Las risas de muchos niños salían por todas partes e incluso niños salían por cualquier lugar, temía que me amarraran a la silla y me dejaran hundiéndome en la alberca de pelotas o me hicieran ponerme una botarga horrible para sobrevivir por el hecho de ser un "adulto". Tal vez estaba exagerando con esos pensamientos, pero ya había pasado dos horas y media desde que los estaba cuidando, se estaba volviendo algo tedioso. Un amigo de Oliver hasta me pidió que lo llevara a casa.
Lo único bueno es que Isaac se ofreció a llevarlo para que Oliver y yo no tuviéramos problemas, agradecía que cuidara también de los chicos y tuviera un poquito de compasión por mi.Gracias.
- ¿Te gusta el primo de Josh? - Oliver preguntó con tanta sutileza cómo pudo.
- ¿Qué? - Me exalté de todos modos.
Lo miré a los ojos por un segundo y fue un grave error, olvidé que conducía por ese segundo.
- ¡Frena, está en rojo! - Gritó, su cara palideció y casi se le salieron los ojos.
Frené de golpe al escucharlo a él y la bocina del auto que venía de mi lado izquierdo, a penas logré hacerlo. Sentí una mirada penetrante, no hacía falta adivinar que era Oliver con el corazón en la mano.
- ¿Qué fue eso? Casi nos matas Melissa. - Respiraba como si fueran sus últimos minutos con acceso al oxígeno.
- Lo siento, lo siento. Me distraje un momento.
- Me di cuenta.
La luz se puso en verde y avancé con cuidado hasta orillarme en un parque para tranquilizarme mejor y dejar que se fuera la adrenalina, no podía manejar agusto con ella recorriendo cada minúscula parte de mi cuerpo.
- Si no querías contestar mi pregunta, solo me hubieras ignorado. No hacía falta el intento de suicidio. - Siguió regañándome al recuperar el ritmo de su respiración.
- Oye, el suicidio no es un juego como para usarlo con sarcasmo. - Bajé las ventanas un poco.
- Conducir tampoco y aún así te crees piloto de carreras.
Encendí el auto de nuevo, sin querer admitir que no quería seguir manejando porque seguía asustada y nos llevé a casa tan a salvo cómo pude.
Entramos a la casa, Oliver fijó su mirada en la mía y lo primero que hicimos fue reírnos como maniáticos. De alguna forma eso nos ayudó a liberar la tensión, no solo del susto, sino, de todo lo demás que nos había estado ocurriendo.
- Deberías ducharte, apestas a pizza con sudor. - Comenté en cuanto dejamos de reír.
- Si debería. - Pensó un segundo. - Y lo haré porque estoy de buenas. Gracias por llevarme, eres una buena hermana.
- Y sería una gran hija si obedeciera mis órdenes y reglas. - La voz de nuestra mamá se hizo presente en la sala. Tenía los brazos cruzados y se le arrugaba la frente cada vez más del enojo.
- Mamá, llegaste temprano. - Hablé con calma.
- Pedí permiso para salir antes y venir a comer con ustedes. Creí que nos hacía falta tiempo en familia... - Explicó aún cruzada de brazos.
- Ve a bañarte, Oliver. - Le ordené para hablar con mamá, sabía que el regaño iba para mí.
Esperé hasta que Oliver abriera la llave de agua para que no se pusiera a espiar y mi mamá se dió cuenta que esperaba eso porque no dijo nada hasta que nos aseguramos de eso.
- Lo llevaste a comer pizza estando castigado y sin decirme nada. - Rompió el silencio, sentí el enojo aunque no subió mucho su volumen. - ¿En qué estabas pensando? ¿Es esa la forma de enseñarle que lo que hizo no está bien?
- Lo sé, lo siento. Pero, él sabe que lo que hizo está mal y prometió no volver a hacerlo. Además, no es toda su culpa, ese niño lo estuvo molestando mucho tiempo y Oliver quiso defenderse. No lo estoy excusando, creo que debemos comprenderlo mejor. - Quería ablandarla un poco.
- Basta. ¡Yo soy su mamá! Eres mayor de edad y no puedo tomar las decisiones por ti o estar detrás de ti cuidando cada pasó que das. Pero Oliver está bajo mi cargo, él debe acatar la reglas que yo pongo. Eres la hermana mayor, compórtate como tal. - Se acercó a mi. - Necesito que seas una adulta, Melissa.
Bajé la mirada, me había quedado sin argumentos y solo me tocaba recibir el regaño. Ella tenía razón, sabía que no era lo correcto y me arriesgué por tratar de hacer feliz a mi hermano al menos por un momento.
- ¿Con qué pagaste? - Mi mamá añadió una pregunta, la única que si tenía que contestar.
- Oliver pagó con unos ahorros. - Musité.
Mi mamá sonrió con ironía. No me di cuenta de lo que pasaba hasta que ella realizó el acto.
- Tenía dinero que pudimos usar para ayudarnos a pagar la operación y lo desperdiciaron en pizza. - Volvió a reír de la misma manera. - ¿A dónde fueron? - Su voz subió de tono.
- Pizzaland... - Susurré sintiéndome mal.
- El lugar nuevo. - Asentí. - Con juegos y claramente más caro que todos los otros lugares de pizza.
- Mamá, lo siento mucho. No quise... - Ella levantó su mano para que dejara de hablar y de inmediato callé.
Me dió la espalda para subir las escaleras y se fue a su cuarto dejándome con una culpa tan grande que me revolvió el estómago. Al igual que ella subí y me encerré en mi cuarto.
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Más allá de los sueños
FantasyMelissa, una estudiante de psicología cansada y frustrada por varios problemas que la acompañan desde el pasado, opta por tomar pastillas para dormir sin saber que pronto descubriría algo que la hará desear no haberlo hecho. Los sueños son inofensi...