigo. Cualquier cosa negativa que me digan —sea por redes sociales o personal— ella lo toma como una maldición para ella misma.

Tercera Base. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora