—¿Quién eres? —mi voz salió rasgada, casi inaudible, como si las palabras me costaran el doble. Era un susurro tembloroso, cargado de miedo que intenté disimular, aunque sabía que era imposible-. ¿Qué quieres de mí?
La sombra soltó una risa ligera, burlona, que hizo eco en la oscuridad. La vi moverse hacia mí, y sin pensar, di un paso atrás, sintiendo la fría pared a mis espaldas.
—No te acerques... —musité, extendiendo las manos hacia adelante, con las palmas abiertas. Todo mi cuerpo le gritaba que se alejara.
La sombra continuó acercándose, ignorando lo que le decía como si no hubiera dicho nada. Solté un suspiro entrecortado, mis ojos se fijaron brevemente en la entrada de los baños, justo a mi lado. Sin pensarlo, corrí hacia allí, con la esperanza de escapar, aunque sabía dentro de mí que eso no iba a suceder. Los baños estaban aún más oscuros que los pasillos, como si la oscuridad los hubiera devorado por completo. Al entrar, el silencio se volvió casi opresivo, y de inmediato me pregunté si había cometido un error. No había más puertas, solo paredes frías que me rodeaban. Apreté los puños con frustración, tratando de encontrar un rincón en el que esconderme.
—No, no, no... —susurré con desesperación al no saber qué hacer.
—¡Melissa!
Sentí cómo el aire llenaba mis pulmones con una fuerza renovadora al escuchar el grito de Ethan, repitiendo mi nombre una y otra vez. El sonido de su voz me trajo consuelo. Me obligué a respirar hondo, a recuperar la calma, y salí lentamente de los baños.
Vi una gran silueta avanzar hacia mí, pasos apresurados, pero no fue hasta que la figura se acercó más que pude distinguir su rostro. Ethan.
—Melissa —su voz era suave y urgente, un susurro cargado de alivio—. ¿Estás bien?
—Ethan... —mi voz salió apenas en un murmullo, temerosa de romper el frágil momento de calma que había llegado con su presencia. Asentí en respuesta a su pregunta.
Dando un paso hacia él, la sensación de seguridad comenzó a envolverme, pero entonces, de repente, algo me detuvo. Una presión, fría y fuerte me retuvo en mi lugar. Sentí como si algo me estuviera sujetando del suéter con un tirón violento hacia atrás, apretando el suave tejido de mi ropa contra mi abdomen. El terror se apoderó de mí en un instante. Mi cuerpo se tensó y el rostro de Ethan cambió al instante, su expresión de alivio se transformó en desconcierto y luego en preocupación.
—¿Qué pasa? —preguntó con el ceño fruncido.
Sin poder articular palabra, mi mirada se desvió, aterrada, hacia el vacío detrás de mí. A través de la penumbra, pude distinguir una mano que me sujetaba con fuerza, sus dedos apretando con una presión inhumana mi suéter. Mi respiración se cortó por un instante antes de soltar un quejido, y fue entonces cuando lo entendí: era la sombra. Mi mente se paralizó de terror, pero mi cuerpo reaccionó instintivamente. Intenté dar otro paso hacia adelante, tratando de liberarme de su agarre, pero fue inútil. La fuerza detrás de la sombra era implacable. De un tirón brutal, me arrastró hacia atrás, y el equilibrio se me escapó. Caí al suelo con un golpe seco, el frío de las baldosas atravesando la piel de mis manos. Un grito ahogado escapó de mi garganta, más de pánico que de dolor. Antes de que pudiera procesar lo que ocurría, la sombra me arrastraba con una determinación aterradora hacia el interior de los baños. Mis dedos arañaron el suelo, buscando algo a lo que aferrarme, cualquier cosa que me diera estabilidad.
Ethan pareció congelarse por un instante, su mirada atrapada entre el desconcierto y el horror. Todo sucedía demasiado rápido, demasiado irreal. Pero cuando mi grito inundó los pasillos, lo vi reaccionar. En un parpadeo, corrió hacia mí y me tomó de las manos con fuerza.
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Más allá de los sueños
FantasyMelissa, una estudiante de psicología cansada y frustrada por varios problemas que la acompañan desde el pasado, opta por tomar pastillas para dormir sin saber que pronto descubriría algo que la hará desear no haberlo hecho. Los sueños son inofensi...