Hospital de Princeton.
5:00am
Jeremiah Creek
Abro la boca y cojo aire aun sentado en la camilla que me pusieron al lado de mi padre. Su cabeza está en mi dirección, pero sus ojos están cerrados.
—Estuvo muy cerca... —El doctor que tiene rato chequeándome, niega con la cabeza y bota el aire por la boca anotando algo en su evaluación.
He escuchado la misma oración desde hace dos horas.
El temblor en mis brazos me lleva a concentrarme en mi respiración y mover las manos de forma circular.
—Esto no puede seguir así, Creek.
—Ya lo sé. —Resoplo y él me mira alzando una ceja mientras termina de hacerme el último chequeo. —Pronto se acabará, descuida.
—No debió de empezar. No puedes estar medicándote todo el tiempo.
—Que contradictorio viniendo de un doctor.
—Mejor te dejo solo. —Niega con la cabeza y suspira. —Hoy tienes el humor en el culo.
—¿Lo quieres sacar?
—¿Por qué quieres que yo lo saque?
Los dos nos quedamos viendo fijamente antes de soltar una risa estúpida, pero en silencio en respeto al estado de mi papá.
—Vengo en un rato cuando despierte.
—Gracias, Doc.
—Un placer siempre, Emperador.
Suelto una carcajada con los ojos abiertos y él se lleva una mano a la boca alejándose de la puerta y volviendo a cerrarla para venir a mí.
A pesar de que me atiende desde hace un tiempo, es la primera vez que me lo dice.
—Tenía mucho tiempo sin escuchar eso.
—Fuera o dentro de los estadios siempre vas a ser El emperador. —Dos palmadas en mi hombro me hacen sonreír con nostalgia y suspiro cuando lo veo retirarse otra vez de la habitación. —No dudes en avisarme de cualquier cosa, por favor. No me lo ocultes. A mi no.
—Está bien, Dios.
Niega con la cabeza y yo agacho la mía en un suspiro, adentrándome en los recuerdos de mis comienzos en el beisbol.
"El emperador" es como suele decirme la fanaticada de los Yankees. Desde que comenzó la temporada he dejado de escucharlo. Creo que es mi culpa por correr de las personas y ocultarme como un cobarde. No puedo ser tan malagradecido con lo que la vida me ha dado. Si, me quejo constantemente, pero, a decir verdad, no me arrepiento, y si en algún momento lo dije estaba diciendo una mentira muy grande.
—El emperador... —resoplo y niego con la cabeza.
Me gustaría volver a tener ese deseo ardiente con el que comencé.
Estiro el brazo hacia la mesita a un lado de la camilla, reviso el teléfono y frunzo el ceño al tener diez llamadas perdidas de Jackson que no escuché en ningún momento. Subo el volumen de las notificaciones para escuchar su llamada si vuelve a contactar conmigo.
Intento concentrarme en otra cosa al momento en el que Jackson rechaza mi llamada y me manda un mensaje de que viene en camino y tiene que contarme algo importante. No quiero sobre pensar, no estoy en una posición donde pueda darme el lujo de experimentar emociones que me alteren más de lo que estoy.
ESTÁS LEYENDO
Tercera Base. ©
RomanceCuando el deseo es muy fuerte, renunciar a todo lo que te aleja de él es la primera opción. Sin embargo, para Kenna y Jeremiah es un poco distinto, ya que ambos primero les gustaría resolver todo lo que les impide disfrutar de ellos mismos. El cami...