Night

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-Parezco un mapache. Un mapache ebrio -suspiré viendo mi imagen en el espejo. El delineador y la sombra de ojos que me había aplicado con tanto cuidado la noche anterior estaban regados por toda mi cara. Tomé un poco de algodón del baño y traté de arreglar el desastre lo mejor posible sentada en la cama, con mi espejito de mano.

-No es verdad. Si quieres mi opinión, te ves más como un panda.

-Por eso no pedí tu opinión Elliot -respondí lanzándole una mirada furibunda.

-Los pandas son lindos, deberías de tomarlo como un halago -contestó entre risas.

Decidí ignorar su comentario.

-Tú lo tienes demasiado fácil. Ni siquiera te despeinaste.

-Es parte de mi encanto -se levantó de la cama y escuché como entraba a la ducha.

Mi celular hizo su clásico sonido agudo, indicándome que estaba en los estertores de la muerte, o en otras palabras, que le quedaba poca batería. Encendía la pantalla para ver cuánta, y los números blancos del reloj me dieron una bofetada virtual. ¡Eran las diez de la mañana! La más mínima oportunidad de alcanzar el vuelo a Nueva York estaba perdida. Aún así debía avisarle a Elliot.

-¡Elliot! ¡Elliot! ¡Abre, es importante! -aporreé la puerta del baño con mis puños.

-¡Ya voy! Cielos, si tantas ganas tienes de bañarte conmigo, lo podrías haber dicho antes -dijo amarrándose una toalla a la cintura y chorreando agua por todas partes.

Consideré un momento la sugerencia, pero obligué a mi cerebro a concentrarse. Había cosas más urgentes que atender en este momento que mi lado libidinoso.

-No tienes tanta suerte. Lo que sucede es que gracias a que cierta persona no cumplió su promesa de despertarme temprano, acabamos de perder nuestro vuelo. Tenemos que ir al aeropuerto inmediatamente y pedirle a la aerolínea que se apiade de nosotros y nos consiga dos asientos para... -hice una pausa para tomar aire.

-Regresaremos en un jet privado -soltó como si fuera lo más normal del mundo.

-¿Y eso, cuándo se supone que sería?

-Bueno, siempre necesitan cierto tiempo para tenerlo listo, pero supongo que en unas tres horas estaremos despegando con rumbo a la Gran Manzana. Mientras tanto, podemos hacer un pequeño tour por la ciudad del amor -susurró guiñándome el ojo.

-Suena bien -exhalé, más tranquila-. Voy a ir a mi cuarto a cambiarme, te espero en la entrada del hotel.

Recogí mi celular agonizante y tomé la llave electrónica de la alfombra para abrir la puerta, cuando me llamó.

-Oye, Clara, respecto a la oferta de antes, sigue en pie -señaló con la cabeza la regadera, que ya estaba envuelta en vapor para entonces.

Solté una risa.

-Me temo que tendré que pasar en esta ocasión -obtuve un gruñido como respuesta.

-La siguiente vez no vas a poder salirte con la tuya tan fácilmente.

-¡Usa agua fría, eso siempre funciona! -grité antes de salir.

Se sentía extremadamente incómodo tener que volver a mi habitación con la misma ropa de la noche anterior. Ahora entendía perfectamente eso de "la caminata de la vergüenza". Qué se le va a hacer.

A los quince minutos ya estaba yo en la calle, esperando a Elliot. Sabía por experiencia lo muchos que tardaba este hombre en salir de bañarse, así que decidí ver las tiendas de las calles aledañas mientras tanto.

Por cierto, tenía que llamarle a Nathan. Conociéndolo debía de estar comiéndose las uñas porque no me había presentado a tiempo al aeropuerto.

Este sería un buen momento para hacerlo, si no hubieras dejado tu celular cargándose en tu habitación.

Nada le parece bien a mi conciencia, eso está claro.

Mientras hablaba (discutía) conmigo misma, vi una preciosa tienda de porcelana en la calle de enfrente. En la vitrina principal estaba una muñeca casi idéntica a Tania, con un vestido de volantes morado. Supe que tenía que llevársela, costara lo que costara. Ya me imaginaba su carita de emoción al abrir el paquete de regalo. Probablemente ya no jugara con ella, al fin y al cabo, tenía ocho años, pero ¿quién no quiere tenerse en versión muñeca?

Salí de la tienda decepcionada. Aunque no era prohibitivamente cara, no traía conmigo suficiente efectivo. Tendría que volver al hotel por mi tarjeta de crédito.

Di un vistazo a mi alrededor y noté que no reconocía las calles. Según yo sólo me había alejado un par de cuadras, era imposible que me hubiera perdido. Traté de deshacer el camino andado, para terminar todavía más confundida que antes. ¿Por qué no había nadie en la calle a quien preguntarle direcciones? ¿En Francia el día empieza a las doce o qué?

Cuando mi paciencia comenzaba a agotarse, vislumbré a una mujer en la esquina de enfrente tecleando en su celular. ¡Genial! ¡Gracias Dios por oír mis ruegos!

Estaba tan entusiasmada por mi descubrimiento que eché a correr sin fijarme antes de cruzar. Me di cuenta de mi error demasiado tarde. Primero sentí un golpe intenso en mi costado, luego mi cabeza golpeó el asfalto tan fuertemente que creí que se rompería en cualquier momento y mis sesos se desparramarían en la calle.

Antes de cerrar los ojos vi la cara se la mujer sobre mí, preguntándome cosas que no entendía, y después nada, sólo la oscuridad.

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Bonjour! Gracias por leer, ya pasamos los 50k! Os amo de aquí a Plutón!!! (en mi corazón siempre seguirá siendo un planeta) <3 <3 <3

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