Cinderella

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Finalmente, después de varios días de conferencias y reuniones, había llegado el día: ¡domingo! la fecha que todas esperaban por tres simples palabras: cena de gala. Puede que estemos en pleno siglo veintiuno, era de la modernidad y la tecnología, pero la oportunidad de usar un vestido largo y charlar con los mejores empresarios a nivel internacional emocionaba a la mayoría de las chicas que habían acudido al congreso. Y el resto, bueno, iba por la comida gratis.

Yo estaba a medias de los dos grupos, pero a decir verdad, no estaba muy emocionada por la cena. Principalmente, porque no soy buena escuchando discursos sin quedarme dormida, y estaba segura de que habría más de uno. Segundo, me había despertado con un dolor de garganta que no podía ignorar. Ya saben como funcionan esas cosas. O al menos conmigo sólo hay dos posibles finales: es una falsa alarma y al día siguiente ya estoy como nueva, o me ataca un resfriado que me tumba en cama por una semana. Recé internamente para que se tratara de la primera opción.

Mientras Natalia estaba divirtiéndose en París con su hermana, aproveché que estaba sola en la suite para decidir que iba a ponerme en la cena. Extendí en la cama mis tres opciones: un vestido rosa pastel con plumas, un little black dress, y una falda azul marino que todavía no tenía con qué ser combinada.

En ese momento oí que alguien tocaba a la puerta. Miré mi reloj, eran poco menos de las once. Me pregunté quién sería. Quizás Natalia había olvidado algo y no quería sacar su llave.

Abrí y me sorprendí. No esperaba a la hermosa pelirroja del otro lado.

-¡Clara! ¿Cómo has estado querida? Es increíble que estemos a unas habitaciones de distancia y el maldito trabajo no nos haya dado tiempo de vernos ¿no crees? -Stella se veía aún más radiante que de costumbre. El aire frío de París le sentaba bien.

Le di un corto abrazo y la invité a pasar a mi habitación.

-¿Ya sabes que vas a usar para la fiesta de hoy? -preguntó al ver la ropa sobre mi cama.

-Estoy en eso -me encogí de hombros-, pero no se estoy segura si... espera, ¿dijiste fiesta? Creí que sólo era una cena.

Entré en pánico. No tenía nada apropiado para una fiesta.

Stella se rió.

-Oh querida, ¿no lo sabías? Después de la cena viene el baile, naturalmente. Y tu presencia es indispensable, claro está -frunció sus finas cejas al ver las prendas que había escogido.

-Aún así, creo que no iré. Me sentiría fuera de mi ambiente rodeaba de todas las chicas con vestidos de diseñador y yo... -señalé mis prendas.

-No digas ni una palabra más. Ponte unos zapatos cómodos, que vamos a caminar mucho -dijo saliendo de la habitación.

-Pero ¿a dónde vamos? -pregunté.

-A los Campos Elíseos querida. Iremos de compras. No vamos a descansar hasta que encontremos el vestido que te haga lucir como la más bella del baile -me sonrió cómplice. No me dio tiempo ni de tomar mi abrigo cuando ya me estaba arrastrando fuera del hotel en dirección a la famosa avenida.

Gracias a la buena condición física de mi amiga, habíamos llegado a las grandes tiendas en menos de diez minutos, pero sentí la necesidad de decirle la verdad.

-Stella, sabes que no hay nada que me encantaría más que pasar tiempo contigo viendo ropa, pero siendo sincera no tengo dinero ni para comprar unas papas fritas por aquí.

Acabábamos de pasar un local con el collar de perlas más precioso que hubiera visto en mi vida. Me regresé para ver el precio, y en cuanto conté 6 cifras mi corazón casi se detuvo. ¿Qué estaba pensando ésta mujer?

Office RomanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora