Epílogo: 1945

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- ¿Cuándo nacerá el bebé de Newt y Tina? - Preguntó Gellert, caminando por los nevados bosques de Hogsmeade, de la mano de su esposo.
- Newt me dijo que creían que más o menos para la primavera - contestó Albus, mirando de reojo al búlgaro, con ojos de enamorado.

Gellert y él llevaban unos once años juntos y, dentro de las limitaciones, sobre todo en la sociedad muggle, eran libres. Al fin y al cabo, Gellert Grindelwald, el mago oscuro que había aterrorizado y había llevado de cabeza a los Ministerios de media Europa y a la Confederación Internacional de Magos, había muerto en 1934, batiéndose en duelo contra una de sus seguidoras, Vinda Rosier.

Una vez que los carteles de "Se busca", con su foto desaparecieron de las calles, de eso se ocuparon Theseus y Percival, así como de desviar la atención, la gente y también los aurores, empezaron a olvidar su rostro y también a olvidarse de él; hacía ya unos años que podía pasear por cualquier ciudad sin que nadie le señalara con el dedo o tratara de arrestarle.

En su pequeña y tranquila casa del Valle de Godric, la pareja había llevado a cabo importantes estudios y descubrimientos que habían hecho que Albus Dumbledore ganara fama y prestigio en la sociedad mágica de todo el mundo, pero él ya estaba bien con su vida anónima.

- ¿Sabes que podríamos considerar esta fecha nuestro aniversario, Gellert? - Preguntó Albus, de repente; habían llegado al claro dónde había estado la cabaña donde el búlgaro había vivido después de abandonar a Albus; donde se había hecho amigo de su querida Bunty Dumbledore y donde ellos dos habían vuelto a estar juntos de nuevo.
- Moya lyubov, ni siquiera sé qué día es hoy - contestó Gellert, divertido.
- Eres un desastre, Gellert Grindelwald - rió Albus, demasiado acostumbrado a que su esposo no recordara las fechas más importantes en sus vidas. - Hace exactamente once años, el día de hoy, embarqué en un barco rumbo a París, donde un hombre se me acercó y me dijo que quería ver el mar y si me importaba que lo hiciera a mi lado.

Gellert se echó a reír; aquella había sido una de sus peores ideas, pero había conseguido lo que buscaba: reconquistar el amor de Albus Dumbledore.

- Si no lo hubiera hecho, nuestro vínculo no se hubiera reparado y no estaríamos aquí ahora mismo... - el búlgaro tomó a su esposo de las caderas para acercarlo hacia él.
- Si no lo hubieras hecho, me habría visto obligado a detenerte, tal vez matarte... y ya hemos pasado por eso.
- Nunca vas a dejar que olvide que fingí mi muerte... sólo fueron unos días, Albus - protestó Gellert, juntándose más a él.

Fue Albus quien se echó a reír esta vez. Sus labios se unieron con los de su amado en un beso interminable; su familia les esperaba para cenar, pero en aquel momento les parecía que tenían todo el tiempo del mundo.

Lo que no sabían era que el mundo no tardaría en arder de nuevo; pocos años más tarde surgiría un gran mal, una guerra mágica sin precedentes, pero ellos estarían juntos para derrotarlo.

4. Animales Fantásticos: la fuerza del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora