Déjà Vu: Parte Tres

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Sacudí la cabeza, esperando que con el movimiento se fueran también mis locos pensamientos.

Finalmente para mi suerte (y la de mis nervios), Elliot firmó al final de la última hoja, las juntó con la engrapadoray las colocó sobre su escritorio.

Ya había pasado bastante tiempo, así que tomé las hojas y me dirigí a la puerta, sin que me importara parecer grosera por no despedirme.

-Espera -Elliot me tomó por la muñeca, deteniéndome. No me molesté en darme la vuelta para encararlo, porque me sorprendió el escuchar su aterciopelada voz acariciando mi piel. No esperaba que estuviera tan cerca, y aún así... no me sentía tan incómoda como debería.

-Solamente quería decirte que la última hoja es para ti.

Con esas palabras que mandaron escalofríos por toda mi espalda me soltó, por lo que antes de que cambiara de opinión abrí la puerta y salí de esa habitación que no me había traído nada más que sentimientos encontrados.

En cuanto cerré la cerré la puerta me alejé lo más posible de ésta y me recargué en la pared, porque mis piernas ya no me sostenían. Lágrimas pugnaban por salir de mis ojos, y mi asma amenazaba con aparecer. Me sentía como una adolescente tonta que no sabe que hacer con sus sentimientos, como una bola de estambre llena de nudos que no se puede desatar.

Sin embargo, lo peor no era que sabía precisamente por qué estaba así. Había pasado años creyendo que había logrado superar las trampas que nacían de los encantos de los hombres, y de repente llegaba este sujeto con su sonrisa deslumbrante y me demostraba que no había avanzado nada.

Lo peor era que precisamente para evitar este tipo de situaciones, después de que eso sucediera, había rechazado a todos los chicos que se me habían acercado. Había vivido principalmente sola desde hace cinco años, había renunciado a ir a bares y antros, y había renunciado a asistir a las reuniones de generación porque no soportaba las preguntas incómodas del tipo: ¿Cómo es que sigues soltera si estás tan linda?

Todo para que una cara bonita sacudiera mi cuidado orden interior y no me dejara pensar con claridad.

Pero ya no era una adolescente, y por más que lo deseara, no podía ir corriendo al baño a esconderme de mis problemas. Era una mujer adulta con un trabajo, y debía comportarme con profesionalidad.

En ese momento escuché a alguien tarareando por el pasillo.

"The Show must go on!

The Show must go on! Yeah!

Inside my heart is breaking,

My make-up may be flaking,

But my smile, still, stays on! "

Una sonrisa se coló entre mis labios. No hay nada como la sabiduría de Queen para ponerme de buen humor. Así que poniéndome de pie, fui a la oficina de Norma, con mi mejor sonrisa. Porque el espectáculo debe continuar.

Norma parecía un poco molesta por mi evidente tardanza, pero no dijo nada. Suerte de principiante, deduje. Le entregué las hojas, no sin antes haber removido discretamente la última, y guardarla en mi bolsillo para leerla después.

Después de otra sesión de trabajo agotadora, llegó la tan esperada hora del almuerzo. Norma y yo salimos de la oficina, y amablemente me invitó a una cafetería donde algunas ejecutivas se reunían todos los días, pero dejé pasar la oferta. Lo que más necesitaba ahora era la principesca presencia de Nathan, aún si eso significaba perderme la oportunidad de hacer contactos con las amigas de Norma.

Nathan ya estaba esperándome en la calle cuando me separé de Norma. Estaba tan feliz de verlo que lo habría abrazado, pero desde que Stella nos había visto y había malinterpretado las cosas, Nathan parecía querer mantener más distancia entre ambos. En el aspecto físico al menos, porque seguía siendo el mismo bobo que me molestaba con sus comentarios sarcásticos para inmediatamente después tratarme como a la reina de Inglaterra. Y este bobo era MI mejor amigo.

Caminamos hasta nuestro usual puesto de baguettes, y en el camino me contó sobre lo ocupado que había estado ese día. Sentía que Natalia le estaba dando parte de su trabajo para así terminar más pronto e ir a casa a ver Law & Order.

Reí ante la idea. Podía imaginarme perfectamente a Natalia en el borde de su sofá mordiéndose las uñas por la curiosidad de saber quién es el culpable. Se notaba a leguas que era el tipo de persona que disfrutaba de los dramas policiacos.

-Preciosa -dijo Nathan. Antes de que pudiera decir nada, aclaró-, tu risa es preciosa, y ésta es la primera vez el día de hoy que me has dado el placer de escucharla.

Intenté buscar una respuesta ingeniosa para eso, pero no encontré ninguna. Nathan me había tomado con la guardia baja, y la leve risa que se le escapaba por los dientes me demostraba que lo sabía.

-No sé qué es lo que tienes hoy, pero se nota que estás mucho más estresada de lo normal. Ni siquiera has sido capaz de tratar de estar a la altura de mis comentarios. ¿Qué te parecería hacer algo para liberar esa tensión? -llegamos al local, y pedimos nuestras órdenes. Una vez que nos las entregaron, nos sentamos en una banca cercana.

-¿Qué tienes en mente? -pregunté, mientras mordía mi baguette.

-Bueno, unos chicos del trabajo me invitaron a ir el viernes en la noche...

-Ya sé. Tú y tus amigos frikis van a pasar toda la noche jugando Mazmorras y Dragones en la casa de alguno de ustedes -me sentía un poco mal por haberlo interrumpido, pero tenía que decirlo. Molestarlo se había convertido en una necesidad básica.

-...A un karaoke-bar -fingió no haberme escuchado, pero su nariz se frunció en un gesto de indignación.

-Vamos, no te enojes conmigo. Si no lo decía, quién sabe cuando la oportunidad se volvería a presentar -le dediqué una sonrisa inocente, que no se creyó por un momento.

-No me enojaré contigo si me prometes que irás -me miró inquisitivamente-. Anda Blazy, tú eres la que nunca sale de su cueva de ratón. Te la pasarás bien, lo juro.

Dudé por un instante. Después de todo, me estaba pidiendo ir a un bar, algo que había dejado de hacer hace bastante tiempo. Pero también era un karaoke.

"¿Qué tan malo podía ser?"

-Te prometo que iré.

Y comenzamos a hablar de otras cosas.

No tenía ni idea de lo equivocada que estaba.

Office RomanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora