Capítulo 3:

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- Toc toc. - Dije tocando la puerta del cuarto de Oliver.

- Tienes un minuto. - Entré.

Él estaba en el celular y en cuanto me vió lo apagó para ponerme atención.

- Hablé con tu directora.

- Te dije que sería un problema el seguir yendo tarde. - Estaba algo enojado.

- No fue por eso... ¿Por qué molestas a tus compañeros? - Abrió los ojos de golpe.

- ¿De qué hablas? - Me senté en la cama.

- Sabes de que hablo. Tienes que decirme lo que sucede si no quieres ser expulsado.

Yo sabía que no quería ser expulsado, le gustaba ir a la escuela, disfrutaba aprender. Cielos, mi hermano era todo un cerebrito; no podía dejar que lo sacaran de la escuela, tenía un gran futuro y no podría desperdiciar la oportunidad de una buena educación por creerse más que otros. Cómo su hermana mayor no lo permitiría.

- ¿Expulsado? - El temor en su voz lo delataba.

- Expulsado. - Le remarqué. - Cuando la señora Baker me lo dijo no lo pude creer. Sigo sin entender, así que necesito que me expliques. Si no lo haces le tendré que decir a mamá. - Al pobre casi se le salían los ojos.

- Yo... Yo, solo por fin encontré algo en lo que soy bueno, soy un buen estudiante. Siempre en otras escuelas me hacían a un lado, incluso en esta. No soy tan bueno como otros chicos para los deportes, tampoco soy tan cool con las chicas, siempre ha sido algo que me echan en cara. Solo trataba de parecer interesante. - Finalmente suspiró.

- Gracias por decirme. Hablaré sobre esto con la directora y llegaremos a una solución. Mientras tanto, no más ofensas. ¿Entendido? - Asintió y me dirigí a la puerta. - Y tú si eres cool. - Me sonrió.

- ¿Le dirás a mamá?

- Yo no soy una soplona, pero una nieve de chocolate no me vendría mal ahora. - Dije en un intento de soborno.

- Ya lárgate.

7:00 pm:

Acomodé mis cuadernos y libros correspondientes a mis clases de mañana. Saqué la bolsa con las pastillas de la mochila y las puse sobre mi escritorio, aún no estaba segura de tomarlas.

Una pastilla, una noche de descanso. Por fin podría dormir.

Tomé una taza de té, un libro y me senté en mi cama para relajarme. Seguía intentando dormir sin el uso de las pastillas, solo quería comprobar el que de verdad las necesitara.

Había pasado una hora cuando mi celular comenzó a sonar y por instinto contesté.

- ¿Bueno? - Dije sin despegar la vista del libro.

- ¿Mel? - La voz hizo que la piel se me erizara. - Me da gusto que contestaras, te he extrañado. - Estaba completamente congelada.

- ¿Qué quieres? - Contesté neutral.

- Saber cómo está mi hija, escucharte.

- Estoy excelente, todos estamos mejor que nunca. Estoy tan alegre de ver cómo mamá trabaja noche y día para pagar las deudas y reparar los daños psicológicos de años. Si eso es todo, adiós.

- No sabes de mi en meses y solo te quejas cuando hablo. Quiero hacer las pases contigo Melissa, pero eres igual a tu madre. - Su voz se volvió más dura.

- ¿Quieres hacer las pases? Olvídate de nosotros, no nos llames más. Estamos mejor sin ti, tranquilos sabiendo que estás en la cárcel y que lo estarás muchos años más. Hasta nunca, papi. - Colgué.

Lloré, no importaba cuánto tiempo pasara o cuánto quisiera dejar todo en el pasado, estaba tan herida por él y que sus acciones mostraran consecuencias a nosotros que no habíamos hecho nada, víctimas de sus traiciones, sus mentiras, sus artimañas, sus abusos... Estaba feliz y segura de saber que no nos podría hacer más daño, pero ¿qué sobre lo que ya había provocado? En parte es por lo que decidí estudiar psicología, no quería que más personas se quedaran con traumas, con rencores, con tristeza, miedos.

¿Cómo podría ayudar a la gente si ni siquiera puedo ayudarme a mi misma?

9:30 pm:

Con los ojos hinchados y la cara roja me levanté de la cama para tomar una de las pastillas. Ni habiendo llorado podía conciliar el sueño. Abrí el paquete y puse la pequeña pastilla en mi boca pasándola con un solo trago de agua, volví a acostarme tapándome con las cobijas calientitas que me daban comodidad y cerré los ojos esperando que hiciera efecto.

Por una vez me sentí relajada a la hora de acostarme, por una vez sentí como mis párpados pesaban con ganas de cerrarse para no volver a ser abiertos en mucho tiempo. Por una vez no solo tenía sueño, si no que tenía ganas de dormir.

Más allá de los sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora