Elliot

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Entré, y me encontré con el restaurante más hermoso al que hubiera ido en mi vida. Por un momento temí no estar vestida lo suficientemente elegante y desentonar con el lugar, pero entonces avisté a Elliot en una mesa en el fondo, y olvidé mis preocupaciones.

Estaba con la mirada fija en su celular, con el ceño fruncido que lo hacía ver como un niño pequeño haciendo berrinche. Una risita se me escapó, y él volteó a mirarme.

Abrió los ojos con sorpresa, permitiéndome admirar una vez más esas preciosas orbes azules robadas del Atlántico.

-¿Te comió la lengua el gato? -dije para romper el silencio.

-Lo siento. Me pasa cada vez que veo a la mujer más bella del mundo enfrente de mi -respondió, ayudándome a sentarme.

Giré mi cabeza, explorando el lugar.

-¿Dónde está? Me gustaría conocerla -coloqué mi bolsa en la silla vacía a mi lado.

Elliot sólo sacudió la cabeza al oír mi comentario, y se sentó enfrente de mí.

-Estoy seguro de que te caería bien. Tiene un sentido del humor único. Pero es todo un misterio para mi -se inclinó sobre la mesa, como si fuera a confesarme un secreto.

-¿Por qué? -susurré.

-Porque por un momento creo conocerla, y al siguiente me hace saber que estoy bastante lejos de comprenderla -me sonrió.

-Creo que todas somos así -respondí.

En ese momento el capitán de meseros se acercó a nuestra mesa.

-Buenas noches señor Graham, es un placer verlo de nuevo por aquí. ¿Qué desean ordenar?

Elliot me miró inquisitivamente, pero yo dije que tomaría lo que él pidiera. Después de darle un rápido vistazo a la carta pidió un platillo con un nombre extremadamente largo en francés, y una botella de vino.

Comenzamos a conversar, y a los pocos minutos estábamos riendo como dos tontos.

-Así que, ¿vienes mucho por aquí? -pregunté antes de darle un sorbo a mi copa.

-Casi cada mes. Con la mujer que más influencia tiene en mi vida.

Se quitó el saco, e irónicamente, sentí que empezaba a hacer mucho más calor.

-¿Tu novia? -aventuré.

-Mi madre -dijo mirándome a los ojos-. Creo que ya has escuchado que no me gustan los compromisos, Clara.

"Maldición. Claro que lo he escuchado, si cambias de chica cada semana".

De repente colocó su mano sobre la mía, y me sobresalté un poco.

-Pero las personas cambian ¿no es así?

-No en mi experiencia. O si lo hacen, es para peor -inconscientemente mi voz sonó más apagada.

-Cuéntame.

Y aunque no era una orden, su intensa mirada no me dejaba oportunidad de negarme.

-Es una historia muy larga y personal. Preferiría relatártela en otra ocasión -respondí antes de desviar la conversación.

Él solamente asintió, y cuando llegó nuestra comida, supe que una parte de la magia que habíamos tenido momentos antes se había desvanecido.

Dos horas después, la tercera botella de vino nos ayudó a recuperarla. Salimos del restaurante entre risas, burlándonos de la forma de comer del otro, de las películas que habíamos visto, de cada minucia que pasaba por delante de nuestros ojos.

Office RomanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora