Tres meses después
Elliot me ayudó a descender del auto, y tomándome de la mano me guió hasta una de las bellas sillas blancas adornadas con flores. No se me pasó por alto que había elegido a propósito la última fila, así que en cuanto se dio la vuelta para saludar a alguien tomé mis cosas y me acomodé en una de las primeras. Me miró irritado en cuanto se dio cuenta, pero sin decirme nada se levantó y también se cambió de lugar.
Le sonreí complacida y tomando su mano le di un rápido beso en la mejilla, mientras los invitados seguían llegando. Él depositó su mano libre en mi vientre, que apenas comenzaba a notarse. A pesar de tener todavía poco tiempo, los bochornos no dudaban en aparecer, por lo que llevaba un vestido largo pero del tul más ligero que encontré, para no morir asada como pollo ese día tan importante.
En ese momento divisé a Tania, preciosa con su vestido de menina jugando por el enorme jardín con los otros tres pequeños pajes. Ellos habían llegado un poco antes para ensayar su rutina, y al parecer ya habían terminado hace rato. La llamé para rehacerle el moño del vestido, que ya se le había caído por tanto andar corriendo.
-¿Ya casi empieza? -preguntó impaciente por regresar a jugar.
-En unos momentos más, princesa -contestó Elliot mirando su reloj.
Tania me miró expectante, y con un asentimiento la autoricé a seguir jugando con sus nuevos amigos, no sin advertirle que tuviera cuidado en no ensuciarse. Ella se alejó feliz con mi respuesta, sin hacer mucho caso de mi recomendación.
Me recargué en Elliot, aspirando su perfume, y él me beso la frente en respuesta. No podía estar más feliz al saber que las dos personas que más quería en el mundo (porque la tercera aún no llegaba) se llevaban bien.
Elliot había soportado valerosamente el primer encuentro con mis padres, quienes lo habían examinado de pies a cabeza y de adentro hacia afuera más minuciosamente que cualquier agente de aduanas, pero al final había pasado el examen.
Aunque seguían mostrándose un poco molestos con nuestra decisión de no casarnos cuanto antes, al menos por la iglesia. Él, por su parte, había admitido delante de ellos no ser del tipo de persona que se casa, porque no consideraba necesario jurar su amor por mí ante nadie para quererme y cuidarme. Y yo por otro lado aún tenía cierta desconfianza a comprometerme, secuela de mi relación con Sebastian, pero iba haciendo progresos en superar mi pasado gracias a los cuidados de Elliot.
El cual desde que había visto las primeras fotos del ultrasonido se había vuelto loco de felicidad, y no dejaba de llamarme cada media hora a la extensión de mi flamante nueva oficina para preguntar si estaba bien. Eso duró aproximadamente una semana y media, hasta que finalmente le dije que sus llamadas me estresaban más que los contratos que debía de revisar todos los días, y las redujo a una al día.
Pero había insistido en que me fuera a vivir con él. No me hubiera importado mudarme a su antigua casa, que era de todas formas mucho más moderna y bonita que mi triste departamento, mas él se había empeñado en que ese lugar le recordaba demasiado sus días de libertinaje y compró una más céntrica para los tres, y no hubo fuerza humana que lo hiciera desistir de su idea.
Bueno, para los cinco, porque también ofreció dos habitaciones para que Tania y Sonia vinieran a vivir con nosotros. Está de más decir que me sorprendió la generosidad de la oferta, y traté de hacerle ver que no era necesario, pero Elliot ganó la pelea diciendo que si eso me hacía feliz, entonces era necesario.
En un principio ambas rechazaron la proposición, sobre todo Tania, porque no quería dejar el lugar donde había vivido toda su vida. No obstante, cada vez aceptaba pasar temporadas más largas en la nueva casa, donde Elliot se desvivía por agradarle y jugar con ella cada vez que podía. No me cabía duda que, si esa niña y yo nos parecíamos en algo, no tardaría en caer bajo sus encantos también y aceptar vivir con nosotros para siempre, lo cual me llenaba de alegría.
ESTÁS LEYENDO
Office Romance
ChickLitClara siente que el amor no esta hecho para ella. Después de su primera (y única) experiencia, decide rechazar a todos los hombres que se atreven a invitarla a salir. Pero las cosas experimentan un cambio de 180 grados cuando su mejor amiga le consi...