Duncan

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Hola de nuevo! Si les gustó Office Romance y llegó a formar parte de sus bibliotecas (o sus corazones), los invito a leer y divertirse con mi nueva historia, que aunque no es una continuación, lleva el mismo estilo raro y loco con el que escribo todo jeje. Aquí les dejo el primer capítulo para que se den una probadita y me digan qué tal ;)

Duncan y yo nunca fuimos pareja, empecemos por ahí.

Él no era el típico "jefe que antes de los treinta ya es dueño de un imperio empresarial, tiene un cuerpo esculpido por Miguel Ángel, voz seductora de Matt Bomer y te trata con una frialdad inigualable porque alguien le rompió el corazón hace años y ya no confía en nadie bla bla bla..."

Tampoco hicimos un contrato donde yo fingiría ser su novia para que pudiera heredar su fortuna familiar o algo así (aunque eso hubiera hecho las cosas mucho más interesantes, lo sé).

El que termináramos juntos fue producto (al igual que muchas personas en este mundo) de la suma de dos cosas: el alcohol y las malas decisiones.

Todo empezó en la fiesta de fin de año de la empresa donde los dos trabajábamos. Lo que había sido planeado como una tranquila reunión terminó volviéndose un degenere total por culpa del chico de las copias, que se encargó de añadir alcohol de dudosa procedencia al ponche cuando el organizador no lo estaba mirando.

Ya iba en mi cuarto vaso de ponche adulterado cuando escuché la frase que desencadenaría todo, de los labios del mismísimo Duncan Rosetti.

Todos los que lo conocían querían ser como él, y todas las chicas se emocionaban con tan sólo oír su nombre. Él era miembro de ese selecto club de personas que nacieron con el don de poder iniciar una conversación hasta con las piedras, y lograba que cualquier mujer se sintiera como una súper modelo de lencería cuando posaba sus ojos claros sobre ella.

—Estar soltero en este medio es un verdadero fastidio —alcancé a oír por encima del alboroto general. Duncan estaba a unos metros de mí en la mesa de al lado, rodeado de su usual grupo de amigos, que estaban casi tan borrachos como él. Varios le dieron la razón, aunque probablemente ni siquiera la mitad estuvieran lo suficientemente sobrios como para darse cuenta de lo que decía.

—Cada vez que salgo a una reunión con un cliente es lo mismo: "¿cuándo piensas casarte? Déjame presentarte a una amiga, te va a encantar". No puedo salir a ningún lado sin que en algún punto de la noche me acosen con esas preguntas.

—¿Piensas que tú lo tienes mal? —lo encaré, con una valentía que me había salido de Dios sabe dónde (del licor barato del ponche, para que me engaño) y que se había plantado en mis ovarios—. Tú ni siquiera tienes que aguantar los comentarios estilo: ¿No piensas tener hijos? El tiempo pasa y tú no te haces más joven, y cosas así.

Él sacudió la cabeza, quitando de su vista un mechón de cabello rubio que le caía por los ojos, y sonrió al darse cuenta que tenía la atención de alguien.

—El punto es que hay ciertas ocasiones sociales en las que estar soltero es un asco, ¿verdad, Athena?

Me crucé de brazos, sonriendo por fuera mientras mi yo interior trataba de encontrarle una explicación racional al por qué mi estómago había dado un brinco cuando lo oí decir mi nombre por primera vez.

Fue la combinación de espaguetis verdes con bacalao. ¿O la gelatina rosa? Nadie había sabido decir de qué estaba hecha.

Era cierto que trabajábamos juntos, pero esa era la primera vez que nos decíamos algo más que "buenos días" y "la impresora no tiene tinta". Nos llevábamos bien, pero no teníamos amigos en común, y yo ciertamente no era de las chicas que le hacían fiesta cuando llegaba al trabajo en esos trajes de colores peculiares que sólo le quedan bien al uno por ciento de la población masculina, como beige o azul celeste.

La vida había decidido mantenernos separados hasta ese momento.

—Así es —respondí, con una confianza en mí misma tan alta como la de una mujer cuando se pone un labial rojo pasión—. Si no involucrara tanto drama, ya me habría casado para librarme de todas esas preguntas de gente entrometida.

Duncan amplió aún más su sonrisa y se levantó de su mesa para acercarse a la mía. Sentí el calor que emanaba de su cuerpo cuando se puso a mi lado, que junto con el licor barato que había tomado provocó que la neurona encargada de las sección lujuriosa de mi mente comenzara a trabajar como no lo había hecho en todo el año.

Porque puede que no fuera el dios griego que hubiera bajado del Olimpo para procrear con mortales, pero Duncan era un hombre atractivo, y yo era una mujer con muy buena vista.

"Y con necesidades que no han sido satisfechas desde que terminaste con el idiota de tu ex hace medio año" alcanzó a recordarme mi neurona loca antes de que las otras neuronas la abofetearan por conducta indecente.

Estaba tan sumida en mi diálogo interno que me sorprendí cuando me susurró al oído:

—Creo que tengo la solución para ese problema. ¿Te gustaría escuchar mi propuesta?

¿Les gusta? Pronto pondré el link aquí también, mientras tanto pueden hallarla en mi perfil.

Mil gracias y besos!! <3

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