- Melissa... - Estaba empezando a acostumbrarme a ese susurro.
No lo pensé dos veces y me levanté haciendo todo aquello que necesitaba para cruzar a mi mundo de los sueños. Había pensado en ese nombre en lo que la pastilla hacia efecto.
Al cruzar me di cuenta que estaba en el porche de mi casa, justo frente a la puerta. Había algo diferente, era como mi casa y al mismo tiempo no lo sentía así. Algunas flores y un tapete adornaban la entrada, para nada era así en la vida real. Abrí la puerta con duda y todo parecía... Limpio, olía a canela y me inundaba un sentimiento de calidez, todo era tan acogedor que pensé que lloraría.
- Por fin llegas. - Me sobresaltó Oliver. - Te esperábamos para comer.
- ¿Mamá está aqui? - Pregunté con el ceño fruncido.
- Ehhh... Pues claro. - Contestó con obviedad.
Mientras caminaba hacia la cocina el olor se intensificaba, pero para nada me molestaba. Moría por saber lo que era y si mamá lo había preparado estaba segura que estaría delicioso. Mi estómago me pedía a gritos que comiera algo y con gusto supliría la necesidad.
Escuché a mamá reír y eso me hizo sonreír a mi, hace mucho que no soltaba una carcajada así. Al fin llegué a la cocina y ví a un hombre de espaldas, le metía un dedo a la salsa y lo llevaba a su boca cuando mi mamá le pegó y ambos rieron.
- Ya casi está listo, no seas mañoso. - Ella lo regañó.
- Solo compruebo la calidad del alimento, tengo que cuidar a mi familia. - El hombre habló divertido y besó a mi mamá en la mejilla.
Estaba helada ante tal escena, incluso mi estómago dejó de gruñir. Pude sentir mis ojos llenarse de lágrimas, pero sin soltar ninguna, respiraba a bocanadas, por un segundo creí que me iba a desmayar.
- Melissa, no te quedes ahí sin hacer nada. Ayúdame a poner la mesa. - Oliver se quejó.
Mis padres voltearon a verme de inmediato y lo único que mi cuerpo me permitió hacer fue ir con Oliver, pero la voz de mi papá me hizo parar en seco.
- Hola Mel. ¿Cómo te fue?
Me giré para verlos y solo conseguí que me sudaran las manos, que el nudo en mi garganta no me dejara hablar y una presión en el pecho que me indicaba que estaba mucho más que asustada.
- ¿Te sientes bien? - Agregó mi mamá.
Asentí y seguí mi camino al comedor para preparar la mesa; acomodé los platos, los vasos y los cubiertos tratando de acomodar las ideas en mi mente. Estaba temblando y eso hizo que dejara caer un vaso al piso, éste se quebró dejando pequeños pedazos de vidrio por todo mi alrededor. Enseguida, mis padres llegaron con apuro al escuchar el gran ruido.
- ¡Melissa! - Gritó mi papá.
Lo miré a los ojos aterrada por lo que podía pasar. Él se acercó a mi y me quedé inmóvil, como siempre pasaba cuando lo hacía enojar. Levantó una mano y cerré mis ojos con fuerza esperando que el golpe fuera rápido, pero, no fue así. En su lugar, acarició mi cabeza y me abrazó; sentí como cada músculo de mi cuerpo se relajó y solté un largo suspiro.
- ¿Te lastimaste? - Me preguntó.
- No...- Le contesté por lo bajo.
- ¿Tuviste un mal día, cariño? - Inquirió de nuevo.
- Estoy un poco cansada. - Me separé del abrazo.
- Entonces ve a tu cuarto y duerme un rato. Te llevaré la comida cuando despiertes. Será un servicio de cinco estrellas solo para mí princesa. - Sonrió cálidamente.
Yo no conozco a este hombre.
No es mi padre.
- Iré en cuanto recoja esto. - Apunté al suelo.
- Yo lo haré, no te preocupes por nada.
Me dirigí a mi cuarto, tomé mis audífonos y me los coloqué con el volumen un poco más alto de lo que acostumbraba. No podía asimilar lo que ocurrió, esa alma amable que estaba abajo con mi mamá y Oliver no era para nada mi papá. No era que no me gustara, era irreal. Aunque, no sé que era lo que esperaba, todo esto era un sueño, claramente cada parte de esta casa era irreal, por eso venía aquí: por experiencias demasiado buenas como para ser reales.
Sonó mi celular y casi como en automático contesté, logré ver qué era Isaac.
- Hola. - Saludé.
- Hola amor. - Casi vomito al escuchar. - Solo para preguntarte si necesitan que lleve algo.
- ¿Que lleves algo a dónde? - No entendía lo que me preguntaba.
- A la cena. -¿De qué rayos hablaba este hombre? Me quedé callada. - La cena a la que me invitaron tus papás en tu casa.
- Claro, esa cena. - Rodé los ojos por tener que fingir que sabía. - Puedes traer un postre.
- Creí que tu madre haría sus famosos roles de canela. - Habló confundido.
- Y los está haciendo, si. Sabes que nunca hay suficiente postre. - Reí nerviosa. - Puedes marcarle tu mismo, la verdad no sé si haga falta algo y no me siento muy bien. - Lo único que quería era poder colgar.
-¿Quieres que le cancele a tus papás? Te escuchas... Cansada. - Dudó al final.
- Para nada, una siesta lo arregla todo.
- Bien. Nos vemos. Te amo.
- Igual, adiós. - Colgué de inmediato.
¿En qué diablos me había metido?
Mi sueño ya había durado más de lo normal, ya había tenido suficiente por una noche y quería regresar. Así que cerré los ojos tratando de volver.
Duerme, duerme.
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Más allá de los sueños
FantasyMelissa, una estudiante de psicología cansada y frustrada por varios problemas que la acompañan desde el pasado, opta por tomar pastillas para dormir sin saber que pronto descubriría algo que la hará desear no haberlo hecho. Los sueños son inofensi...