2. Travesía por el Sena

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Albus subió con paso rápido por la pasarela del barco que le llevaría de Southampton a París. No era un viaje rápido y ciertamente podría haberlo hecho por aparición, hasta la costa francesa no era un trayecto especialmente largo, o mediante un traslador. No obstante, de vez en cuando le gustaba viajar a la manera muggle, de hecho había salido un par de días antes de cuando se le esperaba en París precisamente para eso. El barco atravesaría el Canal de la Mancha y bordearía la costa francesa hasta estuario del Sena en Normandía; a partir de ahí remontaría el río rumbo a París.

Al poco de que el barco zarpara, el profesor estaba acodado en la borda del barco, observando el brazo de embravecido mar que separaba Francia de Inglaterra. Llevaba el cuello del abrigo subido y el sombrero bien calado para evitar que el viento se lo llevara.

- Buenas tardes - una voz masculina, suave y melodiosa, se abrió camino a través de su ensimismamiento. Albus se sobresaltó y se volvió hacía atrás.
- Bue... buenas tardes - saludó el profesor, recuperando la compostura a duras penas.

Detrás de él había surgido un hombre vestido también con abrigo y sombrero, más o menos de su misma edad. Su apariencia era elegante y digna, de cabello entrecano y unos atrayentes ojos azules.

- Disculpe, no era mi intención asustarle - dijo con la misma voz suave y melodiosa.

Albus no podía negar que aquel hombre le atraía como nunca le había atraído nadie. Con la excepción, por supuesto, de Gellert Grindelwald.

- No, está bien... me temo que estaba distraído - contestó en tono formal, quitándole importancia. - ¿Se le ofrece algo?

El recién llegado se acercó más y también se apoyó en la borda para contemplar el mar.

- Si le soy sincero, - dijo finalmente con tono amistoso. - Mi única intención era preguntarle si le molestaría que observara el mar aquí... es uno de los mejores lugares del barco para observar aves acuáticas, pero tal vez prefiere estar solo.
- Faltaría más - contestó Albus, amablemente. - Hay sitio de sobra para ambos.

Los dos hombres estuvieron un rato en silencio, firmemente sujetos de la borda para evitar que las olas que hacían tambalearse al barco pudieran hacerles caer al mar.

- Nunca he visto el mar del Canal de la Mancha en calma - comentó Albus, en tono plácido, rompiendo el silencio.
- No, realmente, no, señor... - contestó el otro, insinuando que no sabía su nombre.
- Que maleducado, no me he presentado - dijo Albus, con algo de vergüenza. - Soy Albus Dumbledore.
- Vaaaya... que nombre tan interesante, señor Dumbledore - contestó su interlocutor con un tono que podría interpretarse como burlón. - Mi nombre es mucho más mundano, me llamo Wulfric Brian.

Albus frunció el entrecejo, un poco sorprendido por el nombre de su nuevo amigo. Se dijo que debía ser una coincidencia, pero aquel desconocido se llamaba justamente como sus dos últimos nombres.

- ¿Hay algún problema, señor Dumbledore? - Preguntó Wulfric, con una sonrisa algo traviesa.
- No, nada... una coincidencia graciosa simplemente - explicó Albus, recobrando la sonrisa. - Mis padres tuvieron un momento de creerse de la realeza y me pusieron varios nombres: Albus Percival Wulfric Brian...
- Ya entiendo la coincidencia graciosa - asintió Wulfric. - ¿Viaja mucho a Francia, señor Dumbledore?
- Albus, por favor - le pidió el profesor, su nuevo amigo asintió. - Lo cierto es que bastante menos de lo que me gustaría, en esta ocasión voy por temas de trabajo. ¿Y usted, señor Brian?
- Por favor, Albus, llámame Wulfric - le pidió él de vuelta. - En mi caso, es un viaje de placer, si se puede llamar así... Hace relativamente poco tuve una gran discusión con la persona a la que amo y me embarcado en este barco para intentar recuperarla.

4. Animales Fantásticos: la fuerza del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora