Me miré dormir un par de segundos antes de tocar la luz y que se abriera el espacio en la pared, crucé apareciendo fuera de la escuela, podía ver que todos se iban, por lo que ya era hora de salida y agradecí que así fuera porque no tenía muchas ganas de estar en ese lugar. Sentí una mirada sobre mi, ya había tenido una sensación parecida allí, solo que esta vez, al voltear pude ver una sombra tras una pared, no podía afirmar que me estuviera viendo alguien, pero al menos la sensación se había marchado.
Caminé con algo de rapidez disimulada para quedarme disfrutando en casa de mi familia, pero alguien tomó mi brazo con algo de rudeza, me hizo girar y encararlo. Isaac.
- ¿Todo bien, amor? - Cuestionó. - Estuviste evitándome medio día.
- Suéltame. - Ordené y lo hizo. - Terminamos, no quiero verte.
Frunció el ceño y se le cristalizaron los ojos, había algo confusión en ellos y supuse que el Isaac de aquí no me había hecho lo mismo que el real, pero no podía evitar sentirme mal al verlo. Lo tenía tan metido en mi cabeza que aparecía en mis sueños aún.
Erika no tardó en llegar a la escena poniendo la misma cara de Isaac al vernos así.
- ¿Qué sucede? ¿Llegué en mal momento? - Dijo.
- Tu amiga me terminó sin razón. - Le respondió Isaac.
- Meli...
- Lo siento, pero no puedo estar en una relación ahora y no quiero seguir con esto. Espero lo entiendan y lo superen. - Me di la vuelta dejando a Isaac sin habla y Erika me alcanzó.
- Oye, no voy a presionarte, pero, debiste pensar con la cabeza fría. - Trató de calmarme, pero no le dije nada.
- ¡Oigan! - Una voz nos detuvo. - ¿Vamos a comer juntas? - Leslie se posicionó frente a nosotras y la rabia comenzó a subirme desde la planta de los pies.
- ¿Por qué no te quitas de nuestro camino y vas a hacerte la mustia a otra parte? - Elevé mi voz y ella se quedó petrificada al igual que Erika.
- Melissa, no sé que te pasa, pero debes calmarte. - Nunca antes Erika me había dicho algo como eso y menos de esa manera, como si me desconociera.
- Vine aquí a pasar un buen rato, no a que me regañes y que la gente hipócrita haga como si nada. ¡Este es mi sueño! No quisiera una pesadilla, pero tal parece que lo es. No porque esta no sea la vida real significa que no me hayan tratado como escoria allá y no quisiera hacer como si nada aquí, tampoco quiero verlos en mi mente, no se los voy a permitir. - Miré a Leslie. - ¡Largo de mi cabeza!
Llamé la atención de todos los que estaban por ahí, me miraban fijamente, como si hubiera cometido un crimen; matado a alguien o algo peor. Respiré hondo para bajar el enojo y de inmediato me sentí mal por hablar de esa manera, no debería perder los estribos, aunque ella lo mereciera.
- Si crees que esto ha sido malo solo espera. La pesadilla acaba de empezar. - Dijo Erika.
No pude evitar fruncir el ceño, ella y Leslie sonreían, pude sentir como todos los demás seguían viéndonos, de hecho, al poner atención ellos solo me veían a mi.
- ¿Qué quieres decir? - Pregunté dudosa.
- Lo que escuchaste, bienvenida a tu pesadilla.
Ni siquiera pude sentirme confundida, mi cuerpo de inmediato reaccionó a las señales de peligro a mi alrededor, las personas se acercaban a mi queriendo acorralarme, el suelo se sacudía de una forma extraña, no como de lado a lado, sino de arriba a abajo. Comencé a retroceder dudosa, aquello estaba asustándome.
Es un sueño, es un sueño. Nada puede lastimarme aquí. - Pensé al mismo tiempo que cerraba mis ojos y los apretaba con fuerza. Fue entonces que me di cuenta, solo era una pesadilla, lo único terrible que me podría pasar era que con el susto despertara y eso ya no me parecía tan malo.
- Es mi sueño. Yo mando. Al abrir los ojos todos se habrán ido. - Dije entre susurros.
