Capítulo 17:

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Las risas de muchos niños salían por todas partes e incluso niños salían por cualquier lugar, temía que me amarraran a la silla y me dejaran hundiéndome en la alberca de pelotas o me hicieran ponerme una botarga horrible para sobrevivir por el hecho de ser un "adulto". Tal vez estaba exagerando con esos pensamientos, pero ya había pasado dos horas y media desde que los estaba cuidando, se estaba volviendo algo tedioso. Un amigo de Oliver hasta me pidió que lo llevara a casa.
Lo único bueno es que Isaac se ofreció a llevarlo para que Oliver y yo no tuviéramos problemas, agradecía que cuidara también de los chicos y tuviera un poquito de compasión por mi.

Gracias.

- ¿Te gusta el primo de Josh? -  Oliver preguntó con tanta sutileza cómo pudo.

- ¿Qué? - Me exalté de todos modos.

Lo miré a los ojos por un segundo y fue un grave error, olvidé que conducía por ese segundo.

- ¡Frena, está en rojo! - Gritó, su cara palideció y casi se le salieron los ojos.

Frené de golpe al escucharlo a él y la bocina del auto que venía de mi lado izquierdo, a penas logré hacerlo. Sentí una mirada penetrante, no hacía falta adivinar que era Oliver con el corazón en la mano.

- ¿Qué fue eso? Casi nos matas Melissa. - Respiraba como si fueran sus últimos minutos con acceso al oxígeno.

- Lo siento, lo siento. Me distraje un momento.

- Me di cuenta.

La luz se puso en verde y avancé con cuidado hasta orillarme en un parque para tranquilizarme mejor y dejar que se fuera la adrenalina, no podía manejar agusto con ella recorriendo cada minúscula parte de mi cuerpo.

- Si no querías contestar mi pregunta, solo me hubieras ignorado. No hacía falta el intento de suicidio. - Siguió regañándome al recuperar el ritmo de su respiración.

- Oye, el suicidio no es un juego como para usarlo con sarcasmo. - Bajé las ventanas un poco.

- Conducir tampoco y aún así te crees piloto de carreras.

Encendí el auto de nuevo, sin querer admitir que no quería seguir manejando porque seguía asustada y nos llevé a casa tan a salvo cómo pude.

Entramos a la casa, Oliver fijó su mirada en la mía y lo primero que hicimos fue reírnos como maniáticos. De alguna forma eso nos ayudó a liberar la tensión, no solo del susto, sino, de todo lo demás que nos había estado ocurriendo.

- Deberías ducharte, apestas a pizza con sudor. - Comenté en cuanto dejamos de reír.

- Si debería. - Pensó un segundo. - Y lo haré porque estoy de buenas. Gracias por llevarme, eres una buena hermana.

- Y sería una gran hija si obedeciera mis órdenes y reglas. - La voz de nuestra mamá se hizo presente en la sala. Tenía los brazos cruzados y se le arrugaba la frente cada vez más del enojo.

- Mamá, llegaste temprano. - Hablé con calma.

- Pedí permiso para salir antes y venir a comer con ustedes. Creí que nos hacía falta tiempo en familia... - Explicó aún cruzada de brazos.

- Ve a bañarte, Oliver. - Le ordené para hablar con mamá, sabía que el regaño iba para mí.

Esperé hasta que Oliver abriera la llave de agua para que no se pusiera a espiar y mi mamá se dió cuenta que esperaba eso porque no dijo nada hasta que nos aseguramos de eso.

- Lo llevaste a comer pizza estando castigado y sin decirme nada. - Rompió el silencio, sentí el enojo aunque no subió mucho su volumen. - ¿En qué estabas pensando? ¿Es esa la forma de enseñarle que lo que hizo no está bien?

- Lo sé, lo siento. Pero, él sabe que lo que hizo está mal y prometió no volver a hacerlo. Además, no es toda su culpa, ese niño lo estuvo molestando mucho tiempo y Oliver quiso defenderse. No lo estoy excusando, creo que debemos comprenderlo mejor. - Quería ablandarla un poco.

- Basta. ¡Yo soy su mamá! Eres mayor de edad y no puedo tomar las decisiones por ti o estar detrás de ti cuidando cada pasó que das. Pero Oliver está bajo mi cargo, él debe acatar la reglas que yo pongo. Eres la hermana mayor, compórtate como tal. - Se acercó a mi. - Necesito que seas una adulta, Melissa.

Bajé la mirada, me había quedado sin argumentos y solo me tocaba recibir el regaño. Ella tenía razón, sabía que no era lo correcto y me arriesgué por tratar de hacer feliz a mi hermano al menos por un momento.

- ¿Con qué pagaste? - Mi mamá añadió una pregunta, la única que si tenía que contestar.

- Oliver pagó con unos ahorros. - Musité.

Mi mamá sonrió con ironía. No me di cuenta de lo que pasaba hasta que ella realizó el acto.

- Tenía dinero que pudimos usar para ayudarnos a pagar la operación y lo desperdiciaron en pizza. - Volvió a reír de la misma manera. - ¿A dónde fueron? - Su voz subió de tono.

- Pizzaland... - Susurré sintiéndome mal.

- El lugar nuevo. - Asentí. - Con juegos y claramente más caro que todos los otros lugares de pizza.

- Mamá, lo siento mucho. No quise... - Ella levantó su mano para que dejara de hablar y de inmediato callé.

Me dió la espalda para subir las escaleras y se fue a su cuarto dejándome con una culpa tan grande que me revolvió el estómago. Al igual que ella subí y me encerré en mi cuarto.






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