Tal como dije sucedió, cuando abrí los ojos no había nadie. Todo se veía desolado, tranquilo; me hizo soltar un largo suspiro. Miré hacia todos lados confirmando mi soledad, una vez terminé seguí mi camino a casa. Inconscientemente iba a paso rápido, solo quería llegar a un lugar seguro, pero, conforme avanzaba mis pensamientos me azotaban.
Al llegar a mi casa la sensación de alivio me invadió, cerré la puerta recargándome en ella; poco a poco me fui deslizando sobre ella hasta quedar sentada en el piso. Trataba de centrarme y entender lo que acababa de pasar, nunca me había sentido tan extraña. Escuché unos pasos acercarse y dirigí mi mirada hacia el sonido, pero no alcancé a ver nada.
- ¿Oliver? - Esperé a una respuesta, la cual no apareció. - ¿Mamá? ¿Papá?
Me puse de pie mientras volvía a esperar a que alguien me contestara y lo único que obtuve fue un largo y profundo silencio sumado a la sensación de una presencia. Di unos cuantos pasos adelante antes de ver por el rabillo del ojo una sombra en una de las esquinas de la estancia, entonces quedé helada, no me di cuenta que había dejado de respirar hasta que mis pulmones me gritaron que tomara aire, al hacerlo recobré mis sentidos y me animé a observar a la esquina. Esta vez no desapareció cuando la miré, no era tanto como una sombra, mas bien asemejaba una persona vestida de negro, no había un solo espacio de piel libre, en las manos tenía guantes y una capucha cubría su rostro, aún con la luz del sol parecía estar en penumbras. Sin embargo, podía percibir su mirada en mi e incluso emanaba negatividad, era una tensión suspendida en el aire.
Retrocedí a grandes y lentos pasos, eso pareció no gustarle, porque de inmediato comenzó a acercarse. Corrí en dirección a la puerta, quise tomar la manija, pero esta había desaparecido y la puerta se había convertido en parte de la pared. Fruncí el ceño, volteé a ubicar la sombra y estaba a unos cuantos metros de mi, empezó a cambiar de forma drásticamente, aproveché para escabullirme y correr hasta el cuarto de mis padres, cerré la puerta con llave. Tenía la respiración acelerada, traté de ubicar una salida, mi única opción era la ventana, pero estaba trabada.
- Estúpida ventana. -Mascullé.
- ¿Mel? - La voz de mi papá retumbó. - ¿Dónde estás?
Escucharlo me tranquilizó, fui a la puerta y estuve a punto de quitar el seguro, pero volvió a hablar.
- Mel... sal. Solo quiero jugar contigo.
Mi cuerpo reaccionó a esa frase con temblores, mi corazón bombeó con fuerza, me sudaron las palmas de las manos.
- Ven con papá Melissa.
Me alejé como si la puerta me estuviera quemando. De pronto estaba llorando, no podía estar pasando esto.
- ¡MELISSA! - Golpeó la puerta casi tumbándola.
Me llevé las manos a la boca para amortiguar mis sollozos, miré a mi alrededor histérica, detuve mis ojos en el gran armario, sin pensarlo lo abrí, recorrí la ropa y me hice un lugar lo suficientemente grande para entrar, cerré las puertas y acomodé la ropa para esconderme. Apreté mis ojos y abracé mis piernas con fuerza. Me dolió percatarme de lo que pasaba, no hace muchos años venía a esconderme aquí, en la misma posición pensando que me brindaría protección, protegerme de un hombre que se suponía que debía cuidarme y amarme. Tardé mucho en volver a sentir la casa como un lugar seguro y ahora no podía evitar retornar a ese tiempo donde la casa era el peor de los lugares, que escuchar llegar a mi padre era lo que más temía. Estaba aterrada.
Los golpes en la puerta seguían, en uno de ellos se abrió.
Por favor, por favor no. Vete.
- Desaparece, déjame en paz. - Susurré.
Es un sueño, no puede hacerme daño. Solo es un sueño, es un sueño, es un sueño.
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Más allá de los sueños
FantasyMelissa, una estudiante de psicología cansada y frustrada por varios problemas que la acompañan desde el pasado, opta por tomar pastillas para dormir sin saber que pronto descubriría algo que la hará desear no haberlo hecho. Los sueños son inofensi...